La Legión de María, ese «gran grupo apostólico» que «vive abierto a Dios y mirando a Dios», en palabras del arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, celebró el centenario de su fundación con una Eucaristía en la catedral de la Almudena este martes, 7 de septiembre. El templo acogió una buena representación de miembros del movimiento, respetando el aforo permitido en esta fase de la pandemia, con su presidenta nacional a la cabeza, Consolación Tello.

La Virgen María, aseguró el cardenal Osoro durante la homilía, es quien muestra cómo «arraigar en nosotros la vida del Señor». Acoger, misionar y proclamar son tres palabras que sustentan su vida y en las que el arzobispo centró su predicación. Ella enseña a acoger a Dios, algo que hizo sin atisbo de dudas y que es precisamente la vida de un cristiano, «la de un hombre y una mujer que acoge con todas las consecuencias que entre Dios en nuestra vida». Hoy en día, cuando el hombre busca «por todos los sitios» la felicidad, el camino a seguir, con tristezas y situaciones «tremendas», todo sería distinto con esa acogida de Dios.

Esto supone vaciarse de los egoísmos y arraigar la existencia en el Señor, como decía san Pablo en la primera lectura proclamada. «Urge que los hombres acojan a Dios» en este tiempo para vivir desde Él y entregar a los demás su bondad, cariño, fraternidad, justicia y paz, detalló el purpurado. Lo cual implica «ser misioneros», que es lo que hizo la Virgen cuando salió al encuentro de su prima Isabel. La región montañosa que tuvo que atravesar son las dificultades que hay en este tiempo, con la pandemia, cuando el hombre «se ve a la deriva, porque por sí mismo puede muy pocas cosas».

Camino de libertad

«Misionar supone salir al camino de los hombres y llevar la noticia de Dios», subrayó el arzobispo de Madrid. En aquella visita, Isabel reconoció «la grandeza de la fe, la grandeza de adherirnos a Dios» en la figura de su prima. Actualmente, cuando «a veces queremos aparcar a Dios» y ponernos en el centro para «hacer las veces de Dios», es necesario momentos como la celebración del centenario de la Legión de María «para descubrir junto a nuestra Madre que precisamente el cristiano, el discípulo de Jesús, como María, tiene que provocar que la gente experimente la dicha de creer, la dicha de tener a Dios». Y también la de descubrir que el camino que Dios nos propone es un «camino de libertad, que construye paz, que realiza en sí misma la fraternidad», insistió.

A su vez, el encuentro de la Virgen e Isabel provocó que «un niño que aún no había nacido […] saltase de gozo ante Dios». Quien lleva a Dios, abundó el purpurado, «hace saltar de gozo a los demás», porque «Dios no estorba; Dios cuando entra en nuestra vida hace maravillas en la vida de los hombres». Las vidas llenas de Dios convierten, destacó el arzobispo. En esa visita, el corazón de la Virgen proclamó la grandeza de Dios y hoy María le dice al hombre que «no hay nada más grande que tener a Dios en la vida, que tener a Dios como amigo».

«Proclamemos la grandeza de Dios», con la vida, animó, porque «la gente tiene necesidad de tocar al Señor». Y la mejor manera de hacerlo «es con la obras, como lo hacéis vosotros», destacó el cardenal Osoro, poniendo en valor de la acción apostólica «con personas concretas» de los miembros de la Legión de María. Cuanto más cerca «estemos de la Virgen», Dios irá diciendo lo que desea de cada uno; un Dios que busca que «encontremos y demos la alegría», que invita a tener un corazón «en el que entren todos los hombres».

La Legión de María, concluyó el cardenal Osoro, «ha de convertirse en hombres y mujeres que levantan, que consuelan, que alivian heridas, que hacen presente a Dios en el corazón de las vidas de los hombres, que dan lo mejor de sí mismos, que viven cada momento de la existencia como una gracia, que salen del anonimato y hacen de sus vidas una ofrenda».