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Jueves, 09 octubre 2025 09:31

Ángel Igualada, capellán del centro de tercer grado Victoria Kent: «Me he sentido pobre con los pobres»

Ángel Igualada, capellán del centro de tercer grado Victoria Kent: «Me he sentido pobre con los pobres»

Nos encontramos con Ángel Igualada en el bar Fátima, justo enfrente del Centro de Inserción Social Victoria Kent, antigua cárcel de Yeserías, en el barrio de Delicias. Construido a finales de los años 20 del siglo pasado como asilo de mendigos, tras la Guerra Civil pasó a ser centro de internamiento de presos políticos, después prisión de mujeres hasta 1991 y, desde entonces, centro para presos de tercer grado penitenciario que alberga, además, una unidad de madres con niños de hasta 3 años.

Ángel es el sacerdote que forma parte del equipo de capellanía del centro, junto a María [María Yela, responsable de Pastoral Penitenciaria de la diócesis de Madrid], Estrella y Alfonso. Le gusta hablar de capellanía y no de capellán, porque es un equipo de personas los que atienden a aquellos que están en régimen de semilibertad (tercer grado), que les permite trabajar o estudiar durante el día y después ir al dormir al centro, o a sus casas con pulseras telemáticas.

Cuando Ángel habla, sabe de lo que habla. Casi 50 años como capellán de cárceles le da un bagaje como pocos. También la paz y el sosiego del que ha recorrido ya mucho camino tratando la delincuencia, en lo que él se especializó formativamente ya antes de entrar en el seminario, desde la perspectiva de los barrios y de los pobres. Sus raíces espirituales se hunden en el carisma franciscano de cuando estudió con los capuchinos de El Pardo y la teología para seglares que cursó en la Institución León XIII. Allí se empapó de un Jesús salvador y liberador y se planteó ser cura (imagen inferior, confesando a un interno).

Angel Igualada confesion

No le fue fácil, porque «yo no quería ser cura». «Por el poder», explica. Pero aprendió que se podía ser cura de otra manera, así que estando ya en el seminario pidió ir a un barrio pobre y lo mandaron a la UVA de Villaverde Alto, asolado en aquellos años 80 por la heroína y con muchos de sus feligreses en la cárcel. «Quise formarme bien para ayudar a esta gente» y así es como se especializó en marginación para poder actuar, ya dentro de la cárcel, en las causas psicológicas de la delincuencia. «La droga es un negocio que manipula a la gente», sentencia.

A aquel joven que le daba miedo aferrarse al poder si se hacía sacerdote le ordenó el Papa san Juan Pablo II junto a otros 140 seminaristas, en la multitudinaria ceremonia de Valencia en el año 1982. Y después «me uní al grupo para ir a la cárcel», por aquel entonces la de Carabanchel. Visitaba sobre todo a los jóvenes, y con ellos formó grupos de autoestima, valores y, evidentemente, de evangelización. «Hacíamos oraciones, celebrábamos la Misa… ¡Los chavales cantaban a tope!». (en la imagen inferior, con uno de los grupos de autoestima en una fiesta dentro de la cárcel).

Angel Igualada autoestimapsd

Llegada al Victoria Kent

De la UVA lo destinaron a parroquias del barrio de San Fermín y después a San Blas, pero nunca dejó la cárcel. De hecho, estando en este último fue cuando, hace 15 años, le ofrecieron incorporarse al Victora Kent. Con el objetivo de irse reinsertando, los presos que llegan allí no son los más complicados, reconoce el sacerdote, porque han conseguido este régimen por buena conducta —«son los selectos»—, pero se complicado el hacer grupos porque solo van a dormir.

Es, con todo, un momento difícil para ellos. Recuerda Ángel que «la peor dinámica de grupo de mi vida fue el día que tratamos el futuro». Porque igual la mujer les ha dejado, los amigos ya no están, no hay esperanza laboral, «cuando salen no saben cómo es la sociedad» y los que no han tenido ningún permiso quizá no saben ni usar el transporte público.

Al centro donde está ahora, los internos «van llegando entre el lunes y el jueves de cada semana» y después empiezan su nueva vida en semilibertad. El primer día se presenta por si quisieran hablar. Con los que se quedan a trabajar en el propio Victora Kent quizá es más fácil establecer una relación un poco más estrecha. «Yo estoy al servicio de la gente», de todos, también de los familiares de los reclusos e incluso de los funcionarios. A veces, de hecho, habla más con ellos.

«Nuestra labor es evangelizar, claro, pero aquí los medios son muy distintos». Nada que ver a cuando acudía a Carabanchel o Alcalá Meco a estar con los internos de segundo grado —los que pueden moverse y hacer más cosas dentro de prisión, frente a los de primer grado, que solo tienen una hora de patio—. «Están deseando que vayas, y si son de tu barrio y tu parroquia, entonces ya es una fiesta». Tanto, que incluso dejaban de ir a la sesión de cine de la cárcel por «vernos a nosotros» (imagen inferior, teatro escenificado de la Pasión en Alcalá Meco).

