El anuncio de Jesucristo en la gran ciudad y el testimonio como clave de la nueva evangelización han sido los ejes sobre los que han pivotado este martes, 4 de febrero, las III Jornadas de actualización pastoral para Sacerdotes, que se celebran en la Universidad San Dámaso con el lema Evangelizar la gran ciudad: Madrid 2020.
En el contexto de una cultura urbana y de una ciudad en plena transformación, en el que puede haber la sensación «de que estamos en vías de extinción», tal y como ha señalado don Javier Prades, rector de la Universidad San Dámaso, lo cierto es que hay quienes sostienen, como los sociólogos Peter Berger o Ulrich Beck, que es falso que vivamos en un mundo secularizado y que estamos ante la revitalización de la religiosidad y espiritualidad individual. Si bien es cierto que «no nos podemos conformar con cualquier retorno de lo religioso, por ejemplo con formas de subjetivismo, de sentimentalismo o de fundamentalismo, con formas de sectarismo, de segregación, que puedan provenir de formas deformadas de religiosidad».
Por eso, y porque «es posible un encuentro con Cristo hoy», Prades ha recordado las palabras de Benedicto XVI: «La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción». De ahí que el testimonio cristiano «no es un simple narrar de hechos sino la acción comunicativa performativa, dotada de credibilidad». Eso es, el testimonio cotidiano: «Vivir desde la fe todas las cosas que nos tocan. Como señala el Papa Francisco, el testimonio que atrae, que despierta curiosidad en la gente. Y el lugar de anuncio es el mundo. A veces las formas se nos vuelven un poco en contra porque distinguimos exageradamente entre los alejados y nosotros. Pero el alejado puede ser tu padre, tu hermano, tus compañeros de trabajo, de universidad. Por no decir que ya hay gente que ha nacido fuera de toda conexión cultural con la Iglesia».
Acompañado por el cardenal Osoro y el vicario del Clero, Gil González, el rector de la Universidad San Dámaso ha recordado que «la ley que rige este testimonio es la ley del amor, reconociendo la donación gratuita de uno mismo y no de cosas tuyas, que brota de darse». «Ninguno estaríamos aquí si no hubiéramos experimentado que alguien se nos ha dado», ha abundado y, por eso, como idea nuclear, ha incidido en que «en este camino de don de uno mismo que se rige por la gratuidad, el otro es un bien; y esto exige un proceso de conversión a él como bien, hasta verlo como Dios le ve».
Un rato antes, monseñor Luca Bressan, vicario episcopal para la Acción Social, Cultural y Caridad de Milán, ha explicado que «también hoy tenemos necesidad de espacios de culto porque la fuerza de estos espacios radica en la ordenación de la vida de los hombres». «Lugares de culto como verdaderos gimnasios antropológicos; en la era de la exaltación del físico que modelar tenemos la necesidad de espacios que sepan generar en las personas las fuentes de su sentido, capaces de generar en los individuos sumergidos en la burbuja artificial de nuestra cultura consumista el eco de los pilares fundamentales de la existencia humana: el vínculo, la tradición, la trascendencia, el don, lo bello, lo verdadero, Dios».
En este sentido, Bressan ha lamentado que la propia Iglesia ha contribuido en parte a la «debilitación del signo, de la fuerza y del significado de la presencia cristiana; en plena crisis de la práctica religiosa y a causa de una disminución de los presbíteros no logra atender la red de espacios eclesiales que tradicionalmente habitan el espacio urbano». «Iglesias abiertas pocas horas a lo largo de la semana, edificios de culto destinados a usos profanos, debilitan a los ojos de la población metropolitana la identidad simbólica del espacio iglesia», ha abundado.
Consulte aquí el resto del programa.