En el IV domingo de Cuaresma, día en que la Iglesia proponía la lectura del pasaje del Evangelio en el que Cristo cura a un ciego de nacimiento, el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, invitó a los fieles a fijarse en la mirada que Jesús le dirige: «No es una mirada cualquiera. Es una mirada llena de amor. Es la mirada de Dios sobre cada uno de nosotros, es la compasión que Dios tiene sobre el ser humano y que nos hace pasar de las tinieblas a la luz». E incidió en que Jesús va más allá de las creencias religiosas al afirmar que la ceguera física de este hombre no fue fruto del pecado, sino «para que se manifiesten en él las obras de Dios, para que la misericordia de Dios lo haga un hombre nuevo».
El hombre ciego, además, siguió las instrucciones de Jesús, como señaló el cardenal Osoro, y fue a la piscina de Siloé a lavarse los ojos después de que le hubiera untado barro mezclado con su saliva, signo de vida en la antigüedad: «Su fe ha consistido en fiarse de Jesús. Fiémonos de Jesús. Él lo ha expresado yendo a la piscina. La vida oscura en él se convierte en luz. Necesitamos lavarnos quizá de tantas tendencias negativas que nos impiden avanzar, queridos hermanos». Después, el ciego se postró ante Jesús, y el arzobispo de Madrid animó a hacer lo mismo: «Quizá en esta tarde es lo que nosotros tenemos que hacer: postrarnos ante el Señor. Creo, Señor. Confío en ti. El encuentro con Nuestro Señor cambia nuestra vida».
Recordando las palabras del salmo 22 que proclama «el Señor es mi pastor, nada me falta», el purpurado subrayó que «incluso en estos momentos duros que estamos viviendo en todos los lugares, pero especialmente aquí en Madrid, el Señor se acerca a nuestra vida. Él se convierte en esa fuente tranquila que repara también nuestras fuerzas. Él nos guía, aunque a veces tengamos que pasar por cañadas oscuras, por situaciones difíciles pero con la seguridad, queridos hermanos, de que el Señor va con nosotros y que su bondad y su misericordia nos acompañan».
Por el Bautismo, además, y haciendo referencia a la primera lectura en la que Samuel unge a David de parte del Señor, el cardenal afirmó que también nosotros «hemos sido ungidos por el Señor. Somos hijos de Dios, elegidos por el Señor. Dios no ve como vemos los hombres, y por eso se acerca a nuestra vida también para que nosotros seamos capaces de ver como Él ve. En las cosas más sencillas, más pequeñas, quizá en lo más difícil, sin embargo Él nos hace ver que está presente».