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Jueves, 25 mayo 2023 16:27

Ángel Valdivia: «Cuando se predica la Palabra de Dios en un sitio transforma toda la sociedad y a la gente en positivo»

Los misioneros Ángel y Fernando acompañados por dos seminaristas nativos y laicos del MCSPA Los misioneros Ángel y Fernando acompañados por dos seminaristas nativos y laicos del MCSPA

Fernando Aguirre y Ángel Valdivia son dos sacerdotes españoles, catalanes de origen, «aunque de raíces andaluzas», confiesan al unísono, que están de paso estos días por Madrid.

Pertenecientes a la Comunidad misionera de San Pablo Apóstol – MCSPA, ambos han animado al cardenal Demerew y a varios obispos de Etiopía a participar esta semana en la Misa misionera mensual que celebra la MCSPA en la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón.

«En realidad, indica Fernando, los obispos han venido invitados por La Obra de la Iglesia, que celebra el 25 aniversario de su aprobación pontificia. Conocemos al cardenal Demerew y a otro de los obispos desde hace más de 30 años. Hemos trabajado en sus diócesis, y tenemos una relación bastante cercana. Por eso, nos pidieron si podíamos ponerles en contacto con distintas organizaciones, como Manos Unidas, Ayuda a la Iglesia Necesitada o Cáritas, para que puedan presentar sus necesidades». Un periplo de entrevistas en el que están inmersos durante esta semana, sacando tiempo para saludar al arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro.

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Misión en Etiopía

«Concebimos la evangelización para ayudar sobre todo a obispos muy pobres en países remotos, en lugares marginales», señala Fernando, en la actualidad coordinador de los misioneros de la Comunidad misionera de San Pablo Apóstol, asociación pública de fieles formada por sacerdotes y laicos.

Hace 30 años que comenzaron su andadura en Etiopía. «Es el segundo país más poblado de África, con 120 millones de habitantes. Es donde está la sede de la Unión Africana. Ellos se consideran el único país africano que nunca ha sido colonizado por una potencia extranjera. Y tienen una cultura milenaria. Son en su mayoría cristianos ortodoxos», explica Ángel.

La MCSPA tiene varias presencias en este país africano, donde sus misioneros realizan la misma labor: trabajo de construcción de pozos para extraer agua, guarderías, nutrición, trabajo con mujeres, talleres de agricultura, educación…

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La misión Andode está en estos momentos cerrada «porque los misioneros no pueden llegar. Debido a los conflictos bélicos, ha quedado todo arrasado. No hay gente en el poblado. Está todo abandonado. Llevamos un año y medio esperando volver, y mientras apoyamos a la gente enviando comida, fondos, medicinas… Trabajamos con los empleados de la zona, pero remotamente», apunta Ángel.

Otra de ellas, de reciente creación, es la de Endeber, «atendida por dos misioneras kenianas. Porque muchas de las misiones las llevan vocaciones nativas, gracias a Dios», sonríe Fernando.

En la de Muketurri, continúa Fernando, «perteneciente a la diócesis de Adís Abeba, hay mucho diálogo con la iglesia ortodoxa etíope. Llevamos 15 años sin evangelización directa, simplemente a través del desarrollo. Nosotros trabajamos con la comunidad a través de guarderías, agua y nutrición… Y ahora acabamos de construir una primera capilla».

Por último, en la diócesis de Jima-Bonga, cuentan con dos misiones: la de Mizan, «en la región de Kafa, donde se originó el café», con una zona donde viven los menit, «una comunidad marginal de epilépticos que viven en unas circunstancias muy necesitadas. Nos ha pedido el obispo que conectemos esta misión con la de Nyangatom, donde trabaja Ángel, porque, a partir de un punto, hay cientos de kilómetros donde no hay presencia católica, y nuestra labor es realizar pequeños proyectos que marquen la presencia de la iglesia católica», expresa Ángel.

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Acompañamiento a pastores nómadas

La misión de Nyangatom, al sur de Etiopía, es donde trabaja en estos momentos Ángel. «Atendemos a unos 30.000 habitantes de la etnia nyangtom, en el valle de Omo. Son pastores nómadas. Una tribu que se mueve por un territorio que abarca las diócesis de Jima-Bonga y Sodo, en Etiopía, la de Torit en Sudán del sur, y la de Lodwar, al norte de Kenia. Tres países, cuatro diócesis y una tribu de pastores nómadas. Igual que esta tribu, hay otras 15 en el valle del río Omo …».

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«Empezamos en un lugar donde no había ninguna misión católica, prosigue. Prácticamente no había cristianos. La gente nos pidió que fuéramos allí, a ayudarles con el agua. Y que les explicáramos más la Palabra de Dios. Aunque al no ser cristianos no entendían mucho lo que quería decir, para ellos la Palabra de Dios no es un libro que abres y lees, sino que es algo más amplio. Cuando se predica la Palabra de Dios en un sitio transforma toda la sociedad y toda la gente en positivo».

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Los primeros cuatro años, vivieron en tiendas de campaña, «en medio de una aldea de población pastoril». «Comenzamos perforando pozos, haciendo un estudio de las necesidades de la gente, y prestando atención pastoral y médica… También hicimos de conductores de ambulancia y ofrecíamos primeros auxilios», evoca. Cuatro años después, comenzaron la construcción de la misión. «Empezaron por el vallado, porque la seguridad es fundamental ya que el terreno está cerca de un parque nacional, con leones y elefantes, y al lado de una zona de conflicto, confluencia con Sudán, Kenia y Etiopía, donde hay refugiados y rebeldes de distintas facciones… », añade Fernando. «Después, continuamos con los edificios técnicos, para reparaciones … Y las casitas para los trabajadores», con los que conviven los misioneros. «Dentro de poco acabaremos de construir la primera iglesia», afirma Ángel.

Desde el 2021, esta misión cuenta con dos escuelas: una de preescolar -1 y 2- y otra que va a continuar en primaria. «Ha sido posible gracias a la ayuda de voluntarios de Madrid, profesores que nos siguen apoyando. Por ejemplo, una pareja ha estado un año y medio como voluntarios, y nos han ayudado a poner en pie las dos escuelas, y a formar a profesores locales», agradece su responsable.

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Para Fernando, esta misión es una oportunidad para poder acompañar a una de las tribus del valle del Omo, todas ellas sin evangelizar. «Se están adentrando ahora en lo que es el siglo XXI, y es un choque brutal», ya que «antes solo conocían las tres k: la coca cola, el crucifico y el kalashnikov». Por eso, «es muy importante que la iglesia católica los pueda acompañar en este proceso. La carencia principal es la falta de agua. Las luchas étnicas están motivadas por los recursos para la supervivencia: el control de un pozo, o una zona de pasto, o por los animales». Y es que, en una zona donde la hambruna está muy presente, las armas se han convertido en un problema en el último medio siglo. «Proceden de los conflictos que ha habido, sobre todo en Sudán del sur, y la gente las ha ido adquiriendo, cambiándolas por ganado, para proteger sus territorios y sus animales».

Concluye afirmando que «el gobierno está haciendo esfuerzos para llegar a este lugar y para ayudar a sus comunidades. Nosotros somos colaboradores de ese esfuerzo. Nuestros misioneros trabajan mucho con el gobierno local, y con la misma tribu, ganándose su confianza. Pero los protagonistas tienen que ser ellos, porque es su país, y sobre todo la tribu local».

Las ayudas a los proyectosde africanos de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol (MCSPA) se canalizan a través de la Fundación Emalaikat.

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