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Miércoles, 02 marzo 2022 10:23

Monseñor Montoya se despide de Madrid: «Cualquier acción realizada en nombre de Dios ha sido devuelta con creces»

Monseñor Montoya se despide de Madrid: «Cualquier acción realizada en nombre de Dios ha sido devuelta con creces»

«La misión del Evangelio requiere decir adiós y continuar unidos por los lazos de la fe, la esperanza y la caridad». Así lo aseguró este martes, 1 de marzo, en su Misa de despedida de la diócesis de Madrid el hasta ahora obispo auxiliar monseñor Santos Montoya, que este sábado tomará posesión como obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

Según explicó, «las despedidas son un signo de la provisionalidad de nuestro paso por este mundo» y «el desgarrón» que produce cada una de ellas, como antes de ser obispo le ocurrió al dejar la parroquia o el colegio, «nos recuerda quiénes somos y hacia dónde vamos». «Es un ejercicio continuo de desprendimiento para abrazarnos cada vez más sólidamente a la única razón de nuestra vida –aseveró en su homilía desde la cátedra–. Acostumbrarse a despedirse es acostumbrarse a desprenderse, a reconocer que solo tenemos una patria y no es la de este mundo, sino la que apunta la nostalgia de nuestro corazón, que suspira por la alegría de lo definitivo».

«Que el Señor perdone las deficiencias»

Aludiendo las lecturas del día, que consideró «providenciales», monseñor Montoya incidió en que «cabe preguntarse con san Pedro, que lo dejó todo como el resto de los discípulos, si sabemos dejar, si he sabido dejar, lo que impide y obstaculiza la relación con Dios, apostando por lo que favorece el seguimiento de Jesús, con todas las consecuencias. O por el contrario, si la ignorancia, el miedo o el olvido han ido enfriando nuestro testimonio cristiano y, por tanto, han reducido su impacto en nuestros entornos». «Que el Señor perdone las deficiencias que haya habido en su seguimiento», añadió.

En este sentido, el prelado remarcó que, «como indica la respuesta de Jesús a Pedro», «no hay nadie que haya dejado algo por causa del Evangelio que no reciba su recompensa», y destacó que «esta afirmación de Jesús se ha cumplido en mi vida de ministerio ordenado». «Cualquier acción realizada en su nombre ha sido devuelta con creces, de diversos modos, también con su punto de sal en relación a las persecuciones y contradicciones, muy contenidas por Gracia de Dios», abundó.

Con el mismo Pedro, pero «en unos versículos anteriores al texto de la primera lectura» –prosiguió–, toca exclamar: «Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo». «Él expresa de esta manera la consecuencia que ha tenido para nosotros el mensaje del Evangelio: la salvación de nuestras almas. Cada uno tendrá que señalar en su propia vida las experiencias que han contribuido y siguen contribuyendo a esa salvación, que se fragua en lo concreto y se orienta a lo definitivo», desgranó.

Una imagen de la Almudena

Con la vista puesta en su paso por Madrid, el obispo electo de Calahorra y La Calzada-Logroño rescató el salmo «cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas» y afirmó que él también quería cantar «con verdadero agradecimiento al Señor por todo lo vivido en estos cuatro años de ministerio episcopal». Tras un guiño a las visitas pastorales, dio las gracias al arzobispo, cardenal Carlos Osoro, con quien ha convivido, hablado «de lo divino y de lo humano», «que me ha permitido ejercer el ministerio episcopal y que me ha ayudado a formarme en esta tarea», así como a sus «hermanos», los otros obispos auxiliares; a los vicarios, sacerdotes y religiosos; a todo el personal de la Curia y la catedral; a quienes participaban en la Misa, y a quienes la seguían con su oración desde casa.

El propio cardenal Osoro quiso reconocer la labor de monseñor Montoya en Madrid, poniendo el foco en «cómo te quiere la gente» y en su «fidelidad y claridad», y pidió un aplauso para sus padres, presentes en la Misa, «que te trajeron a este mundo y te han dado lo mejor, que es la fe». «Siempre tendrás un lugar en el palacio episcopal de San Justo. Habitación la vas a tener», dijo, antes de entregarle una imagen de la Virgen de la Almudena, «nuestra Madre», en esa postura de acercarnos a Jesús a nuestra vida.

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