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Viernes, 29 septiembre 2023 11:44

La Comunidad del Cenáculo despide a Madre Elvira en Madrid: «Sigo pidiendo perdón, esto es un camino para toda la vida»

La Comunidad del Cenáculo despide a Madre Elvira en Madrid: «Sigo pidiendo perdón, esto es un camino para toda la vida»

A Madre Elvira, fundadora de la Comunidad del Cenáculo en Italia, solían compararla con la Madre Teresa de Calcuta. Siempre que esto pasaba, ella matizaba: «Madre Teresa acompañaba a morir y yo acompaño a vivir». Nos lo cuenta Juan Laureano García, el hombre que trajo la comunidad a España. Nadie diría al verlo ahora, hablando de sus hijos o subido a un ambón rezando por Madre Elvira, la vida a cuestas que lleva este hombre, que creció en los ámbitos delincuenciales madrileños de los años 80, que a los 13 años ya estaba enganchado a las drogas —«síntoma de vacío existencial», dice—, que formó parte de una banda criminal y que vivió su infancia, adolescencia y juventud más de noche que de día.

«Mi madre trabajaba en la Audiencia Nacional y un día vino y me dijo que me fuera del país». El próximo golpe policial iba a ser contra la organización de su hijo, y la avisaron: «Va a caer». Así que Juan, que tenía 31 años, que en el fondo ya no podía más, decidió hacer caso, salir de España e ir la comunidad del cenáculo en la que uno de sus hermanos, adicto a la heroína, llevaba ya tres años. «Sí, mis hermanos fueron la universidad de la droga para mí». No creía que tuviera ningún problema, de hecho pensaba para sí mismo del resto de los hermanos de fraternidad: «Tú te tenías que pinchar cada dos horas y yo, que mezclo todo tipo de drogas, no».

La realidad es que Juan estaba igual o peor que el resto. «Era un tontería porque mi modo de vida era salir y para eso tenía que beber, consumir cocaína, acostarme con cualquiera porque no sabía otra forma de amar. Quería formar una familia, pero las relaciones estaban tan mal iniciadas…».

Juan pasó ocho años en comunidad. «A los dos, empecé a enterarme de dónde estaba». Hasta entonces, todo le parecía surrealista. «Mi “ángel custodio” —aquel que ya está en la fraternidad y que hace de hermano mayor para los nuevos— me dijo que todo era Providencia, que si necesitábamos azúcar no íbamos al supermercado, sino a la capilla. “Este sigue fumado”, pensé yo». Cada noche se levantaba a las 2:00 horas para orar y a las 6:00 horas para rezar el rosario. Él, que hasta entonces se había dedicado a esas horas a la vida nocturna, «que salía a las 7 de la mañanas de los sitios sin saber ni dónde había aparcado el coche de todo lo que me había metido».

Madre elvira cenaculo ambon

Ora et labora

La comunidad del Cenáculo nace en 1983 como una «respuesta de la ternura de Dios al grito de desesperación e muchos jóvenes perdidos, engañados y desilusionados, que buscan la alegría de vivir, el verdadero sentido de la existencia en las falsas luces del mundo». Ese año, sor Elvira Petrozzi (1937-2023) abre en el Piamonte italiano la primera casa para acoger a estos jóvenes, la inmensa mayoría drogadictos, y rápidamente se empezarán a inaugurar otras en Italia y por todo el mundo. Desde la comunidad se cree firmemente en que «solo Quien ha creado al hombre puede reconstruir su corazón perdido y herido».

En las casas, llamadas fraternidades, se vive bajo la regla del amor y la amistad. El amor de Jesucristo, y la amistad y el servicio a los hermanos. «La entrega a los demás es lo que nos salva», afirma Juan. Es una vida de familia, sencilla y ordenada, bajo el ora et labora. Como decía Madre Elvira, «nos gusta definirnos como una comunidad de pecadores públicos, pecadores amados y salvados por el Señor, que hoy quieren revelar al mundo la infinita y grandiosa misericordia de Dios».

Así fue como la vida de Juan fue cambiando. A los cuatro años de estar en comunidad hizo una confesión general, «de pecados bastante duros». No había sido la familia de Juan especialmente cristiana. Sí recibió el Bautismo y la Primera Comunión, pero ya. En 2011, tras ocho años en fraternidad, regresó a España y abrió en Barcelona la primera casa de la Comunidad del Cenáculo en nuestro país. «Sigo trabajando las heridas, sigo pidiendo perdón, porque esto es un camino para toda la vida», pero ya nada tiene que ver con antes. En el cenáculo, la presencia materna de María reunió a los apóstoles y los hizo rezar y, después, llegó el Espíritu Santo, la fuerza de Dios, y se transformaron en testigos valientes. Y esta, decía Madre Elvira, era «la misma transformación que deseamos que suceda en el corazón de los jóvenes que recibimos hoy».

Juan sueña con una casa en Madrid. A la primera de Barcelona se sumó una más grande en Tarragona, dos años después, y otra en Ibi (Alicante), inaugurada el pasado 1 de mayo por el obispo José Ignacio Munilla. De momento, en los grupos de oración que hay en la parroquia Santa Elena (Madrid), la de Santa María de Caná (Pozuelo) y San Ignacio de Loyola (Torrelodones), continúan rezando por esta intención. También lo hacen con los padres de los chicos que han pasado o están en alguna fraternidad, siguiendo aquello que afirmaba Madre Elvira: «Padres convertidos, hijos salvados».

Madre elvira cenaculo juan

La sonrisa de Madre Elvira

El grupo que se reúne en Santa Elena inició su andadura en 2014. Lo hace todos los jueves, después de Misa de 19:30 horas, con exposición y adoración al Santísimo. Este jueves, 28 de septiembre, fu especial porque se celebró la Misa funeral por Madre Elvira, fallecida el pasado 3 de agosto. Estuvo presidida por el párroco, Javier Igea, quien contó en la homilía cómo había conocido la Comunidad del Cenáculo en Medjugorje; allí un chico le confesó que «el demonio yo me lo pinchaba en mis venas y he sido liberado». Esto le impactó profundamente, como también la eterna sonrisa de Madre Elvira, a la que no llegó a conocer en persona pero sí a través de sus imágenes. «Una sonrisa alucinante, que no es fingida, que brota de esa fuerza interior».

«Nuestra sociedad —continuó el sacerdote en la homilía— está metida en la muerte, que es lo que produce la tristeza». Y la salida a esta tristeza «es el amor de Cristo; el gran don de Madre Elvira ha sido este». La parábola del Buen Samaritano, proclamada durante el funeral, «es un icono de lo que ha sido la vida de Madre Elvira y nos muestra el camino de la felicidad». Como ella misma decía, «estoy felizmente casada, desde hace ya muchos años, con el Hijo del carpintero de Nazaret, también Él de profesión carpintero, y cada día más, caminando junto a Él, en una novedad perenne de vida y alegría, estoy descubriendo que servir es reinar. No hay reino más fascinante, más grande, más estupendo, más rico, que el corazón del hombre».

Madre elvira cenaculo plano

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