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Viernes, 26 noviembre 2021 14:07

«La huella de Ceferino Giménez Malla, 'El Pelé', es grande»

«La huella de Ceferino Giménez Malla, 'El Pelé', es grande»

La Pastoral Gitana de Madrid retoma sus encuentros periódicos de oración y canto con una convocatoria para rezar y cantar en torno a la figura de Ceferino Giménez Malla, el primer beato gitano, conocido como El Pelé. Un persona que despierta una devoción absoluta entre los gitanos españoles, expresa Luis de Guevara, codirector de la pastoral. «Es un referente», y por eso para este primer encuentro del curso contactaron con Jesús Cortés, un padre de familia de La Línea de la Concepción (Cádiz) para que presentara su recientemente publicado El Pelé. Gitano y mártir. Se trata de una obra de teatro que conjuga el drama, el flamenco y la fe, y que recrea la última noche que pasó en vida Ceferino, del 7 al 8 de agosto de 1936. Está acompañado de un CD con 19 temas, compuestos por el propio autor.

El encuentro de oración y música será este viernes, 26 de noviembre a las 20:30 horas en la parroquia Nuestra Señora de las Victorias (Azucenas, 34) a partir de las 20:30 horas. Estará presentado por el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, gran conocer de la vida de los mártires españoles del siglo XX.

«Para los gitanos, orar sin música es inconcebible», destaca De Guevara. Por eso, en sus encuentro no puede faltar el cante en sus encuentros trimestrales. La pandemia los paró; lo intentaron en virtual, «pero no cuajó». El año pasado, en una visita que el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, y el vicario para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación –de la que depende la pastoral–, José Luis Segovia, hicieron a los integrantes de Hakuna, este último les propuso amenizar una de las oraciones de la Pastoral Gitana. La iban a celebrar en mayo, coincidiendo con la fiesta del beato Ceferino, y tuvo mucha aceptación. «Se habló de la figura del beato, se cantaron coplillas…».

La mayoría de los gitanos en Madrid pertenecen al culto evangélico. «Sus celebraciones han encajado muy bien en la cultura gitana», reconoce De Guevara. Sin embargo, la pastoral cuenta con colaboradores gitanos y payos fieles, a través de los cuales se ha mantenido la labor de acompañamiento a su realidad. Sí hay más gitanos católicos en otras diócesis, como en Córdoba, Burgos, Pamplona, y también en Huesca y Zaragoza, donde «la huella de Ceferino es grande».

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Ceferino y Emilia la canastera

Ceferino, pero también Emilia la canastera, a quien el pueblo gitano también le profesa especial devoción. Ambos españoles, ambos mártires de la persecución religiosa del siglo XX, son los primeros gitanos beatos de la historia. El que todos conocían como El Pelé se enamoró de Jesucristo y de su Iglesia ya de adulto, a raíz de su matrimonio católico con «su Teresa», en 1912, después de una boda por la ley gitana.

Comenzó entonces a frecuentar la iglesia y eso determinó su conversión. Misa diaria, comunión frecuente, rezo del rosario, eran su alimento para salir al mundo, especialmente a los niños, a los que impartía catequesis y les inculcaba el amor por la creación. Fue admitido en la Adoración Nocturna y en la Tercera Orden Franciscana.

Cuando estalló la Guerra Civil, Ceferino contaba 75 años. Era viudo desde hacía tiempo y su vida continuaba dedicada a la misión. Natural de Fraga (Huesca), vivía, desde que se casó, en Barbastro. Una tarde de finales de julio, vio cómo unos individuos arrastraban a un sacerdote por la calle; salió en su defensa y esto lo delató. Llevaba, además, un rosario en el bolsillo. Encarcelado, le ofrecieron dejarlo en libertad si renunciaba al rezo del rosario. Se negó. En la madrugada del 8 de agosto de 1936 lo fusilaron junto a las tapias del cementerio. Murió con el rosario en la mano y exclamando: «Viva Cristo Rey». Fue beatificado por el Papa san Juan Pablo II el 4 de mayo de 1997.

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Parecida suerte corrió Emilia Fernández Rodríguez. Nacida en Tíjola (Almería), el 13 de abril de 1914, pasó su infancia y adolescencia en la casa familiar, una cueva en la parte alta de la ciudad. Nunca fue a la escuela; ayudaba al sostenimiento de los suyos fabricando cestos de mimbre, de ahí que sea conocida con el sobrenombre de la canastera. En 1938 se casó con Juan Cortés por el rito gitano, y pocos meses después ambos fueron detenidos después que Cortés hubiera tratado de eludir su incorporación a filas.

Emilia, que estaba embarazada de pocas semanas, comparte prisión con otras 40 mujeres. Con una de ellas, Lola, inicia una amistad. Le pide que le enseñe a rezar el rosario, esa oración que las mujeres decían en voz alta y que a ella le infundía paz. Lola le enseña el padrenuestro, el avemaría, el gloria, y Emilia comienza a unirse a diario al resto de presas en la oración.

Al enterarse la directora de la cácel, le pide a Emilia que delate a su catequista, pero la joven gitana se niega y es castigada a una celda de aislamiento. Allí da a luz, en enero de 1939, a una niña, a la que bautizaron las propias reclusas con el nombre de Ángeles. Muy debilitada por la dureza del aislamiento, por el parto, que le provocó una infección nunca curada, y por una bronconeumonía, Emilia murió a los pocos días del nacimiento de su niña. Tenía 24 años. Fue beatificada el 25 de marzo de 2017.

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