Roma ha acogido este pasado fin de semana a más de 4.000 gitanos, sintis y caminantes de 70 países de Europa y del mundo en un Jubileo que para ellos ha sido muy especial. Se han sentido aceptados por la Iglesia católica, en el corazón de la cristiandad, con el Papa León XIV a la cabeza.
Lo explica Luis Guevara, codirector de la Pastoral Gitana de la diócesis de Madrid, que ha acudido con la delegación española en una peregrinación organizada por la Conferencia Episcopal de 150 personas. La diócesis más numerosa ha sido la de Granada, que le prometió al Papa León XIV, por bulerías, que si iba a su ciudad le harían una fiesta flamenca en las cuevas.
«Estáis en el corazón de la Iglesia»
Fue el sábado 18 de octubre, en la audiencia con el Pontífice en el Aula Pablo VI. El Papa les recordó aquellas palabras que hace ya 60 años les había dirigido Pablo VI en el histórico encuentro en la ciudad de Pomezia: «Estáis en el corazón de la Iglesia». Algo que, según Luis, fue muy reconfortante para los gitanos de entonces, pero también para los de hoy. Más en Italia, donde viven el nomadismo de manera mucho más acentuada que en España, dedicados al circo o a la venta ambulante, y allí «gitano es equivalente a excluido». Pero excluido del todo.
León XIV se refirió asimismo a la fidelidad a las tradiciones que demuestra el pueblo gitano, reconociendo que quizá eso les ha hecho salir de la sociedad, «pero tenéis que volver». Para Luis, esto fue como un reto del Papa, una invitación a «una adecuación de la liturgia a la cultura gitana; una inculturación». Reconoce que no es fácil, aunque a él, como codirector de la Pastoral Gitana en Madrid, le resuena mucho en el corazón. Es cuestión de «no pensar que en la liturgia no cabe la cultura gitana, porque si no, no vamos a llegar a ellos». Por eso, sin hacer concesiones, sí «tiene que haber una predisposición para hacer más gitana la liturgia».
Devoción al beato Ceferino
Tras la audiencia con León XIV, los peregrinos pudieron disfrutar de un picnic que les había organizado el Vaticano y después cruzaron la puerta santa que, con tantísimos peregrinos venidos de todo el mundo al Jubileo y a las canonizaciones del día siguiente, supuso todo un reto para la concentración espiritual.
La Eucaristía del domingo completó y compensó con creces lo que le había faltado a la peregrinación del sábado. «Fue precioso», se entusiasma el codirector de la Pastoral Gitana al recordarlo. Se celebró en el Santuario del Divino Amor, que forma parte de los templos jubilares de la diócesis romana y tiene una especial vinculación con los gitanos: en él hay una escultura del beato Ceferino Giménez Malla (1861-1936), el primer gitano de la historia en subir a los altares.
Cuenta Luis la emoción y la sorpresa del grupo español al percibir la veneración y cariño del resto de gitanos hacia este hombre que se dedicó a la venta ambulante de cestos, a la compraventa de caballerías por las ferias, a entregarse a los más necesitados y a la catequesis de los niños. Entre los gitanos de España es fácil que, remontándose, estén emparentados con el mártir, pero era llamativo ese cariño en gitanos de Italia.
Conocido como El Pelé, Ceferino, aragonés, fue adorador nocturno, laico de la Tercera Orden de San Francisco y participante de los jueves eucarísticos y de las conferencias de San Vicente de Paúl. Murió fusilado en Barbastro en agosto de 1936 víctima de la persecución religiosa, tras defender a un sacerdote y no querer dejar de rezar el rosario.
Su causa de martirio le llevó a ser beatificado en 1997 por san Juan Pablo II en la plaza de San Pedro. La peregrinación jubilar de este 2025 ha llevado a muchos a revivir las emociones de aquella ocasión, y a poder conocer y tratar a familiares del beato, entre ellos una sobrina y otra descendiente, joven, que le hizo una de las preguntas al Papa León XIV en la audiencia del sábado.
En la Eucaristía, presidida por el cardenal cardenal Fabio Baggio, subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, hubo una reliquia del beato que conserva un gitano de Madrid: un trozo de la sábana que le sirvió de sudario en la fosa común en la que fue enterrado. Asimismo, se llevó en procesión hasta el altar la imagen de la Majarí Calí (la Virgen gitana) que Pablo VI coronó en Pomezia y que está desde entonces en el Vaticano.
«Fiesta de cante y baile»
Una imagen que llamó la atención de Luis fue la de la monja Genevieve, aquella que el mundo entero vio llorando desconsolada ante el féretro del Papa Francisco, sentada en medio de la explanada, rodeada de gitanos, a los que ha dedicado su vida. Junto a ello, destaca «la música de los grupos de España, Italia y Francia», que fue «maravillosa».
La jornada terminó con una comida campera y fraterna en los alrededores del santuario, que «acabó en fiesta de cante y baile». «Vengo ilusionado y emocionado por la energía que nos ha transmitido el Papa, y por haber puesto otra vez a los gitanos en el centro de la Iglesia», concluye el codirector de la Pastoral Gitana madrileña.