Día «luminoso, una fiesta de inmensa alegría y agradecimiento» este 22 de junio en la Iglesia universal, que celebra la solemnidad del Corpus Christi. La catedral de la Almudena acogía a más de un millar de fieles para, como decía el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, «celebrar juntos la presencia viva de Jesucristo entre nosotros».
«Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal», cantaba la Escolanía diocesana de la Almudena durante la procesión de entrada de la Misa solemne de 12:00 horas. El cardenal Cobo presidía la celebración, acompañado de los obispos auxiliares de Madrid Juan Antonio Martínez Camino, José Antonio Álvarez y Vicente Martín. Asimismo concelebraban los obispos Adolfo González Montes, emérito de Almería; José Luis del Palacio, emérito del Callao (Perú) -al que sucedió el entonces obispo Robert Prevost, actual Papa León XIV-, y Jesús Galeote, vicario apostólico de Camiri (Bolivia).
Junto a ellos, una veintena de sacerdotes, vicarios episcopales, cabildo catedral, y autoridades militares y civiles: diputados de la Asamblea de Madrid, concejales del Ayuntamiento de Madrid, embajadores y representantes diplomáticos. Asimismo, órdenes militares, pontificias, vida consagrada, familias... «Somos muchos; lo importante es que todos vamos a aprender a mirar al mismo punto, a Jesús que nos convoca», decía el arzobispo de Madrid al comienzo de la ceremonia.
«Cristo se queda, y esto lo cambia todo»
Ya en la homilía, el cardenal Cobo comenzaba con palabra de consuelo y esperanza: «Cristo se queda, se queda entre nosotros, y eso lo cambia todo». «No nos abandona», abundaba. La fiesta del Corpus, ha contado, se instauró en el siglo XIII. Un «misterio grande» expresado en la fe popular con cantos, flores, incienso, ha dicho, que «nos ayuda a mirar con los ojos del corazón» para «aprender a adorar el Cuerpo de Cristo». Y cuando se adora, ha afirmado el cardenal Cobo, «no nos encerramos en nosotros mismos, sino que miramos fuera, anunciamos y salimos».
La Eucaristía, ha señalado, «es la que alimenta nuestra esperanza común». «Cristo se queda realmente en la Eucaristía», pero también se reconoce su «presencia viva en su Palabra, en los sacramentos y en la vida diaria de la Iglesia». Una Iglesia que se convierte en «pan para el mundo».
La fiesta del Corpus Christi remite al Jueves Santo. «El Corpus no se entiende sin esa noche santa» en la que Jesús «adelanta su entrega que culmina en la cruz». Y «estamos llamados a entregarnos como Él». El arzobispo de Madrid en este punto se ha referido al Evangelio proclamado este día, de san Lucas, sobre la multiplicación de los panes y los peces. «Una comida salpicada de signos que prefiguran la Eucaristía: bendición, entrega, comunión» y que es «respuesta a la compasión de Cristo» que «sale al encuentro de las necesidades» de los hombres.
Portadores del amor de Jesús
Para ello, cuenta con sus discípulos. «Jesús ha querido que sean sus discípulos los que lleven esta esperanza a la multitud». «Y hoy, en este Corpus, continúa invitándonos a eso», a «responsabilizarnos de tantas urgencias» en los barrios, en las parroquias, en las comunidades de vecinos… «¿A quién nos envía el Señor, a cada uno y como Iglesia?», ha inquirido el cardenal Cobo.
Al igual que los discípulos, que fueron reacios a atender a la gente, «cuántas veces le decimos a Jesús “no podemos”». Pero Él recoge «esa insignificancia» de sus discípulos, los cinco panes y los dos peces, «y le basta» para transformar a aquellos primeros en «en servidores de aquel gentío hambriento». Así, «el Señor nos hace sus colaboradores; necesita, quiere nuestra solidaridad, nuestra fe y nos hace distribuidores de su compasión, de su esperanza, de su Cuerpo y de su presencia». «Venir a la Eucaristía nos hace Eucaristía».
Como decía san Juan Crisóstomo, al que ha aludido el cardenal Cobo, «¿quieres honrar el Cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando lo ves desnudo». Porque la Eucaristía del altar y la Eucaristía del hermano van juntas, ha explicado el arzobispo de Madrid. Así, «os invito a poner lo poco» que, «aunque parezca insignificante, en manos de Jesús siempre de multiplica». Y «lo que se multiplica es el amor de Jesús: una sonrisa, una escucha sin prisas… Nuestras fuerzas son pocas, pero el amor de Jesús lo puede todo». Como «el pequeño esfuerzo de quienes prepararon aquella mesa el primer día», en esa noche santa de la primera Eucaristía. «Los gestos pequeños llenos de amor nos hacen peregrinos de esperanza», ha concluido el cardenal Cobo.
Al finalizar la Eucaristía, el Santísimo Cuerpo de Cristo ha sido llevado en procesión a la capilla de la Virgen, donde permanecerá expuesto para su adoración hasta las 18:30 horas de la tarde de este 22 de junio. A partir de las 19:00 horas, saldrá en procesión.