En el tercer día de peregrinación, los más de 1.900 jóvenes dfe la diócesis de Madrid vivieron una jornada intensa y que nunca olvidarán. El día comenzó con el traslado desde Savona hasta Turín, ciudad que conjuga historia, belleza y espiritualidad. Allí, los peregrinos tuvieron la oportunidad de conocer el centro histórico, visitar la catedral y venerar la Sábana Santa, una experiencia de recogimiento y contemplación que dejó huella en muchos.
La acogida en Valdocco, corazón de la familia salesiana, permitió a los jóvenes almorzar y adentrarse en el legado de san Juan Bosco. Más tarde, participaron en la celebración de la Eucaristía en la Basílica de María Auxiliadora, presidida por el Luis Melchor, párroco de Santa Teresa de Jesús de Tres Cantos.
Durante la homilía, el sacerdote reflexionó sobre el sentido profundo de la peregrinación, subrayando que «la alegría cristiana no es incompatible con el sacrificio, la austeridad ni el cansancio». Recordó que la verdadera alegría nace de la presencia de Dios en medio de las dificultades. Inspirado por el entorno —una basílica construida desde el sacrificio y la entrega—, invitó a los jóvenes a mirar más allá de las peticiones inmediatas y pasajeras y atreverse a pedirle al Señor la santidad. Citando el Evangelio, exhortó a «pedir, buscar y llamar» por aquello que es eterno y que nadie puede quitar.
Color, música y alegre acogida en Pianezza
Al finalizar la jornada, los peregrinos se trasladaron a Pianezza, localidad del Piamonte que se volcó por completo en recibirles. Las calles se llenaron de color, música y banderines en una fiesta organizada por la comunidad local para acoger a los jóvenes madrileños y valencianos. No faltaron los platos típicos, los gestos de hospitalidad y las sonrisas.
El alcalde de Pianezza, Antonio Castello, agradeció públicamente la presencia de los peregrinos en el municipio, asegurando que su paso, aunque breve, dejaba una huella profunda en la comunidad. Subrayó que la peregrinación, especialmente en este Año Jubilar, es un signo concreto de fe en movimiento, capaz de cruzar fronteras, construir lazos y sembrar esperanza entre pueblos y generaciones.
La jornada terminó con los jóvenes repartidos por los alojamientos dispuestos por el pueblo y con un mensaje claro: la fe, cuando se pone en camino y se abre al encuentro, transforma tanto a quien la vive como a quien la acoge.