«La caridad, especialmente hacia los más débiles, es la mejor oportunidad que tenemos para seguir trabajando a favor de una cultura del encuentro». Con estas palabras, el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha inaugurado este lunes, 20 de mayo, el IX Congreso Hispano Latinoamericano y del Caribe sobre Teología de la Caridad. Esta cita organizada por Cáritas Española y el SELACC (Secretariado Latinoamericano y del Caribe de Cáritas), que se celebra cada cuatro años, se desarrollará hasta el 21 de mayo en la Casa de Espiritualidad San José de El Escorial.
A la hora del ángelus y ante un auditorio totalmente entregado a la causa de los más pobres de la tierra, el prelado ha impartido su ponencia en torno al tema La cultura del encuentro y el ejercicio de la caridad. «Me siento honrado por dirigiros la palabra en este congreso, y quiero que mis primeras palabras sean de cariñosa bienvenida a todos los que habéis llegado de esos pueblos queridos para mí». Con este gesto de bienvenida, ha destacado que, desde la archidiócesis, «nos sentimos entrañablemente unidos a las Iglesias hermanas del otro lado del Océano Atlántico», pues «desde hace mucho tiempo, nos dais un precioso ejemplo de trabajo conjunto y de discernimiento comunitario desde las diversas realidades nacionales». «Haríamos muy bien las iglesias de Europa en imitar vuestro ejemplo ante desafíos que cada vez son más planetarios y que precisan la gestación de la cultura planetaria del encuentro», ha apostillado.
«La cultura del encuentro nace del Evangelio»
Acompañado por el presidente de Cáritas Española, Manuel Bretón Romero; el presidente de Cáritas América Latina y el Caribe, monseñor José Luis Azuaje; el presidente de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Atilano Rodríguez, y el delegado episcopal de Cáritas Española, Vicente Martín, el arzobispo madrileño ha destacado que Dios «es el fundamento de la caridad», mientras que nosotros «somos un pálido reflejo del amor de Dio», de un Dios que «siempre sale a nuestro encuentro».
Una hoja de ruta que, en cada una de sus palabras, encontraba un horizonte nuevo donde descubrir el rostro de Jesús de Nazaret. «La cultura del encuentro nace del Evangelio», ha señalado, y «es urgente que veamos cómo Jesucristo nos enseña el modo, la manera y las dimensiones que tiene que tener el corazón del ser humano y el de nuestra sociedad para construir dicha cultura». Con Dios siempre presente, pues «el olvido de Dios provoca construir la cultura del desencuentro».
«El Señor ama tu vida, aunque tú tengas miedo de mirarla»
Una invitación para redescubrir, tal y como ha revelado, que «el amor de Dios traspasa el corazón de todos los seres humanos». Él «traspasa» la frontera de las religiones y «tiende puentes». La fuerza del amor «universal», que se hace verdad por medio de la caridad: «La caridad da otra forma de mirar», y «Dios nos pide que miremos la vida como Él la mira»; sin miedo y con la certeza de que «el Señor ama tu vida, aunque tú tengas miedo de mirarla».
El amor de Dios no cambia, «y esta es la certeza inagotable de la vida», y hay que vivir la caridad fraterna enraizados en ese amor. «Solo quien cree de verdad en Dios amor, es capaz de amar al prójimo, sea quien fuere, y descubrir en él el reflejo del rostro de Cristo».
La caridad, ha aseverado, «supone que el otro es antes que yo». En el hermano «está presente la imagen misma de Dios», y su juicio –el de Dios– «es amarnos». Por tanto, «la cultura del encuentro nos lleva a esto, y no puede llevarse a cabo sin una caridad en ejercicio, conmovida ante el sufrimiento». Dios «nos invita a mirar siempre de frente al dolor y a mantener la mirada en los ojos del que sufre». En esta misma línea, ha destacado que «cerrar los ojos ante el prójimo, nos convierte en ciegos ante Dios».
«La primacía de los pobres es innegociable»
Con la parábola del buen samaritano –«que es Cristo»–, hilvanando todas y cada una de sus palabras, ha confesado que «solo mide la perfección de una persona el grado de la caridad». Una afirmación colmada de sentido, máxime si tenemos presente que «lo nuestro no es hacer de prometeos voluntaristas», sino de «humildes cireneos que ayudan al Señor en una causa que no es nuestra, sino suya».
El purpurado, además, ha animado a todos los presentes a luchar por la justicia; una tarea en la que la Iglesia «no puede quedarse al margen». Estando siempre del lado de los más necesitados, puesto que «la primacía de los pobres es innegociable», con el pensamiento permanente de que «Cristo no hace cosméticas», sino que «cambia el corazón, las relaciones y la sociedad».
Finalmente, ha alentado a los presentes a ir de la mano de Aquella que nunca se cansa de esperar… «María ha sido y sigue siendo la mujer de la cultura del encuentro». Ella «entendió como nadie» la dinámica de la caridad, y por eso «fue la primera morada de Dios». Con Ella, «necesitamos una cultura del encuentro», y la Iglesia «tiene que ser una auténtica casa de la misericordia que haga visible la caridad de Dios», ha concluido.
