La parroquia de Santa Cruz acogió el pasado sábado, 4 de abril, la presentación del cartel del Viernes Santo, en el que están representadas las dos imágenes que se veneran en el templo y que procesionan ese día por las calles de Madrid: el Santísimo Cristo de la Vida Eterna y María Santísima de los Siete Dolores. La obra ha sido realizada por el pintor nicaragüense José Ricardo González del Alba.
«Este cartel nos ofrece una visión conmovedora y estremecedora: la Virgen Dolorosa sosteniendo en su regazo el cuerpo inerte de su Hijo, Jesús», explicó el autor durante el acto. La escena evoca la genialidad escultórica de Miguel Ángel en su obra más célebre, La Piedad. «Pero más allá del arte —añadió—, esta imagen nos sumerge en el misterio del sacrificio redentor y en la compasión infinita de una Madre que no solo sostiene a su Hijo, sino que nos acoge a todos en su amor».
La Virgen, señaló el autor, nos recuerda «la entrega absoluta de Cristo y el dolor inmenso de una Madre que no solo llora la muerte de su Hijo, sino que, en su corazón traspasado, nos acoge como hijos suyos». «Sus manos no solo sostienen un cuerpo sin vida —concluyó—, sino que abrazan el misterio del sacrificio redentor. María es, en este instante, el último altar donde reposa el Cordero inmolado».
La Iglesia es el hogar de la Madre
El autor destaca un detalle singular y profundamente simbólico: en el corazón de la Virgen se refleja la fachada de la parroquia de Santa Cruz. Un elemento que, lejos de ser anecdótico, encierra un mensaje teológico y pastoral muy potente. «La Iglesia es el hogar de la Madre —explica—, el lugar donde su corazón late con amor por cada uno de nosotros, invitándonos a vivir el Evangelio desde la entrega y la compasión». Es un mensaje claro y actual: «María sigue presente en nuestra historia, en nuestro tiempo, acogiendo con su amor materno a quienes sufren, a quienes buscan refugio en la fe».
El autor lanza una pregunta que interpela directamente al espectador: ¿Qué nos dice esta imagen a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI? «Vivimos en una sociedad que parece haber dado la espalda al misterio del dolor y de la redención —afirma—; una sociedad que huye del sufrimiento y que, con frecuencia, ignora la entrega absoluta de Dios por el hombre».
Jesús yace muerto en los brazos de su Madre, «y el mundo sigue su curso, ocupado en sus propias preocupaciones, en sus urgencias, en sus búsquedas de felicidad efímera».
La esperanza de la Resurrección
Sin embargo, el autor subraya que «el Viernes Santo no es la última palabra». Contemplamos el dolor, sí, pero también «la semilla de la salvación». Como el grano de trigo que cae en tierra y muere para dar fruto, así también la muerte de Cristo es el inicio de una vida nueva. María, en su dolor, nos lo recuerda: «Ella no llora sin esperanza, no abraza a su Hijo sin la certeza de la promesa». En su regazo no solo sostiene el cuerpo exánime de Jesús, sino también «la esperanza de la Resurrección».
González del Alba insiste en que este cartel «no es solo una imagen para la devoción o la contemplación estética». Es, ante todo, «una invitación a entrar en el misterio pascual, a no quedar atrapados en la oscuridad del sepulcro, sino a esperar con fe el alba de la Resurrección».
En este sentido, añade, «nos desafía a no ser meros espectadores de la Pasión, sino a involucrarnos en la historia de la salvación». Una llamada a depositar en el regazo de María nuestros sufrimientos, nuestras cargas, nuestras esperanzas.
Una Madre que lo sostiene con fe y esperanza
Que este Viernes Santo, al contemplar este cartel, «no veamos solo una escena estática, sino el reflejo del amor más grande jamás dado: el amor de un Dios que se entrega hasta el extremo y de una Madre que lo sostiene con fe y esperanza».
Que la Virgen Dolorosa, nuestra Madre, «nos enseñe a abrazar el misterio de la cruz con la certeza de que, tras el dolor, siempre resplandece la gloria de la Resurrección», desea el autor.
Finalmente, José Ricardo González del Alba expresa su anhelo de que esta Semana Santa sea para todos «un tiempo de conversión y renovación en el amor de Cristo».