El próximo lunes, 2 de diciembre, se presenta en Madrid la guía para parroquias Por una vida libre de violencias contra las mujeres. Como detalla el texto, la violencia hacia las mujeres «es un grave problema social que afecta también a nuestra Iglesia». En 2017 nació en la diócesis la Comisión Diocesana por una Vida Libre de Violencia contra las Mujeres, que trabaja por la sensibilización y prevención de la violencia de género. Fruto de ello es esta guía, «para favorecer que nuestras parroquias sean espacios seguros, de respeto y protección para las víctimas».
Así, la guía da respuestas a qué es la violencia de género, cómo afecta a las mujeres que la sufren (y también a sus hijos), cómo se puede acompañarlas para evitar la revictimización, cómo distinguir violencia de agresividad, cuáles son los mitos sobre la violencia, qué hacer y qué no hacer ante la revelación de un caso de violencia… «Soñamos con comunidades cristianas en parroquias comprometidas con la erradicación de la violencia que rompan soledades, que tejan redes de solidaridad y acompañamientos en las que todas las personas, especialmente las mujeres víctimas de violencia, sientan y compartan la mirada liberadora de Jesús», relata el texto.
Destinada a párrocos, agentes de pastoral y comunidades, el documento propone herramientas para actuar como parroquia ante un caso de violencia, información sobre recursos para la atención a las víctimas y sus hijos en la Comunidad de Madrid, y referencias de material audiovisual con el que trabajar el tema en los grupos de catequesis y parroquiales. En la guía se han incluido, además, testimonios reales de víctimas que acercarán a la realidad que han vivido.
Violencia en adolescentes
La guía incluye datos de violencia de género en adolescentes, que es similar a la de otros grupos de edad, si bien es cierto, expone, que a una chica de estas edades le cuesta más identificarse como víctima. «De ahí la importancia de incluir estos temas en las pastorales de juventud y catequesis, así como en la formación de los agentes de ambas pastorales y de los monitores de campamentos y convivencias».
Por último, concluye con unas recomendaciones de buenas prácticas para las parroquias. Entre ellas, detalla el texto, «hacer de la pastoral familiar un espacio de escucha profunda, ausencia de juicio y acompañamiento que posibilite la detección temprana»; «formar a sacerdotes y agentes de pastoral», de modo que «se sensibilice a las comunidades»; «enriquecer la formación bíblica para incluir la mirada de las mujeres en la interpretación de la Palabra y la liturgia»; «introducir en la liturgia días señalados que hagan visible el gran sufrimiento que provoca esta violencia»; «rescatar imágenes, lenguaje, símbolos sobre Dios que sean inclusivos y, también, poner en valor la experiencia femenina de Dios en predicaciones y catequesis».
Asimismo, se incorporan casos prácticos que ayudan a la reflexión y al diálogo. «Pilar [viuda, 78 años] se casó a los 22 años, no tuvo hijos, pero sí un marido que le recordaba constantemente que no servía ni para parir…»; «Silvia es una chica de 17 años […]; en el grupo de catequesis cuenta que ha tenido una discusión con su novio porque ella ha colgado una foto en Instagram con su familia»…