El lunes 8 de abril, los voluntarios de Cáritas del Arciprestazgo de Villaverde Alto y Bajo de la Vicaría V tuvieron un encuentro en la parroquia de María Madre del Amor Hermoso (c/Vicente Carballal, 11) para trabajar y profundizar en su identidad como agentes de la caridad.
El objetivo era cultivar una mirada que permita encontrar a Dios en la historia, acoger su acción salvífica y dejarse sorprender por Cristo, implicándose de una manera más activa en la realidad.
Busca observarla realidad a partir de los hechos concretos en sus causas más profundas, para diagnosticar esa realidad se encamina hacia el proyecto de Dios sobre la historia, y transformar dicha realidad, mediante una acción consciente, comprometida y evangelizadora.
Se tomó como punto de partida que la caridad es expresión irrenunciable de nuestra fe. Ambas están íntimamente relacionadas y se enriquecen mutuamente. Dios nos llama a trabajar por los pobres con la fuerza de la ternura y a ser signos de su amor.
A continuación se señalaron algunos cauces concretos que ayuden a descubrir las muchas posibilidades de expresar hoy la fe en el ejercicio de la caridad, destacando: tener ojos abiertos para ver y oídos atentos para escuchar, apostar con decisión por los más débiles y pobres, ayudar al otro a desarrollar todas sus capacidades y potencialidades, ir a su encuentro de cada persona llevando la bondad de Dios.
Pero la Iglesia no ha redescubierto ahora al pobre y su lugar en la misión eclesial. Lo ha tenido siempre muy presente. Se propuso a la consideración la figura del párroco de san Ramón Nonato en el Puente de Vallecas, Emilio Franco Prieto, mártir del siglo XX.
Observó la realidad pobre y necesitada de su feligresía, realizó el diagnóstico a los ojos de Dios e intentó transformarla haciendo presente la misericordia divina. Se embarcó en la construcción de un complejo parroquial donde ofrecía amplios espacios para el culto y escuela dominical, escolarización regular, academia nocturna de adultos, biblioteca, comedor parroquial y casa-cuna.
En él existía una unidad inseparable entre fe y caridad. Poco antes de entregar su vida pronunció en voz alta estas palabras: «Sabemos que nos matáis por católicos y religiosos; lo somos. Tanto yo como mis compañeros os perdonamos de todo nuestro corazón. ¡Viva Cristo Rey!» (Arzobispado de Madrid. Martirologio Matritense del siglo XX, pág. 192-194).
Seguidamente, el testimonio de una beneficiaria que actualmente colabora como voluntaria enriqueció el encuentro y el posterior diálogo entre los participantes.
Para terminar, un ágape reconfortó a los participantes y animó la confraternización entre todos.