«Espíritu de Dios, queremos ser jóvenes encendidos por tu fuego, testigos alegres de tu Reino; queremos ser peregrinos de esperanza que contagien la alegría del Evangelio en todos nuestros ambientes». Los jóvenes de la diócesis de Madrid se reunían este viernes, 6 de junio, en la catedral de la Almudena, en la última vigilia Velad y Orad antes del verano. Y lo hacían en clave de Pentecostés, que la Iglesia universal celebra este domingo 8 de junio, pidiendo al Espíritu que «nos renueve, para que toda nuestra existencia sea una respuesta agradecida y generosa a la llamada del Señor que siempre nos espera».

El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, presidió el encuentro, animando a la escucha y espera del Espíritu, el mismo que «descendió sobre María» y que «a algún discípulo le sacó del miedo». «El mismo, el que siempre que toca el corazón de alguien le invita a unir, a dar alma y a transformar».Ser Iglesia, indicaba el arzobispo de Madrid en su meditación, «es sabernos reunidos por el Espíritu de Dios en medio de nuestras diferencias». Porque en esta vida hay cosas que no se eligen, «pero sí podemos decidir amarnos, escucharnos y caminar juntos, y ahí entra el Espíritu».

El aezobispo de Madrid insistía ante los jóvenes en la necesidad de caminar juntos, como comunidad de creyentes. «El Evangelio de Jesús no se anuncia solitariamente, no se camina en grupos cerrados o estancos; el Evangelio de Jesús se vive siempre en comunidad, se anuncia con otros y se realiza en la vida que se comparte».

La paz de Jesús

Cuando Jesús se presentaba Resucitado siempre lo hacía con su paz, como recordaba el cardenal Cobo en su carta pastoral para la Pascua. También hoy «Dios entra en nuestras habitaciones cerradas, en nuestros corazones heridos», y «lo primero que nos desea es la paz».

Como fuente de esa paz «regala su Espíritu, su alma, su aliento». Esto significa «que Jesús se fía» de cada uno. «Totalmente. Da su alma». Y porque se fía, «nos envía a nuestro mundo». Para ello, «no espera que seamos perfectos, espera que estemos disponibles» para realizar juntos su misión. «La respuesta no es otra que ser comunidad, Iglesia, jóvenes en salida, dispuestos a generar aires nuevos».

Esto implica compartir y hablar todos juntos lo que el Espíritu comunica, porque la Iglesia de Madrid, aseguró, no sabe lo que el Espíritu dice a cada uno si «no nos reunimos para ver lo que Dios quiere» de todos. «No hemos nacido para quedarnos encerrados en nuestros cenáculos». Y animó: «No dejéis de contar lo que Jesús ha hecho con nosotros», porque «mucha gente está esperando a la Iglesia» y «tú eres el cauce».

A veces, manifestó, da miedo «la diversidad, los que son distintos; pero el Espíritu nos ha hecho distintos, y lo que pide es que armonicemos la diversidad, no que seamos clones». «Somos enviados; Dios te da la paz y dice “me fío de ti”; ha puesto en ti una voz que tienes que escuchar no para ti, para la Iglesia. Nos toca salir de nuestros cenáculos, mostrarnos y ser rostro de la Iglesia», resumió el cardenal Cobo, que incluyó dos envíos especiales para los jóvenes: a la formación al desarrollo de «estructuras nuevas que puedan ayudar a escuchar al Espíritu, lugares nuevos de encuentro para que juntos podamos escuchar la voz del Espíritu».

LAB y envío al Jubileo de los Jóvenes en Roma

La celebración tenía un momento especial de cierre del curso de LAB Sal de tu Tierra, una formación que ha enseñado a escuchar a Dios, «a discernir en comunidad, a caminar juntos y a descubrir la llamada a la misión, y a ser Iglesia en Madrid». «Habéis ejercitado el corazón», donde también está la sabiduría y la capacidad de escucha, puso de relieve el cardenal Cobo.

El último de los momentos destacados de la vigilia fue el envío al Jubileo de los Jóvenes en Roma, del 28 de julio al 3 de agosto. «Haz que este momento que se abre ante ellos sea mucho más que un viaje», pidió el cardenal Cobo en su oración. «Que sea un camino de fe, un encuentro contigo, con el sucesor de Pedro, el Papa León XIV y con la Iglesia viva y universal», y que «al volver, traigan contigo algo nuevo: una esperanza más firme, una fe más viva, una caridad más parecida a la tuya».

De hecho, les pidió, ya en su despedida, que durante este tiempo que resta hasta el jubileo pensaran «qué tenéis que dejar en Roma a los pies de la tumba de san Pedro, que queréis ofrecerle, y, ya de regreso, a qué lugar tenéis que volver porque necesita esperanza».