El cardenal Carlos Osoro comenzó su homilía del lunes de la IV semana de Pascua, durante la Eucaristía retransmitida por YouTube, destacando la fuerza del salmo recitado, «Mi alma tiene sed de Ti, Dios vivo», y recordando que «todos los hombres buscan esas corrientes de agua que den sentido a su existencia y a su vida». De ahí la importancia de ser cauces para que se encuentren con este Dios vivo, «este Dios que es la alegría de nuestro corazón».
Siguiendo su costumbre, el arzobispo de Madrid resumió en tres palabras las lecturas que se proclamaron: cerrados, abiertos y misioneros. «Jesucristo llama a todos los hombres»; a Pedro le costó al principio entender esto, estaba cerrado, «que son las cerrazones que a veces tenemos nosotros, incluso en nuestras propias costumbres; cuando la Iglesia da posibilidades de hacer las cosas de forma distinta, si yo estoy empeñado en que es así, decido eliminar a los demás; de alguna forma me identifico con Pedro antes de aquella conversión plena».
Sobre la palabra abiertos, el purpurado explicó que «todos somos pastores, […] todos tenemos que pastorear a todos los hombres». Y pidió dejar de ser salteadores y bandidos: «Asaltamos cuando queremos meter a la gente por nuestras propias ideas». «Abramos la puerta de Cristo, entremos nosotros por ella», pidió el cardenal y animó, «al tener la misma vida de Cristo», a ejercerla, darla y manifestarla. Este tiempo en el que se vivirán las consecuencias de la pandemia, el Señor «nos hace hacer una lectura de lo que somos cada uno de nosotros: eres amor».
«El Señor nos llama a ser, en estos momentos de la historia, misioneros. Dadores, entregadores y manifestadores del amor mismo de Dios a todos nosotros. Este mundo puede cambiar, por eso el Señor nos dice a todos: “Id, anunciad el Evangelio”», conluyó.