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Miércoles, 15 marzo 2023 16:31

El nuevo monumento funerario del embajador confidente de Felipe II, en los Jerónimos, es «sencillo, elegante y noble»

El nuevo monumento funerario del embajador confidente de Felipe II, en los Jerónimos, es «sencillo, elegante y noble»

«Por la relación de siempre con los monjes jerónimos y por justicia histórica». Así explica el párroco de San Jerónimo el Real, José Luis Bravo, el porqué del nuevo monumento funerario a Hans Khevenhüller (1538-1606), embajador del Sacro Imperio romano germánico durante los reinados de Felipe II y Felipe III. El pasado domingo, 12 de marzo, fue bendecido después de una Misa a la que acudieron sus descendientes.

Al término de la celebración, presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, se trasladaron los restos mortales de Khevenhüller a su nuevo mausoleo. El párroco, que concelebró junto al vicario parroquial y al delegado episcopal de Cultura, fue el encargado de bendecir del túmulo.

El acompañamiento musical corrió a cargo del coro de la Universidad San Pablo CEU, dirigido por José María Álvarez. Se trataba de música compuesta ex profeso para la muerte de Kevenhüller, que no se llegó a estrenar por estar inacabada, y que fue descubierta hace un año en Padua (Italia).

Este nuevo monumento sepulcral ha sido elaborado en piedra de Colmenar de Oreja (Madrid), piedra verde de Granada y mármol blanco de Estremoz. Todos los gastos han sido sufragados por la familia Khevenhüller, que estuvo presente en la Misa junto a la guardia suiza y los estandartes de su casa.

Khevenhuller catafalco

Hombre de fe y amante de la cultura

A finales de 2022, el hallazgo de los restos mortales del embajador aceleró un proceso que la parroquia y la familia habían iniciado hace casi cuatro años con el proyecto de restauración de la estatua orante del embajador. Khevenhüller llegó a España en 1572 y estableció una estrecha relación con los jerónimos del monasterio junto al Retiro, en cuyas dependencias se solía alojar durante sus estancias en Madrid. Una orden que entonces era la principal orden monástica, y que en la actualidad cuenta con solo tres monjes y un novicio joven en el monasterio de Santa María del Parral (Segovia).

Confidente del rey Felipe II, que le hizo entrega del Toisón de Oro —la más alta distinción de la Corona española—, Hans Khevenhüller fue un hombre «de fe arraigada, caritativo y amante de la cultura y el arte; un hombre renacentista». Quiso ser enterrado en el monasterio de los jerónimos y dispuso cómo: encargó a Tintoretto un cuadro de la Coronación de María y pidió una estatua en actitud orante suya al estilo de las del momento, en alabastro.

Pero falleció antes de que estuviera terminada su capilla mortuoria, pensada junto a la sala capitular, por lo que sus restos se depositaron transitoriamente en la iglesia de San Pedro —casa de Jesús el Pobre—. Una vez concluidas las obras, Khevenhüller fue trasladado a San Jerónimo hasta 1808, año en el que las tropas napoleónicas asaltaron el monasterio y expoliaron el templo. Desapareció la capilla, al igual que el monumento funerario y el cuadro —nunca se recuperó—. A la estatua orante le cortaron la cabeza y las manos, y la lápida quedó seriamente dañada.

Khevenhuller estatua perfil

Hallados los restos en un nicho en la iglesia

De unos años a esta parte, la familia Khevenhüller empezó a mostrar un especial interés en rehabilitar la estatua y arreglar la lápida. La parroquia, propietaria de todas estas piezas, bajo acta notarial y con permiso de exportación del Estado, auspicia su viaje a Viena para su recuperación total, en una intervención sufragada por los actuales descendientes del diplomático.

La sorpresa llegó el 22 de noviembre del año pasado cuando, al retirar la lápida para su arreglo, se halló un nicho con unos restos que, tras los correspondientes análisis forenses, resultaron ser los de Khevenhüller. El hueco estaba practicado en el muro de una de las capillas del templo, la de Covadonga, y en él estaban casi todos los huesos del embajador imperial, sus ropajes y cintas, así como la empuñadura de su espada.

Khevenhuller bendicion

«Para la familia y para la parroquia fue un giro importantísimo —sostiene Bravo—. No se sabía que detrás de la lápida había un nicho; se sospechaba que habían ocultado el cuerpo, pero no existía la certeza de que había restos y dónde estaban». Así las cosas, la familia «conjuntamente con la parroquia, y con nuestro visto bueno, deciden realizar un monumento mortuorio que contenga los restos mortales, la estatua recuperada, la lápida y el escudo familiar». Un monumento que fuera, detalla el sacerdote, «sencillo, elegante y noble, huyendo de la ostentación vanagloriosa».

Junto a ello, se trató de dar cumplimiento al testamento de Khevenhüller, que dejó por escrito que quería estar en una capilla de la Virgen y con los ojos fijos en el sagrario. Por eso se ha colocado en la capilla del Pilar, y la estatua está orientada hacia el sagrario de la parroquia. El procedimiento ha sido tan escrupuloso que se llegó a verificar con láser que la vista recayera, efectivamente, en el tabernáculo. Coincide además que esta capilla está bajo el balcón desde el que el embajador participaba de la Misa, en sus aposentos.

La celebración del domingo fue, en definitiva, un ejercicio de memoria. «Los cristianos somos gente de memoria agradecida para más amar en el presente y en el futuro», concluye el párroco.

Khevenhuller retrato

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