La catedral de la Almudena acogió el pasado sábado, 19 de marzo, la conmemoración de los 150 años de la fundación de la Congregación de San José por san Leonardo Murialdo, y los 60 años de su presencia en España. El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, presidió la Misa, en la que estuvo acompañado por, entre otros, el padre Juan José Gasanz, superior mayor de los religiosos en España; el padre Salvatore Curró, delegado del superior general de la congregación; Óscar García, vicario episcopal de la Vicaría IV; el padre Elías Royón, SJ, vicario episcopal de la Vida Consagrada, y otros sacerdotes josefinos de Murialdo, religiosos y diocesanos. También estuvieron presentes congregaciones como las Doroteas, las Hijas de San José, las Josefinas Trinitarias, las Hermanas del Santo Ángel, el Instituto Secular Cruzada Evangélica o las Hijas de la Caridad.
«Querida familia de Murialdo –saludó purpurado a los presentes–, lo que más me ha impresionado y quizá más me ha sorprendido es que veo que sois una gran familia». Una familia con Jesucristo en el centro, dijo, y en la que «queréis hacer visible y real la figura de san José», que «resplandece gracias a vosotros». Como el santo patrono de la Iglesia universal, «hoy necesitamos ser hombres y mujeres dispuestos a llevar a cabo los planes insondables de Dios». También en medio de los desafíos que presenta la humanidad, como este de la actual guerra de Ucrania.
Recordó el arzobispo los inicios de una congregación cuyo fin apostólico fue «la formación de la juventud, especialmente de la más pobre y más abandonada». «Qué historia más bella la de vuestra fundación», alabó, y destacó de Leonardo Murialdo su ser «padre de huérfanos, educador de trabajadores» que, inspirándose en san José, «vivió con pasión la vocación educativa». «Seguid acogiendo la gran llamada a ser padres dedicados a la juventud», los animó.
Cuánto bien sembrado entre los jóvenes, en las parroquias, en los centros de formación, en los colegios, en los seminarios, reconoció el purpurado, en todos esos lugares en los que se prepara a los jóvenes para la vida, inculcándoles los valores cristianos, acompañándolos para forjarse un futuro. «Junto a vosotros», aseguró, muchos se empaparon de la espiritualidad josefina: la humildad, la caridad, el amor al trabajo de san José, la oración como intimidad con Jesús y María, «y muy especialmente de esa obediencia a la voluntad de Dios».
En el mundo como los «grandes seguidores de Jesús»
«Estemos en este mundo como Jesús», invitó en otro momento de la homilía el cardenal Osoro, como los «grandes seguidores de Jesús»; entre ellos, san Leonardo Murialdo, que «tiene una presencia viva a través de dos comunidades en nuestra archidiócesis de Madrid» (en las parroquias Nuestra Señora del Recuerdo, en San Blas, y Santa María del Pozo y Santa Marta y San Raimundo de Peñafort, en El Pozo). Un hombre que, como dijo san Pablo VI en su canonización, fue «un santo extraordinario en lo ordinario».
El prelado animó a los josefinos de Murialdo a vivir «desde el corazón», porque «esto no se hace solamente con ideas», y concluyó con palabras de agradecimiento: «Gracias por vuestra misión, gracias por vuestra presencia […], gracias por seguir manteniendo el carisma que Jesús regaló a vuestro fundador para servir a los hombres y muy especialmente a la juventud».
