Los jóvenes voluntarios que participan en la iniciativa Bocadillo Solidario, impulsada por Pastoral Universitaria y Cáritas Madrid, recorren las calles de la capital —Recoletos, plaza de Colón, Ópera o Jacinto Benavente— con un objetivo muy concreto: acompañar con conversación y un café a las personas que viven en la calle.
Paula, una de las voluntarias, comparte que lo que más le gusta es ver cómo se puede alegrar el día a alguien con un pequeño gesto. «Había un señor que venía de Francia, y al hablarle en su idioma se le iluminaron los ojos», recuerda. «Te das cuenta de lo afortunada que eres y de las dificultades que viven otras personas».
Otra joven voluntaria confiesa que lo que más le impresionó fue descubrir que cada persona tiene su historia, sus pensamientos, su manera de ver el mundo. «Escucharles —dice— ayuda a que no se sientan invisibles».
Durante los recorridos surgieron historias muy distintas: un hombre que antes instalaba aires acondicionados y ahora trabaja como cristalero; otro que estaba escribiendo un libro; o una persona paquistaní que llevaba consigo un texto de gran valor personal. En algunos casos, hablar en su idioma fue clave para romper barreras y percibir de cerca esa soledad que pesa tanto.
La secretaria general de Cáritas Madrid, Pilar Algarate, agradeció la implicación de los jóvenes y recordó que acompañar no es fácil. No se trata solo de entregar un bocadillo o un café, sino de sentarse, escuchar y mirar con respeto. También subrayó que muchas de las personas que viven en la calle no lo hacen por «desidia», sino por la falta de recursos estructurales: no pueden pagar un alquiler, carecen de estabilidad laboral o se enfrentan a barreras administrativas.
Por su parte, los responsables del proyecto animaron a los voluntarios a que el espíritu del Bocadillo Solidario trascienda esas horas de servicio. «Intentad llevarlo a vuestro día a día. Hay muchas personas que, aunque tengan un hogar, también sufren soledad. Y nosotros podemos ser una presencia que mire, escuche y acompañe».