Religiosas en Barrios es una de las entidades que integran la plataforma Iglesia de Madrid por el Trabajo Decente (ITD) que este miércoles conmemorará el 1º de mayo, con el lema 'Cuidamos el trabajo para cuidar a las personas'.

Bene Bergareche forma parte de la comunidad de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Nevers que desde hace 10 años está presente en el madrileño barrio de Lucero. «Empezamos siendo 4 - evoca -, pero en enero de este año una de las religiosas se desplazó a la comunidad que tenemos en Vila-real (Castellón). En los inicios, tuvimos la suerte de que dos de las hermanas pudieron encontrar trabajo bastante pronto: una de ellas en una residencia de ancianos, como apoyo a la animación, y la otra en el comedor social Santiago Masarnau, como trabajadora social. Las otras dos, ya jubiladas, nos hemos ido comprometiendo en diferentes realidades de la zona: en la asociación vecinal, en Cáritas parroquial, en las VIS de Laguna (viviendas de inserción social de Cáritas), participando en los grupos de reflexión PDE (Plan Diocesano de Evangelización) de la parroquia, en la entonces Delegación de Pastoral de Trabajo representando a las Religiosas en Barrios…».

Por eso, desde su experiencia, considera que «la fiesta del 1º de mayo tiene el gran significado de concentrar en torno al mundo del trabajo a la sociedad entera desde las diversas reivindicaciones: ciudadanía, sindicatos, partidos, Iglesia… Es una manera de crear conciencia: conciencia en Iglesia, con la celebración de la Eucaristía, y conciencia en la sociedad, con las manifestaciones». «En cuanto al lema - declara -, aunque cada año lleva su matiz, me parece que en esta ocasión pone el acento en lo esencial y fundamental, en lo prioritario. Cuidar el trabajo es aportar salud a la persona, a la familia, puesto que “cuidar” tiene el sentido de devolver “bienestar” físico, mental, emocional y hasta espiritual a la persona».

Alivio y amor a los pobres

«Nuestra Congregación - explica Bene - nace en 1680 en un pueblecito rural del departamento de la Nièvre en Francia, llamado Saint Saulge. Nuestro fundador, marcado a la vez por las horas de contemplación del crucificado y por la miseria que sufrían los habitantes de la zona invadidos en ese momento por las tropas del rey Luis XIV, quienes arrasaban las cosechas y todo cuando encontraban útil para su sustento y calor..., como digo, conmovido por esta realidad, pide a unas jóvenes colaborar con él en la gran tarea de aliviar todo tipo de necesidades. Y así funda la Congregación, dando esta orientación a sus primeras jóvenes: “Debéis llevar una vida sencilla, común, uniforme, como la del resto de la gente…Porque debéis comprender de una vez que no estáis llamadas a una vida particular y religiosa, sino a una vida ordinaria y constantemente cristiana que es, sin duda, la mejor”». A esto se une otro consejo: «el alivio y el amor a los pobres debe ser vuestro cuidado principal y esencial. No podemos testimoniar mejor nuestro amor a Jesucristo que en la persona de los pobres».

«La regla de vida - indica Bene -, referencia para todo el Cuerpo Apostólico, define así nuestro carisma: “Llamadas por el Padre, consagradas con Cristo en el Espíritu, estamos enviadas a los lugares del mundo y de la historia marcados por la pobreza y la exclusión para cumplir la única misión de la Congregación: “Manifestar al mundo la ternura de Dios-Padre, la Caridad de Dios”».

Integración social

Carisma y misión que estas religiosas ponen en práctica a través de su integración social en este barrio madrileño. «En el marco de la asociación vecinal - comenta Bene -, funciona desde hace más de quince años el taller de Lengua y Cultura, que consiste en clases gratuitas a mujeres migrantes. Proceden de diferentes zonas: Marruecos, Mali, Sudán, Brasil, Bangladesh, China, algunos países del Este… La formación se imparte en grupos, según nivel, por profesores voluntarios. Yo participo en esta iniciativa atendiendo a un grupo en nivel de alfabetización. Además, asisto a las reuniones semanales de la directiva. Pero este taller está abierto a todo el que quiera participar y colaborar: solo se pide una permanencia semanal de dos horas por la tarde». Y «cada año, en las fiestas del barrio promovidas por la asociación vecinal, la comunidad entera de hermanas se involucra, según las disponibilidades, colaborando en la cocina o en la barra y también disfrutando de ellas con los vecinos».

«Otra hermana - continúa - se implicó en la acogida de Cáritas en la parroquia y en el reparto de alimentos. Además, en las VIS ayudamos prestando el servicio de apoyo escolar a los hijos de las familias acogidas en esos pisos, y también en la acogida, atendiendo a las llamadas telefónicas u otros menesteres. En cuanto a la parroquia, hace un par de años un grupo pequeño, fruto del PDE y de la reflexión sobre la sinodalidad, nos planteamos la necesidad de propiciar medios para dinamizar la vida de la comunidad parroquial. Empezamos preparando vigilias o celebraciones en los tiempos litúrgicos fuertes, como Adviento, Cuaresma o Pentecostés, y en situaciones mundiales conflictivas, como la guerra de Ucrania… También ofreciendo talleres de formación: Fratelli Tutti, Jesús de Nazareth… Y, atrayendo al Secretariado de Pastoral para que se celebrara en nuestra parroquia la Eucaristía sobre los accidentes laborales. Hoy, este pequeño grupo sigue trabajando, en este momento proponiendo una asamblea parroquial previa elaboración de una encuesta distribuida a todos los feligreses».

