«Queridos hermanos: Dios no nos abandona. Dios nos quiere». Con estas palabras quiso el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, alentar a los fieles que seguían la Misa del martes 17 de marzo, de la III semana de Cuaresma, desde sus casas, a través del canal de YouTube del Arzobispado. Y explicó que «la Palabra que hemos proclamado hoy incide directamente en la situación que estamos viviendo en estos momentos todos, en España, en muchos países de Europa y en otros lugares donde está llegando el coronavirus».
Aludiendo a la primera lectura, en la que Azarías reconocía ante el Señor que el pueblo de Israel se había quedado sin nada, no tenían sacrificios ni ofrendas y ni siquiera «un lugar para ofrecerte primicias», el arzobispo subrayó que luego «se le ocurrió solamente decir esto: “Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde”». «Situémonos así delante del Señor, con un corazón naturalmente dolido por la situación pero con un espíritu humilde que sabe que Dios puede cambiar todas las cosas».
En relación con la lectura del Evangelio, que contemplaba el pasaje en el que Jesús le dice a Pedro que hay que perdonar hasta 70 veces siete, es decir, «siempre», el cardenal explicó que «el perdón para un cristiano es sustantivo de su propia vida» y recordó que «tenéis una oportunidad grande en este tiempo, donde estáis reunidos: perdonaos». El perdón, continuó el purpurado, es una «categoría concreta, necesaria para vivir, para construir la paz y para construir la belleza que tiene la vida cuando la vivimos en reconciliación. No podemos vivir sin perdón».
Un perdón que el hombre experimenta del propio Dios, que «nos perdona siempre»: «Él nos da un abrazo, nos ama. ¿Cómo vamos a dar nosotros algo diferente a los demás? La misericordia y la ternura de Dios aparecen esta tarde aquí, en vuestra vida. Acoged a Jesucristo en vuestro corazón».
Al finalizar la Eucaristía, que se celebra en el altar de Santa María la Real de la Almudena, como todos los días, el cardenal Osoro subió hasta la imagen de la Virgen para poner a todos los fieles, tal y como él señaló, en sus manos.