El Monasterio de San Bernardo de Alcalá de Henares acogió ayer el inicio del curso propedéutico con una solemne eucaristía en la que participaron las familias de los 21 jóvenes que comienzan su proceso formativo y su vida comunitaria: 16 de Madrid, 2 de Pamplona y 3 de Alcalá. La Misa fue concelebrada por los rectores de los seminarios de Madrid, Pamplona y Alcalá de Henares, así como los formadores de dicha etapa.
Durante la homilía, Antonio Secilla, rector del Seminario de Madrid, dirigió unas palabras a los seminaristas, sus familias y los formadores presentes destacando la importancia de «responder y decir sí al Señor, dejando vuestras barcas y redes en la orilla del lago […] hoy comenzáis a caminar detrás de Jesús con una vida de oración y discernimiento, de obediencia y comunidad, de humildad y confianza».
«Hoy es el día que el Señor había soñado, no para terminar en el Seminario, sino para comenzar esta experiencia vital, de gracia y abandono en el Señor y en su Iglesia, que os marcará profundamente haciéndoos discípulos misioneros y configurándoos para siempre con Jesucristo Buen Pastor», afirmó.
Y recordó que el propedéutico es tiempo de verificación de la llamada, de confianza y de gratitud: «Un joven se me acercó ayer en el WOW Fest feliz y agradecido por el año que había pasado en esta etapa, sobre todo porque había descubierto lo que significa ser cristiano. Es un don precioso de todo bautizado. Aprenderlo, el gran regalo de este año».
Comentando las lecturas de ayer, el rector señaló que el profeta Amós advierte – en la Primera Lectura - contra la falsa seguridad: «¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sión!». «No pongamos las seguridades donde no están —añadió—. Aquí se os llama a descubrir a Dios y su misericordia, a conmoveros, a tener entrañas de misericordia, a comenzar cada jornada poniendo los ojos, como la humilde esclava de Nazaret, en las manos de su Señor».
Secilla recordó también la exhortación de san Pablo a Timoteo, que puede iluminar este tiempo de formación: «Buscad la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Ojalá esto forme parte de nuestra reflexión y examen del día». En este sentido, subrayó que la vocación es siempre una llamada al amor y a la entrega de la vida: «Es necesario el amor, la libertad, la entrega de la vida para alcanzar, la vida eterna».
El rector hizo memoria de los mártires, en particular de los seminaristas de Madrid cuya beatificación está prevista para este año. «Ángel Trapero, cuyos restos descansan en la capilla del Seminario, nos recuerda cuál es la vocación a la que hemos sido llamados. No llegó a ordenarse sacerdote, pero dio testimonio de Cristo con su vida y pronto, con otros compañeros, será proclamado beato». También evocó a los Santos Niños Justo y Pastor, patronos de Alcalá, «ejemplo de hacerse pequeños cada día para abrazar la voluntad de Dios y disponerse a dar la vida por los demás».
Secilla retomó las palabras del Papa León XIV a los seminaristas: «Como Cristo amó con corazón de hombre, vosotros estáis llamados a amar con el Corazón de Cristo». Y precisó: «Para aprender este arte hay que trabajar en la propia interioridad, donde Dios hace oír su voz y desde donde parten las decisiones más profundas, pero que es también lugar de tensiones y luchas, que hay que convertir para que toda su humanidad huela a Evangelio».
Refiriéndose al Evangelio del día, la parábola del rico epulón y el pobre Lázaro, el rector advirtió que «en la vida no sólo está mal la acción contra otro, sino también la omisión del deber de socorrer al hermano. Que no sólo hay que evitar el mal, sino vivir amando, compartiendo esos dones que hemos recibido y que no son nuestros. Somos meros administradores». Alertó contra el pecado de la indiferencia: «Que no se conmuevan las entrañas ante el sufrimiento de los demás es un pecado que, como hemos escuchado en el evangelio, tiene sus consecuencias».
Con un tono cercano, lanzó incluso un pequeño reproche al propio Lázaro: «Hay que decir que todos, también nosotros nos equivocamos. Y es que no supo elegir la casa para que le socorrieran. Se fue a la puerta de la casa del rico y no supo ir a la casa del Padre. De aquel que sale corriendo a abrazar al hijo cuando llega, le colma de abrazos y bendiciones y le sienta a la mesa. Como vemos, también Lázaro se equivoca […] Lo fundamental es levantarse y cada día confiar en Él. Nunca nos abandonará y nos acogerá en su reino».
Antes de concluir, Secilla volvió a recoger las palabras del Papa León XIV: «No rebajar nunca sus exigencias, no conformarse, no ser meros receptores pasivos, sino apasionarse por la vida sacerdotal, viviendo el presente y mirando al futuro con corazón profético». Finalmente, encomendó este nuevo curso a la intercesión de san José, patrón de los Seminarios, y de la Virgen María: «Que os acompañen cada día en este fascinante camino, allí donde Cristo saldrá cada día a vuestro encuentro».