Se cumplen 34 años de la muerte de Abundio García Román, sacerdote y fundador de las Hermandades del Trabajo. Desde la asociación que lleva su nombre y las Hermandades del centro, celebraron una Misa en memoria de don Abundio que presidió el cardenal José Cobo, cardenal arzobispo de Madrid.
Don Abundio escuchó la llamada de Jesús: «venid y os haré pescadores de hombres», comenzaba la predicación el cardenal, y él, como tantos otros, «dejó todo inmediatamente y le siguió». Desde su vocación de ser sacerdote, explicaba, don Abundio acogió el clamor del mundo del trabajo de aquellos años y su labor de promoción integral. «Las Hermandades del Trabajo, decía el arzobispo, deben ponerse «a tiro de Dios» y responder a su llamada y a las necesidades del mundo del trabajo de formas nuevas.
La gran aportación de don Abundio, reflexionaba Cobo fue el de detectar la necesidad de «agrupar a los trabajadores» y de que la Iglesia se pusiera «al servicio de las necesidades de los trabajadores» en un momento en que la migración interna era el gran desafío. Hoy, continuaba, estas migraciones son de otro modo, pero, en el fondo, suponen el mismo reto.
Al servicio de la Iglesia
Por otro lado, don Abundio, apuntaba el cardenal Cobo, sabía que esta unión debía promoverse desde la fe. «Hoy, igual que entonces, muchos de los migrantes participan de nuestra fe y nos exigen seguir dando respuestas» y poder seguir acompañándolos. Y esta respuesta debe ser especializada, promoviendo la formación de las Hermandades en la Doctrina Social de la Iglesia, siempre al lado de la misma, al servicio de la Iglesia que «es siempre comunitario».
Un servicio que se da desde la militancia, que es «el reto del seguimiento», sin importar el número, que puedan responder a retos nuevos. «Una militancia que es misionera» y que da respuestas nuevas a esos nuevos desafíos y que saben que saben que los carismas son «para que crezca toda la Iglesia».
«Después de estos 34 años, seguimos siendo enviados por el Señor», animó el arzobispo, y «Él nos pide que continuemos la obra de don Abundio». Para ello hay que salir del pensamiento de que