Angel Igualada pasion

Misionero en Ecuador

Entre medias, el sacerdote se fue seis años de misionero a Ecuador. La experiencia le dice que «aquí se necesita más que allí, porque allí están abiertos, pero aquí la gente es indiferente». Es fácil que a Ángel se le ilumine la cara cuando habla, del entusiasmo, pero cuando lo hace de sus años de misión es hasta contagioso. Le dolió dejarla, pero aquí, en Madrid, le seguían necesitando.

A sus 71 años, el sacerdote se acaba de cambiar de nuevo de barrio. A Entrevías, «donde ya había estado 15 años antes», cuando en la UVA de Vallecas estaba integrada La Celsa, que en su día fue el mayor supermercado de la droga de Madrid. Colabora con las parroquias de los josefinos de Murialdo, en el Pozo del Tío Raimundo, y está ahora desgastándose en prevenir el suicidio juvenil.

Angel igualada mujer

Trabajar en la prevención

«La labor en la cárcel no es en la cárcel; es prevenir fuera». Por eso, «he querido siempre trabajar en la prevención», y Ángel se empezó a ir a los institutos, a los colegios, a las parroquias, y crear grupos de jóvenes que, si estaban jugando al fútbol, no estaban en contacto con los camellos. «Si sigo es porque sé que con un poquitín de ayuda, un chaval sale adelante». «También cuando encuentran una chica maja», dice con sencillez.

Un chaval que lo tiene todo en contra: como aquel que se tenía que esconder debajo de la cama cuando volvía su padre, siempre borracho; u otra que «su casa era un infierno, con el padre y la madre alcoholizados, una hermana prostituta, otro drogadicto», que hasta tenía que tener el armario con candado para que no le robaran. Un «milagro de la vida» esta chica, que salió adelante y ahora tiene críos. O ese que en casa se alumbraban con velas porque no había dinero para pagar la luz; o aquel otro cuyo padre era vendedor de drogas...

Angel igualada futbol

Modelos nada recomendables, y por eso Ángel intentaba «cambiarlos de ambientes». «En la UVA la gente estaba todo el día trabajando y los niños todo el día en la calle; aprendieron a sobrevivir». Y los que delinquían y eran detenidos se convertían en los héroes del barrio. «Porque te has enfrentado a la “poli”, porque vas a ir a la cárcel y a aprender allí dentro más…». Así, en esos grupos que Ángel montaba tras las Comuniones, «para que la Primera Comunión no fuera la primera y la última», se vivía un ambiente de familia, «esa que no tenían». «Ay, Ángel, lo que has hecho por nosotros», le decían. «Cuántos no habrán caído en las drogas gracias a los grupos de prevención», reflexiona hoy el sacerdote.

«En estos 47 años todos los días ha habido alguna aventura», y así Ángel podría estar hablando y hablando de sus chicos y de cómo han vuelto su mirada a Dios. Algunos, al principio con recelo, cómo va a entender a Dios Padre un hijo maltratado, reflexiona, pero «cuando se encuentran con personas que les muestran a Dios, todo el mundo quiere convertirse a eso». Ha luchado mucho por los chavales y, salir adelante, algunos han salido, «lo malo que antes con la droga se morían muchos». Pero sí se han rescatado a chicas del alcohol y se han acompañado a presos con los que ha seguido una amistad. «Un chico de Alcalá Meco me pidió bautizar a sus niños».

Angel Igualada misa copia

Ángel se situó al lado de los más pobres de los pobres, porque los encarcelados «no tienen ni a su familia, ni a sus amigos…». Un día, paseando por Alcalá de Henares, vio a un interno que había salido de permiso. Estaba tomando un café en una terraza, triste. «Ángel, si lo sé no salgo; me siento solo».

El capellán sabe que «estás amando a Dios en el preso, te estás ganando la vida eterna». Ahora se ve como «un siervo inútil» que, «gracias a Dios», se rodeó de buenos profesores, se inspiró en san Francisco, «que me inculcó el amor a los pobres» y ha vivido con las gentes de barrio. «A mí la gente me ha hecho cura, pero cura desde el amor, desde el sacrificarse a uno mismo, como Jesús, y ayudar a los demás, jugándose la vida por curar en sábado». Le ha hecho cura su gente y el Evangelio, y esa teología de Juan XXIII, de León XIII… Ha implicado su vida entera, porque «ser cristiano no es jugar a ser cristiano». «Me he sentido pobre con los pobres».

Angel igualada luna

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