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Sábado, 25 mayo 2024 07:32

Hermana Brunilda de la Santísima Trinidad, carmelita: «Con nuestra vida de oración y trabajo en soledad hemos podido cultivar el elemento contemplativo»

Hermana Brunilda de la Santísima Trinidad, carmelita: «Con nuestra vida de oración y trabajo en soledad hemos podido cultivar el elemento contemplativo»

Este domingo, 26 de mayo, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus, dedicada a la vida contemplativa.

Una de las comunidades contemplativas presentes en la diócesis de Madrid es la de las Carmelitas de la Antigua Observancia del monasterio de Nuestra Señora de las Maravillas. «Yo descubrí mi vocación personal cuando tenía 23 años», explica la hermana María Brunilda de la Santísima Trinidad, miembro de la comunidad. «Fue una llamada directa de Dios que irrumpió en mi alma presentándose como lo que él es, el Amor Eterno, como dice san Juan: “Dios es amor”. Después de este encuentro, que te cambia la vida, una no puede más que entregarse del todo. Así nació mi vocación. Después, pasado un tiempo de búsqueda, desembocó en la Orden del Carmen y, concretamente, en este monasterio de Madrid de Nuestra Señora de las Maravillas. En la vocación contemplativa, en este carisma, encontré la “pieza” que encaja plenamente en mi vida. Es vivir ya aquí la única vocación de cada ser humano a la comunión y amistad con Dios», asegura.

«El horario de cada día -señala- transcurre entre el rezo de la liturgia de las horas, siendo “voz” de la Iglesia esposa y al que traen todas las necesidades del mundo; el trabajo personal y comunitario; los momentos expansivos de los encuentros fraternos; el estudio, y la oración personal. La comunidad contemplativa es por sí misma apostólica, germen de vida y acción, estando “en el corazón de la Iglesia”, según la conocida expresión de santa Teresa de Lisieux. Se hace realidad esta silenciosa misión ayudando y solidarizándonos con quienes trabajan por establecer el Reino de Dios en el mundo», apunta. «La misión peculiar de la monja carmelita -añade- se puede definir así: ‘Vivir en la presencia de Dios, consumiendo la propia vida por su gloria a semejanza de Elías, en el ardor de la oración y del celo apostólico, y en íntima unión con la Madre Purísima, con apertura a la Palabra de Dios y prontitud de ánimo para acogerla, interiorizarla y hacerla fecunda en su vida’. Las monjas carmelitas, con su vida de oración y trabajo en la soledad del claustro, han podido cultivar de manera más significativa el elemento contemplativo de la Orden, con sus características mariano-elianas. La misma clausura fue aceptada para poder “conocer mejor a Dios solo, servirlo y unirse a Él en oración para la salvación del mundo”», asevera.

Iglesia Monasterio Maravillas24

Orígenes del Carmelo

«La Orden del Carmen -relata- nació en Palestina, en el bíblico Monte Carmelo, a comienzos del siglo XIII como una fraternidad de eremitas contemplativos. Su modelo fue y sigue siendo la Virgen María, titular de la capilla que construyeron entonces en el centro del eremitorio, amparándose bajo su patrocinio. Ella representa el modelo de la vida contemplativa y de unión con Dios. Además, viviendo cerca de la fuente llamada de Elías, vieron en el gran profeta de Israel la inspiración de su norma de vida y un modelo de oración y testimonio de la presencia de Dios. San Alberto Patriarca de Jerusalén les dio una fórmula de vida convertida en Regla de la Orden. Unas décadas más tarde, los frailes carmelitas, obligados por las circunstancias socio-políticas, emigraron a occidente. Se extendieron pronto por Europa, y fueron asociados a las corrientes de vida mendicante, conservando como parte esencial de su carisma el ideal eremítico contemplativo».

En este marco, prosigue, «las monjas aparecieron en Europa en el siglo XIV. La Bula ‘Cum nulla’ del papa Nicolás V, del 7 de octubre de 1452, y dirigida al prior general Beato Soreth, es considerada como la carta fundacional canónica, aunque siglo y medio antes ya existían fraternidades de mujeres que vivían el carisma del Carmelo. En 1460 surgieron las primeras comunidades de monjas carmelitas en España».

San Elias Profeta24

Nuestra Señora de las Maravillas

«Nuestra comunidad -indica- nació al amparo de los carmelitas de Madrid. La fundó Juana de Barahona en 1613 en la calle de Fuencarral, trasladándose más tarde a lo que es hoy la plaza del Dos de Mayo. Esta plaza era en el año 1620 el huerto del convento, y fue el lugar donde las monjas encontraron, en unas flores llamadas de “maravillas”, la pequeña imagen del Niño Jesús que luego fue llamado el ‘Niño de maravillas’. Unos años más tarde llegó de Rodasviejas, pueblo salmantino, una imagen que había sido retirada del culto por su deplorable estado de conservación. Después de pasar de dueño en dueño, y tras ser restaurada, empezó a recibir veneración por las gracias que concedía. Finalmente, al determinar el vicario general que recibiera culto en una iglesia, llegó a nuestra comunidad de carmelitas. Las monjas decidieron depositar la pequeña imagen del niño Jesús en manos de la imagen de la Virgen, sobre las flores de maravillas, naciendo así la advocación de Nuestra Señora de las Maravillas, que ha concedido por su intercesión grandes gracias, como la de la curación del rey Felipe IV en 1639, el cual, como agradecimiento, la construyó el templo que aún subsiste en la plaza del Dos de Mayo».

«Varios siglos más tarde, en el año 1868, las monjas carmelitas fueron expulsadas de su convento e iglesia a causa de las leyes de Mendizábal, pero se llevaron consigo siempre la santa Imagen, en penosa peregrinación de convento en convento, hasta llegar al actual, que fue construido por otro piadoso matrimonio, también favorecido por la intercesión de la Virgen: don Saturnino Calderón y doña Milagros Gosálvez», concluye.

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