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Miércoles, 24 septiembre 2025 12:16

Misioneros de la parroquia Santísima Trinidad de Collado Villalba llevan la Palabra a los hogares del barrio: «Hay más ovejas, pues salgamos a atenderlas»

Misioneros de la parroquia Santísima Trinidad de Collado Villalba llevan la Palabra a los hogares del barrio: «Hay más ovejas, pues salgamos a atenderlas»

«Llevar la Buena Noticia a los que casi no tienen buenas noticias». Con este objetivo nació el proyecto Parroquia en Misión en la parroquia Santísima Trinidad de Collado Villalba. Un proyecto rezado y discernido por el párroco, Luis Fernando Murillo, quien al llegar a la parroquia —hace ahora tres años— había detectado una realidad que le interpelaba: «Aquí hay muchos barrios, mucha gente de origen hispano y personas que no se acercan al templo».

Se le fueron colando en el corazón dos llamadas concretas, el «consolad a mi pueblo» de Isaías y el «tengo que ir a otros sitios» del propio Jesús, y fue dando forma a una evangelización en las casas de aquellos que no van o no pueden ir a la iglesia, llevándoles la Palabra. El Señor le confirmó el camino cuando, al lanzar la propuesta, se animaron medio centenar de misioneros. «Fue una respuesta misionera brutal». Todas las realidades de la parroquia se sumaron a la iniciativa (Cáritas, catequistas, grupo de duelo, grupo de fe, focolares…) algo que «sirve para unificar a la parroquia» y ha hecho más comunidad si cabe.

Y así, coincidiendo con el Año Jubilar de la Esperanza, se pusieron en marcha haciendo suya la «Iglesia en salida» que predicaba el Papa Francisco. Comenzaron con dos sesiones de formación para el misionero para «llevar a cabo esta misión con excelencia y sensibilidad pastoral».

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Más de 40 familias para ser visitadas

Más de 40 familiares se apuntaron en una lista para ser visitadas en sus casas en esta «primera oleada misionera». Los misioneros van de dos en dos a los hogares, enviados como los discípulos, con un kit que incluye una Biblia —física, porque «somos religión de libro»—, una vela y un mechero para encenderla, hojitas para anotar peticiones y frases bíblicas. «El fin es llevar la Palabra; el centro es la Palabra», relata el párroco. «Los misioneros y el sacerdote, en ese momento, son presencia de Jesús».

La parábola del hijo pródigo ha servido de eje sobre el que meditar y compartir lo que a cada uno le dice en su vida; este curso seguramente se hará oración con la tempestad calmada por Jesús. Libremente y de manera espontánea, en un clima de oración, van saliendo los dolores y los anhelos de cada uno. La familia, los trabajos, los hijos, la enfermedad… «Son personas necesitadas espiritualmente», apunta Luis, a las que se trata como lo hacía Jesús, entrando en sus hogares y, a partir de ahí, «la relación empieza a cambiar, se hace más personal».

Carmen, una de las misioneras, confirma que «son gente que están deseando hablar de Dios», y el hecho de llevarles a su casa la Palabra hace que, como señala Mario, otro misionero, «se quede en la familia y fructifique dentro de la familia». En este sentido, además del «elemento de unidad», en palabras de Carmen, que se favorece en los encuentros en las casas, se provoca también que la Palabra «sea carne de tu carne, que vean que es algo para vivirlo», añade Juana Mari, otra de las misioneras. Ella ha experimentado con fuerza la realidad de eso que dice Jesucristo, «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

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Como también acude uno de los sacerdotes, se concluye con la bendición personal y, si lo desean, también de la casa. Se reza la oración del Jubileo de la Esperanza y se les entrega un tríptico con todas las actividades parroquiales. A las familias que se anotan se les anima a que inviten a más gente a su casa; y así pasan cosas como el próximo 2 de octubre, jueves, cuando visitarán a unas 20 personas porque la anfitriona ha corrido la voz entre amigos y vecinos, y tiene un patio en el que poder estar.

Por el momento, han ido a unos diez hogares en unos encuentros que ya van dando frutos: adultos que quieren iniciar un catecumenado, niños que se apuntan a catequesis, parejas que se plantean su matrimonio por la Iglesia… Y alegría, consuelo, paz. Esperanza. También para los propios misioneros. Según Carmen, «es poner en práctica tu propio crecimiento espiritual; si no evangelizas, ¿de qué sirve?». «Si uno de los baremos son los frutos, creo que el Espíritu Santo lo está bendiciendo», tercia Mario, y el párroco concluye: «El Espíritu movió a la parroquia a no quedarnos dentro; hay más ovejas, pues salgamos a atenderlas».

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