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Viernes, 21 febrero 2025 13:29

Nazario, joven converso que acaba de salir de un centro de ejecución de medidas judiciales: «A Dios le debo todo, me ha salvado de todo»

Nazario, joven converso que acaba de salir de un centro de ejecución de medidas judiciales: «A Dios le debo todo, me ha salvado de todo»

Prefiere mantener su identidad oculta, y por eso para este reportaje ha elegido el nombre de Nazario. Lo hace como un guiño a su padre, una broma paterno-filial, pero etimológicamente, del hebreo, significa «consagrado a un fin». Quizá sea mostrar esperanza en un año jubilar en el que la Iglesia invita a ser peregrinos de esperanza. «Otra cosa, bueno; pero la esperanza no se puede perder nunca», asegura convencido.

Nazario tiene 20 años y acaba de finalizar su internamiento en un centro de ejecución de medidas judiciales para menores de la Comunidad de Madrid. Le quedan aún tres años de libertad condicional. Ingresó a los 16 años.

—Siempre me ha gustado tener más de lo que tenía.
—¿Fue eso lo que te llevó al centro?
—Un poco todo.

Hijo único de una familia trabajadora, nacido en Madrid, «en La Paz» para más señas, Nazario tuvo una infancia normal, fue al colegio, al instituto… Hasta que todo se torció. Los comienzos en el centro no fueron nada fáciles; en realidad, nada fue fácil allí. «Al principio estás que no sabes dónde estás; quieres irte, no sabes qué hacer con tu vida». Una situación «desesperada»; «lo que más te mata es no tener contacto con tu gente y la falta de libertad».

A los meses, pidió a la directora del centro hablar con un sacerdote. «Toda la vida he creído en Dios». Aunque no estaba bautizado porque sus padres pensaron que mejor eligiera de mayor, a veces iba a Misa. Y apareció en su vida Félix Martínez, capellán de los centros de menores infractores El Laurel y El Lavadero. Más de 40 años lleva este sacerdote amigoniano trabajando directamente con este perfil de chicos. «Los críos», los llama él de forma cariñosa, como un padre. Como ese Dios misericordioso que es, afirma después de tanta vida con ellos, lo que en realidad están buscando.

Y Nazario se unió al grupito que cada viernes se veía con el capellán. Siempre, a petición de los internos, y siempre en una sala específica en la que a veces tenían que estar divididos para que no hubiera problemas. «Hay muchos integrantes de bandas latinas rivales», justifican ambos. Refieren una ocasión en la que los chavales se enzarzaron. «¡Ni a los curas respetan!», se indigna Nazario. Pero el padre Félix quita hierro al asunto. «Él es buenísimo con toda la gente», añade el joven.

Bautismo, Confirmación y Eucaristía

Reconoce Nazario, que cuando habla lo hace sencillo y sin rodeos, que nunca se llegó a apuntar a catequesis en su vida anterior al centro, pero que siempre había tenido el deseo de bautizarse. Así que, «ya que estoy aquí —se dijo—, ¿por qué no?». Y se lo comentó al padre Félix. Durante un año se estuvo preparando para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. «Las cosas básicas ya me las sabía, pero el credo, por ejemplo, no me acordaba».

La celebración fue en mayo del año pasado. Presidió el vicario de Pastoral, José Luis Segovia, y el centro permitió el acceso a los padres de Nazario y a sus padrinos, una hermana de su madre y un hermano de su padre. «No me dejaron invitar a mis abuelos», y eso al joven le dolió un poco, aunque «ya le he dicho al padre Félix que ahora tenemos que hacer una Misa en condiciones» con todos los que él quiere.

Antes de comenzar, Nazario pudo hablar con sus padres. «Les pedí perdón por todo lo que les había hecho pasar», recuerda. Y les prometió que ese sería el comienzo de una nueva vida «enmendando todos los errores». El padre Félix apunta algo más de lo que les dijo: «Hasta ahora os he dado muchos disgustos y a partir de ahora os voy a dar muchas alegrías».

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La familia y el acompañamiento espiritual

Tanto Nazario como el sacerdote hablan del vital apoyo de la familia del joven en todo este tiempo. «Ese día me recordaron que me querían mucho y que tenía toda la vida por delante; sin ellos no habría sido posible», resumen el joven.

El otro pilar que junto a la familia ha sido el salvavidas de Nazario es el acompañamiento espiritual. «En el mundo de estos chicos, de las cárceles, la pastoral les ayuda a crecer como personas, a encontrarse consigo mismo y con Dios; y en ese camino, en el que han roto las relaciones con el prójimo, el encuentro con Dios les ayuda a encontrarse con los demás», señala el capellán.

Esto «les da paz interior». El padre Félix ha visto cómo a Nazario «le ha ayudado a llevar la situación de internamiento con serenidad». También la confesión, que el sacerdote llama el «sacramento de la fiesta del perdón». «Sus confesiones —recuerda— las vivía como una terapia, se desahogaba a Dios y experimentaba esa misericordia de Dios». En realidad, todos estos «críos, en medio de las dificultades, buscan la misericordia de Dios».

Para el sacerdote es muy motivador y gratificante cuando les va viendo salir. «Son chavales adolescentes que confunden su vida, que se han metido es muchos líos, pero cuando ves que salen y hacen felices a los demás…». Para uno, que cumplió los 18 años ya fuera del centro, celebró en una ocasión en su parroquia una paraliturgia de acción de gracias por su cumpleaños con todos los familiares. «Son situaciones muy agradables».

No es la gran mayoría, reconoce, pero por ejemplo Nazario «ha puesto de sí mismo todo lo posible para reorientar su vida». Actualmente trabaja con su padre y está «encantado». Además, estudia para mejorar sus competencias profesionales.

¡Y tiene novia! «La conozco desde hace muchísimo, pero retomamos el contacto hace dos años». Se empezaron a intercambiar cartas y cuando Nazario dejó el centro empezaron a salir. Por supuesto, no duda, se casará con ella por la Iglesia. «A Dios le debo todo, me ha salvado de todo; hasta mi condena fue un aviso de que ese no era el camino».

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