«Me da vergüenza decirlo, pero solo estuvimos de amigos un mes». El tiempo que les bastó a Laura (20 años) y a Juan (21 años) para comenzar una relación que culminará el próximo 29 de agosto con la celebración de su matrimonio en la macroboda de la parroquia San Sebastián Mártir de San Sebastián de los Reyes. Ambos son una de las 14 parejas que se darán ese día el «sí quiero» en la segunda edición de una boda simultánea que el año pasado fue todo un «milagro de amor».
Laura y Juan se conocieron patinando en un muelle de Barranquilla (Colombia), ciudad natal de ella. La jovencísima novia recuerda la fecha sin titubear: fue el 4 de agosto de 2020. Más preocupada de dominar los patines que de otra cosa, no fue muy consciente de que Juan se le había colado en su vida y lo iba a cambiar todo.
El venirse a España, en concreto a Madrid, pronto lo vieron claro. «Donde nosotros vivíamos estaban pasando cosas», revela. No solo temas familiares delicados, también «situaciones peligrosas» con robos y amenazas. Al saber que estaba embarazada, la decisión de salir de su país fue ya un hecho. «En Colombia la seguridad para los niños es muy mala y no queríamos que nuestra hija creciera en ese ambiente».

En noviembre de 2024 llegaron a España y en febrero de este año nació su niña, Fiorella. El primer mes lo pasaron en casa de unos conocidos de la familia que llevaban ya muchos años en Madrid. Después, se fueron de alquiler a San Sebastián de los Reyes. Y allí empezaron a oír ecos de la macroboda. «Yo sabía que quería casarme con Juan, habíamos hablado de esto, pero no dábamos el paso; no veíamos claro ni cuándo, ni cómo…».
Un día, pasando por delante del templo, vieron el cartel. Laura lo miró de refilón. «No quería apresurarme, pensaba que quizá no era mi momento» aunque «que sea la voluntad de Dios», se dijo, abandonada. «Y parece que sí lo era», porque no solo la gente les empezó a hablar de la macroboda, sino que el propio Juan fue un día a la parroquia y los inscribió «en secreto», ríe Laura. Al volver, le justificó con ímpetu: «Tenemos a la niña, vamos a cumplir cinco años y ¿no querías estar siempre conmigo?”».
«Siempre hemos sido creyentes», explica Laura. La niña les llegó antes de lo que habían previsto, «pero queremos seguir haciendo las cosas bien».

Cursillo prematrimonial
Laura y Juan se apuntaron a la macroboda cuando ya estaban casi fuera de plazo. Fueron los últimos, y a la semana comenzaba el cursillo de novios programado para todas las parejas. Lo novedoso de esta preparación para esta futura esposa fue que «nos hablaron de la unicidad del matrimonio; yo tenía otra idea del matrimonio, pero ahora sé que ya delante de Dios seremos una sola persona». Porque ellos, reconoce, vivían su relación «desde el amor y no desde Dios; no tenía demasiado claro que estás comprometiendo —y remarca el comprometiendo— tu vida con otra persona, que estás entregándote —y remarca el entregándote— para toda la vida».
El compartir esta preparación y después el día de la boda con otras parejas les está haciendo mucho bien. «Hemos hecho muchos amigos» y además «todos estamos dando un poco de nosotros». Laura, por ejemplo, al ser diseñadora gráfica —Juan es técnico de mantenimiento—, ha hecho las invitaciones digitales de la macroboda. Y luego, casarse en la misma celebración «me parece lo más lindo; las chicas y yo tenemos la misma emoción», y eso crea unidad y comunidad.
Por cierto, ya tiene vestido, prestado, y es «tal cual lo imaginaba». Por supuesto, como manda la tradición, Juan no lo verá hasta que Laura entre en la iglesia. «Lo tiene guardado en su casa una amiga de la macroboda».

