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Jueves, 01 febrero 2024 00:30

El cardenal Cobo en la «Vigilia de la Luz» en Roma: «Necesitamos a la vida consagrada para acompasar el ritmo de nuestra fe al ritmo de Dios»

El cardenal Cobo en la «Vigilia de la Luz» en Roma: «Necesitamos a la vida consagrada para acompasar el ritmo de nuestra fe al ritmo de Dios»

«Padre, merece la pena entregar la vida y construir la Iglesia con estos que consagras. Aquí los tienes son tuyos y se asocian a mi entrega». Con estas palabras el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, comenzó su homilía con ocasión de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, y en la víspera de la fiesta de la Presentación del Señor, en la Iglesia Nacional Española de Roma. En esta «Vigilia de la Luz», dirigida a todos los consagrados y consagradas, especialmente a los de lengua española que residen en la capital italiana, el cardenal ha explicado que «la vida consagrada que hoy acogemos es un regalo de Dios». «Sois consagrados por ser un gran regalo de Dios Padre a su hijo Jesucristo. Cada uno de vosotros y vosotras sois esa ofrenda que acoge el Hijo».

El arzobispo de Madrid ha profundizado en «las claves que hoy se nos ofrecen para afrontar este tiempo nuevo donde podemos renovar nuestra consagración, como luz en medio de tantas tinieblas». La primera, ha explicado, «aprender a ofrecer y dar gracias por lo que Dios nos entrega. María y José ofrecen al hijo, nosotros estamos llamados a hacer lo mismo: ofrecer al Cristo que crece en nosotros sin apropiaciones, acogiendo su ritmo y su centralidad». La segunda, «entregar la ofrenda de los pobres: un par de tórtolas o dos pichones. Ellos no tenían para hacer la ofrenda de los acomodados, que erala de un cordero. Pero Dios les dio la posibilidad de tener en brazos al auténtico “cordero que quita el pecado del mundo”, y eso es lo que ofrecieron». Por eso, ha dicho, «la vida consagrada está llamada a hacer la ofrenda de los pobres y a presentar, como María y José, a Cristo, pobre y pequeño, entre sus brazos». «Aprender a reconocer a Cristo y para sostener la esperanza»

Para eso, ha dicho, «necesitamos de vosotros los ojos de Simeón para acompasar el ritmo de nuestra fe al ritmo de Dios, para aprender a reconocer a Cristo y para sostener la esperanza tal y como lo hacen los pobres». Simeón, al contemplar al Niño «no pide nada más» porque «sabe que la promesa se ha cumplido y que el Señor le ha hecho tocar la cima de la plenitud. Ya toca la eternidad. Es la contemplación de que su espera ha merecido la pena porque ya ha visto en la semilla el destino y ha tocado la suerte del pueblo y de todas las naciones».

Simeón es imagen de los creyentes «que caminamos en pequeñas comunidades escuchando la Palabra. Simeón somos tú y yo, que recibimos y celebramos la Palabra cada día». Por eso, subrayado, «con Simeón y Ana renovamos ese don de la vida consagrada de “estar al pie del cañón” día a día, esperando. También aprendemos en la vida consagrada a “tomar en brazos a Jesús”, niño y pequeño y bendecir a Dios. Sí, bendecir, no quedarnos ni mirar atrás». Todo esto, ha proseguido, «significa abrazar a Jesús y no a otras cosas que podamos llevar en brazos.  Abrazar a aquel que es “signo de contradicción” y que necesita nuestro cuidado y nuestro acompañamiento en su crecimiento».

«Ni números ni éxito, sino reconocer la fecundidad de lo pequeño»

La fecundidad de la consagración «no está en los números, ni en el éxito, sino en la capacidad de ayudarnos a reconocer la fecundidad de lo pequeño y de poder sostener la pobreza, la castidad y la obediencia de Cristo en nuestros brazos». Vosotros, les ha exhortado para concluir, «sois peregrinos del futuro en el Espíritu desde vuestra experiencia de ofrenda y comunidad. Ayudáis a la Iglesia a caminar hacia el futuro, especialmente en este tiempo de ahondamiento en la experiencia sinodal. Vuestra vida comunitaria, vuestro aprendizaje en el discernimiento, vuestra manera de centrar comunitariamente la escucha de la palabra serán ofrendas que nos ayudarán a todos a acoger estas miradas de Simeón y Ana».

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