La catedral de la Almudena ha acogido este domingo la Eucaristía con motivo de la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, y concelebrada por el obispo auxiliar Vicente Martín. Una celebración en la que se ha recordado que «la muerte ya no es una frontera, sino un paso», porque «Cristo está vivo, y por eso nosotros también viviremos».
Durante su homilía, el cardenal subrayó que la fe en la resurrección no es una idea o un consuelo individual, sino «la realidad en la que vivimos». «Si creemos en la resurrección —dijo—, cada vida, por humilde que parezca, tiene sentido y tiene un peso eterno». En este sentido, invitó a los fieles a vivir esta jornada no desde la tristeza, sino desde la esperanza, convencidos de que «la última palabra no la tiene la muerte, sino el amor».
El cardenal Cobo recordó las palabras del Evangelio que Jesús dirige a los suyos —«Venid, benditos de mi Padre»— y pidió a los cristianos que las escuchen con la vida por delante, «con la vida que llevamos», porque «Él es el que siempre nos espera con ternura, el que enjuga nuestras lágrimas y cura las heridas».
La catedral de la Almudena ha acogido este domingo la Eucaristía con motivo de la conmemoración del Día de los Fieles #Difuntos, presidida por el @CardenalCobo , arzobispo de Madrid
— Archidiócesis de Madrid (@archimadrid) November 2, 2025
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Solo el amor permanece
El arzobispo de Madrid advirtió también del peligro de poner la esperanza «en cosas que pasan y se retoman», como el éxito, el dinero o los reconocimientos, olvidando mirar «hacia lo alto, hacia el hogar que nos espera». Frente a ello, destacó el testimonio de los difuntos, «que nos enseñan lo que realmente cuenta: la entrega, la fidelidad, la honradez, el amor. Nada de lo demás sube al cielo, solo el amor permanece».
En su reflexión sobre el Evangelio, insistió en que el encuentro con Dios «no será un examen de ideas ni de currículum», sino en «cómo hemos vivido la misericordia concreta», porque «cada vez que hiciste algo por uno de estos hermanos míos más pequeños, conmigo lo hiciste». En esa experiencia cotidiana del amor gratuito se revela el misterio de la vida eterna: «Amar sin esperar nada a cambio, amar a fondo perdido, es entrar ya en la lógica del amor que vence a la muerte».
Antes de concluir, el arzobispo de Madrid dio gracias «por tantos que nos han enseñado a vivir desde la fe y la esperanza», recordando especialmente a los sacerdotes, obispos y fieles difuntos «que sembraron ternura y confianza en Dios”. Pidió a la Virgen de la Almudena, “Madre de la esperanza”, que acompañe a los creyentes “en este camino de memoria y fe, para que cada uno escuche esa voz que llama: ‘Venid, benditos de mi Padre’».
Al terminar la celebracion, el cardenal José Cobo se acercó hasta la sepultura del cardenal Ángel Suquía —quien fue arzobispo de Madrid— y allí oró pidiendo por su descanso eterno y por la fidelidad de todos los que siguen su ejemplo de servicio.
