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Lunes, 24 julio 2023 10:50

Monseñor Jesús Vidal: «Es muy importante que los nietos visiten a sus abuelos»

Monseñor Jesús Vidal: «Es muy importante que los nietos visiten a sus abuelos»

La catedral de Santa María la Real de la Almudena ha acogido este domingo, 23 de julio, una solemne Eucaristía presidida por monseñor Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, con motivo de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Organizada por las delegaciones de Laicos, Familia y Vida, Juventud y Pastoral de la Salud, en la Misa han concelebrado el deán de la catedral, el vicario de la Vicaría para el Cuidado de la Vida, y vicarios territoriales de la diócesis.

En su homilía, monseñor Vidal saludó de manera especial «a las familias, especialmente a los abuelos y nietos que os habéis reunido hoy para celebrar esta Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores que ha sido convocada por el Papa Francisco en el domingo previo a la memoria de san Joaquín y santa Ana, que fueron los abuelos de Jesús». Y explicó que este año el Santo Padre «ha querido subrayar para esta jornada la cercanía entre la Jornada y la Jornada Mundial de la Juventud que celebraremos dentro de 15 días, dentro justo de dos domingos, en Lisboa. Este próximo miércoles comenzará la peregrinación de los jóvenes que salen de Madrid, más de 6.000 jóvenes se dirigirán hacia Lisboa para encontrarse con el Papa y celebrar esta Jornada».

Encuentro entre generaciones

En alusión al lema de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, Su misericordia se extiende de generación en generación (Lc 1, 50), señaló que «está relacionado con el lema de la JMJ, que es María se levantó y partió sin demora». Dos textos «que hacen referencia al pasaje de la visitación, en el que se habla de un encuentro entre una mujer joven, María, y una mujer, dice, de edad avanzada, anciana, su prima Isabel».

«En este encuentro entre Isabel y María, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, se nos da también una luz muy bonita, que el Papa desarrolla en su mensaje para esta jornada, sobre lo que significa el encuentro entre los abuelos y los nietos, entre los mayores y los jóvenes. La experiencia de la misericordia de Dios, que ha sido fiel a su alianza, se ha ido transmitiendo en el Pueblo de Israel de generación en generación, de padres a hijos, de abuelos a nietos. Ahora, a Isabel, la llegada de María le alegra el corazón, porque ve que esta esperanza se cumple, que esta transmisión de esperanza no es una transmisión vana, sino que se dirige a un cumplimiento. Y este cumplimiento ha llegado: Dios se ha hecho carne. Dios ha venido a habitar en medio de nosotros».

«Así, prosiguió, también en la relación entre abuelos y nietos, entre jóvenes y mayores, se da esta doble comunicación. Los abuelos entregan a los nietos la esperanza que ellos han recibido, que ante las dificultades de la vida hay que esperar, ¿no? Es esta esperanza. Una esperanza que nace de la sabiduría que dan los años, de la experiencia que ellos han vivido. Y los nietos a su vez dan a los abuelos la alegría de una vida que se abre camino, de un nuevo comienzo, de un volver a empezar, de una certeza que apunta hacia el futuro. Es por lo tanto muy importante que los nietos visiten a sus abuelos, para escucharlos y para acoger los consejos de sabiduría que estos pueden darles, que nacen de una vida ya cumplida. Y también para que los nietos lleven a los abuelos esta alegría renovada de una existencia que es como la existencia de los jóvenes: llena de sueños, llena de esperanzas, llena de vida».

En este sentido, recordó que el Papa Francisco había pedido a los jóvenes que van a la JMJ que, antes de partir, visiten a sus abuelos, «para que se lleven su bendición». «Un gesto muy significativo», afirmó, ya que la cruz «es el signo de la verdadera esperanza».

El signo de la cruz

En otro momento de su homilía, se preguntó si los abuelos pueden enseñar algo a sus nietos. «¿Los mayores a los jóvenes?». Para responder a esta cuestión, hizo alusión al Evangelio del día proclamado, afirmando que «nuestros mayores saben bien que la mentira y el engaño, la utilización de los otros, tomar lo que en justicia no es mío, lo que en justicia es de otro, de primeras para alguna situación podría parecer una buena salida, pero al final solo trae desgracias, frustración, separación, discordia». «Los abuelos, continuó, pueden hablar a los nietos de esto mismo: Dios ha plantado en la tierra una semilla buena, pero el mal crece junto al bien, y tenemos que aprender a distinguirlos. No da igual todo». Y es que, dijo, «el mal no está fuera de nosotros. El mal está dentro de cada uno de nosotros. Mezclado en nosotros. Todos somos capaces de hacer el bien, y todos somos capaces de hacer el mal».

Una segunda cuestión que lanzó fue: «¿Qué hacemos entonces con este mal? ¿Cómo podemos quitarlo? Y aquí es donde viene el riesgo de las ideologías. Un riesgo en el que los jóvenes pueden caer con mucha más facilidad que los mayores», aseguró.

En respuesta a ambos interrogantes, constató que «los mayores nos enseñan que tenemos que ser pacientes, porque si queremos arrancar muy pronto el mal podemos llevarnos todo por delante, bueno y malo. Una cosa muy importante que los abuelos pueden enseñar a sus nietos es la paciencia, que nos ayuda a distinguir entre lo bueno y lo malo, esperando para en el momento adecuado rechazar lo malo y quedarnos con lo bueno. Y así, además, aprenderemos a confiar en Dios». «En la cruz, apuntó, ha sido separada la cizaña y ha crecido el trigo bueno… Por eso, esta bendición que recoge toda esta enseñanza que los abuelos pueden dar a los jóvenes es el signo de la cruz».

A continuación, citó unas palabras de santa Teresa de Jesús, que «tienen el sabor de un consejo de abuela»: «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene solo Dios basta». Y exhortó a que «esta enseñanza de santa Teresa, una enseñanza de abuela, quede en nuestro corazón».

Invitó a los presentes a continuar la celebración de la Eucaristía haciendo «una inmensa acción de gracias por los abuelos y los mayores que son tan importantes, que sois tan importantes, en nuestras vidas». Evocó las palabras del Papa Francisco: «No dejemos solos a los ancianos, especialmente en este tiempo de verano. Que en medio del verano nos acordemos de los abuelos y vayamos a visitarles, o al menos les hagamos una llamada». Y concluyó pidiendo «que el Señor «nos de la luz y la fuerza para que jóvenes y mayores sigamos creciendo juntos como un pueblo, las distintas generaciones, caminando hacia el Señor».

Durante la Eucaristía se realizó un gesto muy significativo, ya que unos jóvenes en representación de las diferentes vicarías recibieron una cruz de manos de unos abuelos.

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