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Miércoles, 04 noviembre 2020 09:16

Monseñor Algora, «un pastor de verdad que acompañó en todas las circunstancias a su pueblo»

La catedral de la Almudena acogió este martes, 3 de noviembre, una Misa funeral por el eterno descanso de monseñor Antonio Algora, obispo emérito de Ciudad Real, que falleció el pasado 15 de octubre por coronavirus. La celebración estuvo presidida por el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y concelebrada por una treintena de sacerdotes, entre ellos el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, y los cuatro obispos auxiliares de Madrid.

La muerte del prelado fue, en palabras del cardenal Osoro en la homilía, algo totalmente inesperado «cuando lo veíamos con tanta salud». Con la conciencia de que «el Señor es mi pastor, nada me falta», como se había proclamado en el salmo, «vivía y moría don Antonio Algora». «Sabía que el Señor lo cuidaba, que con Él nada le faltaba, que a través de su vida le había conducido en todos los trabajos y ministerios que él realizó, primero en esta archidiócesis de Madrid y más tarde como obispo» en Teruel y Ciudad Real. Y también murió con una conciencia de perdón; tal y como refirió el arzobispo de Madrid, a monseñor Algora se le cayeron las lágrimas cuando rezó el «perdona nuestra ofensas como también nosotros perdonamos» del padrenuestro mientras recibía el sacramento de la Unción.

«Quiso vivir y morir ante el Señor, desde el Señor, por el Señor»

La Palabra de Dios ayuda, expresó el purpurado, «a saber leer la vida de don Antonio». La primera lectura, del libro de la Sabiduría, proclamaba que la vida de los justos está en manos de Dios, «y el justo en la Biblia no es el que es perfecto», sino el que «se ha puesto a vivir de cara a Dios». Así se puede decir que «quiso vivir y morir don Antonio […], ante el Señor, desde el Señor, por el Señor». Las lecturas llevan también a reflexionar, como explicó el cardenal Carlos Osoro, sobre a quién se pone en manos de Dios, y definió al obispo Algora como «un pastor de verdad que acompañó en todas las circunstancias a su pueblo», destacando ese «Teruel que también existe, para que nadie se olvidase de los pobres».

Incidió también el arzobispo de Madrid en que el obispo emérito de Ciudad Real era un «hombre de Dios», que «te confrontaba» con Él, y un gran «amigo, defensor y relator» de los trabajadores, de «la dignidad del trabajador y de la necesidad de luchar por esa dignidad del mundo del trabajo». Un mundo al que dedicó mucho tiempo siendo sacerdote y que, también desde su ministerio episcopal, «nunca olvidó». En monseñor Algora también se veía al hombre del Evangelio que dio de beber, de comer, vistió, visitó y hospedó al hermano, «este hombre que no quiso olvidar a nadie, que tenía una sensibilidad especial por captar las necesidades de los demás».

«Acoge en tu reino, Señor, a quien quiso ser fiel a ti, al obispo Antonio Algora», concluyó la homilía el cardenal Carlos Osoro.

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