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Miércoles, 24 enero 2024 15:07

«A San Francisco de Sales le podemos pedir ser buenos comunicadores y testigos de lo que creemos»

«A San Francisco de Sales le podemos pedir ser buenos comunicadores y testigos de lo que creemos»

La Iglesia celebra hoy al patrón de los periodistas, san Francisco de Sales, que tiene una presencia destacada en la diócesis de Madrid gracias a la Orden de la Visitación (salesas), fundada por el santo y santa Juana de Chantal. Andrés Ramos, capellán del primer monasterio de la orden, en la calle Santa Engracia, esboza el perfil de este santo enamorado de la palabra.

A caballo entre el siglo XVI y el siglo XVII, Francisco ejerció su ministerio en Ginebra, «donde era muy difícil predicar, cuando las iglesias estaban vacías» por la gran influencie ejercida por el calvinismo. Así que él, «que era muy inteligente», empezó a escribir folletos que repartía por las casas «a través de los cuales acercaba el mensaje del Evangelio a todas las gentes». «Si no me pueden oír, me pueden leer», se decía.

Junto a esto, san Francisco de Sales «era un hombre que destacaba por la contemplación de Cristo en la cruz, y ahí descubre un tesoro: dulzura, humildad, pobreza, sencillez de corazón...». Y esto, afirma el capellán, «marca su estilo pastoral; él no quiso entrar en disputas, sino que para abrir el corazón del otro prefería la dulzura, la humildad y el respeto al otro, y esto le venía del corazón de Cristo». En una carta escrita a Santa Juan de Chantal le decía: «Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar contra los herejes es el amor, aun sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas».

Por último, el santo francés fue un hombre muy avanzado a su tiempo: habló de la llamada a la santidad de los laicos muchos siglos antes de que esta quedara manifiestamente expresada en Concilio Vaticano II. Él invitaba también a «ser completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo y los deberes del propio estado». Decía: «La vida cotidiana es una excelente maestra de santidad: soportar las pequeñas injurias, las pequeñas incomodidades, las pérdidas de poca importancia que ocurren cada día, esas pequeñas caridades cotidianas, ese dolor de cabeza, ese dolor de muelas, ese capricho del marido o de la mujer, ese vaso que se rompe, esos guantes que se pierden, esa pequeña incomodidad de ajustarse a un horario que nos permita rezar cada día, esa pequeña vergüenza de mostrar en público que somos creyentes, etcétera, etcétera…».

De hecho, cuenta la hermana María Mercedes, de la comunidad de Santa Engracia, su primera intención no fue crear una orden de clausura estricta. Él fue acogiendo «a las señoras cristianas de la época que atendían a los enfermos, a los pobres, pero, por la época, los superiores le comunicaron que si eran mujeres consagradas tenían que ser de clausura; cedió, pero mantuvo el espíritu». A diferencia de otras congregaciones, san Francisco no puso ninguna condición a entrar en la suya, ni de edad, ni de salud. «Recibía a toda la persona que sentía una vocación de consagración al Señor».

Rezar y publicar

El espíritu de san Francisco sigue hoy vigente en medio de Madrid. En la comunidad de Santa Engracia hay 24 religiosas desde los 30 hasta los 95 años. Viven de la oración y del trabajo. «Limpiar, mantener el monasterio, restaurar, que siempre estamos en obras, hacer las comidas, arreglar las ropas». Y gestionar las publicaciones de la orden. «Nos encargamos de todos los monasterios tengan nuestras publicaciones, seguimos traduciendo a san Francisco y a santa Juana y todas las circulares de la orden en el mundo». Además, están recuperando las vidas de todas las hermanas que han vivido en Madrid en los 275 años de presencia en la capital.

Es una «vocación al anonimato, a la vida oculta», y al desapego: «El santo quería que quedáramos libres para estar a disposición de Dios, intentado vivir su voluntad, aquí y ahora». Por eso, cada año en la congregación cambian los cargos, los oficios, las celdas, y las hermanas han de entregar su cruz, su rosario, su Oficio de Lecturas. También mantienen costumbres «muy bonitas», como el día de Nochebuena, antes de la Misa del Gallo, cuando toda la comunidad va de estancia en estancia visitando a los todos los Niños Jesús instalados —«¡aquí tenemos hasta 40!»— para adorarlo.

Veneración de la reliquia

En el monasterio de Santa Engracia se podrá venerar la reliquia del santo tras la Eucaristía solemne de las 18:30 horas, este miércoles, 24 de enero. Una reliquia de un santo, explica Andrés Ramos, «es un signo que nos hace recordar a esa persona que respondió a Cristo, que nos estimula con su ejemplo y nos ayuda con su intercesión». Se trata de un trozo de alguna parte del cuerpo, o de una tela de su hábito, entre otros, que son parte de «una vida de respuesta generosa al amor de Dios». Por eso, venerar una reliquia no es solo besar o tocar, sino evocar esa santidad de vida.

En este día del santo, concluye el capellán, se le puede pedir «que seamos buenos comunicadores y testigos de lo que creemos, y que lo hagamos con esa sencillez y dulzura».

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