«La hermana que trabajaba en la residencia de ancianos - apunta - en la actualidad trabaja como voluntaria, junto a otras muchas personas, en el comedor social Santiago Masarnau. Ella colabora en la cocina, haciendo un poco de todo: pelar patatas, zanahorias, preparar tomates, seleccionar las frutas, etc. También ayuda a distribuir la comida a los usuarios que acuden a comer, en el servicio de mesa, o repartiendo la comida en el autoservicio…. Y colabora acompañando a la trabajadora social de Cáritas del arciprestazgo en pegar tiques, hacer llamadas, introducir en la base de datos todo lo referente a las ayudas que da Cáritas a familias o personas concretas, y acompañando a quien hace la acogida en una parroquia».

Tocar la precariedad

Bene asegura que «nuestra inserción en las diferentes realidades nos pone en relación con familias y personas migrantes, con personas en calle, con muchas mujeres solas con hijos a su cargo y sin recursos, con la gente del barrio, con nuestros vecinos de portal y patio…». Una relación, prosigue, «que nos hace tocar la precariedad en la que se encuentran familias enteras y personas: sin un techo que les cobije; viviendo en una habitación y, a menudo incluso compartiendo la habitación. Con alquileres de pisos o habitaciones excesivamente altos. Sin trabajo. Con dificultades para lograr los papeles para regularizar su situación». También les permite contactar con «muchas personas en calle que acuden al comedor, con una salud mental deteriorada por el alcohol, por la droga o simplemente la vida en calle». O «con mujeres que vienen a clase, que han tenido una vida anterior dura, que les impidió ir a la escuela en su país, y que ahora afrontan el aprendizaje de otro idioma, para algunas con otro alfabeto… Es muy, muy complicada la alfabetización».

Afirma que «este tener nuestros pies y nuestro ser en el sustrato de la sociedad, de la Iglesia y de la vida de las personas, no es sólo un dar de nuestra parte sino un recibir mucho de ellos. De los equipos con quienes trabajamos recibimos el compromiso perseverante por defender los bienes públicos y comunes a todos: sanidad, educación, vivienda, el entorno del barrio… Y la benevolencia hacia quienes aportan menos, la acogida a todo el que se acerca, el respeto por el diferente».

En cuanto a «las personas a las que se atiende», valora «su empeño por lograr una vida digna, un trabajo, un techo, su agradecimiento por la acogida recibida, su paciencia, la valentía de muchas mujeres por afrontar solas la vida». «Todo lo que recibimos de ellos - insiste - me remite a lo que decía nuestro fundador: “Estad siempre dispuestas a compartir con los pobres de Jesucristo los bienes que habéis recibido de su liberalidad. Considerad que deben daros un día mucho más de lo que han recibido… ellos son los verdaderos ricos y nosotras las verdaderas pobres”».

Trabajo, primordial y esencial

Esta religiosa inmersa en la realidad social de los barrios reconoce que, en su día a día, «también nos encontramos con personas que exigen de inmediato que se les dé solución a todas sus necesidades como una obligación y deuda hacia ellos». Pero, a pesar de ello, remarca que «lo dado y recibido alimenta nuestra vida común apostólica compartiendo y celebrando en la oración, confrontando en los encuentros de revisión o formación. Toda esta realidad pone en evidencia que el trabajo es primordial y esencial para la persona. El trabajo da asiento, equilibrio, dignidad y realización a la persona; seguridad, bienestar, y porvenir a la familia; una persona con trabajo aporta a la sociedad». Y advierte: «La falta de trabajo es la causa principal de precariedad y empobrecimiento de la vida de la familia y de las personas y, muchas veces, el origen de climas de inestabilidad, violencia y de ruptura en las familias y parejas…causa también de inestabilidad emocional…».

«También nosotras mismas vivimos de nuestro trabajo - manifiesta - y participamos así de la realidad laboral de tantos otros, de la lucha por las condiciones dignas y por el respeto de las normativas que rigen los convenios. Nuevamente me remito a las palabras de nuestro fundador a este respecto: “Sed afanosas en vuestro trabajo y pensad que seréis en verdad hermanas de la Caridad si vivís de ello y que además os posibilite socorrer a quienes se encuentran en necesidad". «Sin embargo - incide -, siendo tan esencial y noble el trabajo, sus deformaciones y deficiencias: contratos parciales, varios contratos al mismo tiempo, horarios de trabajo entrecortados, trabajos en varios lugares con desplazamientos prolongados, el trabajo en negro sin contrato, malas condiciones que provocan accidentes, salarios que no llegan a cubrir las necesidades básicas familiares…etc., son causa precisamente del efecto contrario a un trabajo digno: producen inseguridad frente al futuro, precariedad, estrés, desequilibrio familiar, enfermedades y muerte…».

Finaliza citando algunos «modos de compromiso y trabajo de comunidades religiosas en barrios», como «la comunidad inter congregacional de Lavapiés con su motor, Pepa Torres, totalmente implicadas en luchar por el trabajo de las mujeres de servicio doméstico creando el colectivo Territorio doméstico, también por los manteros… O iniciativas inter-congregación como la Asociación Puente Esperanza que nace en 2005 para dar respuesta a la realidad de precariedad del colectivo inmigrante en el barrio de Tetuán». Y «otras muchas comunidades de diversas congregaciones que trabajan en primera línea en los barrios con los colectivos excluidos, creando mesas de empleo…», concluye.