La parroquia Santa María del Silencio acogió ayer, III Domingo de Adviento, una Misa en el marco de la Jornada Solidaria contra las Causas del Hambre, organizada por el Movimiento Cultural Cristiano y el Camino Juvenil Solidario.

La celebración estuvo presidida por el vicario episcopal de Pastoral Social, José Luis Segovia, que en su homilía reconoció que se sentía «honrado y contento» por compartir «esta acción de gracias a Dios con todos los presentes, al día siguiente de comenzar el Año de la Misericordia» y aprovechó para pedir «que Dios sea también en nuestro mundo nuestra justicia».

Misericordia y justicia

Segovia incidió en que, tal vez, «pudiera parecer que entre misericordia y justicia existe un antagonismo», si bien recordó que «ayer mismo [por el sábado], el arzobispo de Madrid, al abrir la Puerta de la Misericordia, lo hacía diciendo: “que se abra la puerta de la justicia”». «Justicia y misericordia son dos dimensiones absolutamente unidas en nuestra tradición cristiana», subrayó.

Conocer a Dios es practicar la justicia porque, en palabras del vicario de Pastoral Social, «no es posible conocimiento de Dios, experiencia de Dios, comunión con Dios, sin obras de justicia»; al tiempo que «si nuestras obras de justicia quieren serlo, no de la justicia mundana sino de la justicia de Dios, tienen que estar inspiradas por la misericordia».

En el Domingo de la Alegría

La misericordia es, según subrayó el vicario, «el corazón de Dios», que «se vuelca sobre la vulnerabilidad humana, sobre la miseria humana; especialmente sobre los injusticiados de la tierra». Por eso, «no hay mejor práctica de la justicia que practicar las obras de misericordia». No es casualidad, continuó, que «el Juicio Final precisamente trata sobre el resultado de nuestras obras de misericordia, con personas que sufren la pobreza, la injusticia, o la vulnerabilidad».

«En este Domingo de la Alegría, tratamos de conjugar tres palabras: alegría, misericordia y justicia. La alegría de quienes sabemos que nuestra vida está en las manos de un Dios que es misericordia, que nos invita a contagiar el evangelio de la misericordia con prácticas de justicia», aseveró.

Solidaridad, obras de justicia y honestidad

En esta línea, Segovia explicó que «el Evangelio nos invita a compartir: “El que tenga dos túnicas, que comparta”» y, como decía Teresa de Calcuta, «al término de nuestros días, solo nos llevaremos aquello que hemos regalado en esta vida». El Evangelio también nos invita a «evitar los abusos»: nuestro mundo, «dualizado entre el Norte y el Sur, reclama obras de justicia con especial intensidad»; pero tan importante como la solidaridad y la justicia, es «la práctica de otra virtud bastante olvidada en los últimos tiempos: la honestidad». «Solidaridad, obras de justicia y honestidad» nos permitirán «vivir con la máxima coherencia para ser testigos de la misericordia y de la justicia de Dios», aseguró el vicario de Pastoral Social.

Testimoniar el cariño y la ternura de Dios

Aquí, en esta Eucaristía, continuó, «donde presentamos ante Dios los anhelos de todos los empobrecidos y ajusticiados, nuestros propios anhelos, nuestro deseo de justicia y de un mundo mejor», le pedimos al buen Dios, «que es la fuente de la misericordia y de justicia», que nos dé ese «espíritu de fuego, de Dios», para que «seamos capaces de testimoniar su cariño, su ternura y su anhelo de justicia ante los más pobres y los más vulnerables».

La fuente de esta justicia, insistió Segovia, no está en nosotros mismos, sino que «es siempre reactivo a una justicia, a una ternura y a una misericordia que tienen su origen y su termino en Dios mismo». Ojalá esta Eucaristía «nos ayude a todos a dar frutos de misericordia y de justicia», concluyó.