Madrid

Lunes, 20 abril 2020 10:58

Monseñor Montoya recuerda que todo creyente es otro Cristo para posibilitar «el salto a la fe»

«Paz a vosotros. Así es como se presenta el Señor en medio de nuestra vida», señaló monseñor Santos Montoya, obispo auxiliar de Madrid, al comenzar la homilía de vísperas del II domingo de Pascua, domingo de la Divina Misericordia, durante la Eucaristía retransmitida por YouTube.

En esta semana de la octava de Pascua, que es una prolongación de la Vigilia pascual, explicó, el Evangelio ha ido presentando distintas escenas del Resucitado. Y hay algunos elementos comunes que se han visto en la Palabra estos días: el sepulcro vacío, los varios encuentros de Jesús vivo con sus discípulos, el hecho de que ha sido Él quien se ha dejado reconocer, la incredulidad de algunos de los apóstoles, y el envío de Jesús a aquellos ante los que se presenta para que «aquella palabra suya sea extendida a todo el mundo».

De todos estos elementos, el prelado se centró en «el que nos propone Tomás, el de la incredulidad; Tomás está sacudido por la pérdida, aturdido porque lo que él creía que iba a ser su esperanza ha sido arrebatado». Los discípulos estaban desconcertados, «como tantas personas en este momento, por desgracia, en esta situación que vivimos», con la fe zarandeada, y «el dolor es un arma peligrosa porque nos puede abrir a la gracia o nos puede cerrar a Dios, a la acción de Dios», recordó el obispo auxiliar.

Pues así estaba Tomás, «quizá enfadado, con la ira propia del que se le ha arrebatado algo muy querido, y que por tanto no cree el mensaje que le están anunciado sus compañeros». Y el paso al Tomás creyente se produce por el don de Dios, «el don de Jesús que se vuelve a mostrar con paciencia y le permite que toque aquello que su certeza necesita». Y esta, tal y como indicó monseñor Montoya, «es nuestra tarea: somos el cuerpo de Cristo, que han de tocar los demás, los que se encuentran ahora zarandeados por el dolor, por la rabia, por el desconcierto, por la desesperanza». Entonces «aquellos que el Señor quiere emplear como un gesto de amor» serán «otros Cristos» para posibilitar «el salto a la fe […], para consolar, para mostrar la misericordia».

La pregunta por tanto en este tiempo de pandemia es: «Y yo, ¿cómo puedo ser esa carne de Cristo que facilite ese salto a la fe?». Un salto que puede ser inmediato, como el de Tomás, o paulatino en el tiempo, «de un modo que solo Dios conoce». Se puede «tocar el corazón apesadumbrado de los demás», para empezar, con la oración: «Qué misterioso poder el de la oración –explicó monseñor Montoya–. Está al alcance de todos, con las oraciones espontáneas del corazón, con las oraciones tradicionales, con la oración por excelencia que es la Eucaristía». Y luego, «con gestos de caridad, haciendo bien lo que cada uno puede hacer, lo que está al alcance de su mano. No se nos pide aquello que nosotros no podemos hacer», concluyó.

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