Ayer, solemnidad de la Ascensión del Señor, se celebró la Jornada Diocesana de los Misioneros Madrileños. Con este motivo, el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, ha dirigido una carta a sus diocesanos en la que les recuerda que “haciendo el camino de la Pascua, el Señor va poniendo siempre motivos para mantener la alegría y el deseo de permanecer cerca de Jesús. La Pascua es tiempo de gracia, y lo es de modo particular porque nos da las motivaciones que el corazón necesita de vivir con alegría nuestra fe”. Y “un motivo añadido para mantener la alegría de quienes formamos parte de la familia cristiana que peregrina en la Diócesis de Madrid, es la celebración del día misionero madrileño. En nuestra Diócesis se une este recuerdo al momento en el que el Señor Jesús, estando con sus Apóstoles, les envía a predicar la Buena Nueva a todas las gentes: Id por todo el mundo y enseñad todo lo que habéis visto y oído. Sí, recordar a nuestros misioneros es motivo de gran alegría para quienes sabemos que gracias a ellos en muchos sitios, Jesús es conocido y así amado. Nos da alegría tenerles presentes en nuestra oración, en nuestra vida parroquial […] y en nuestro corazón”.
En alusión al lema de este año, Nuestra Diócesis, con sus religiosos misioneros, explica que ha sido elegido atendiendo la petición del Papa Francisco de “que este año tuviéramos en cuenta de modo muy particular la vida consagrada”. Así, “nos unimos al deseo del Papa y, a la vez, hacemos un homenaje sencillo a quienes participan de esa doble vocación, la de la vida consagrada y la misionera”.
Recuerda que “nuestra Diócesis tiene más de trescientos setenta y cinco misioneros religiosos, a los que habría que añadir tantos misioneros sacerdotes y seglares. Las Congregaciones religiosas hacen un gran esfuerzo enviando a sus miembros a tierras de misión, y los pueblos y ciudades que les reciben descubren la belleza de una vida dedicada por completo a Dios, a su servicio, a la extensión de su Reino. Es una gran alegría poder contar con ellos”.
“La evangelización necesita de hombres y mujeres que, dejándolo todo, entreguen su corazón y su alma al Señor. Consagrados que se entregan a la evangelización mostrando a los hombres entre los que viven que sólo Dios basta. Su vida es testimonio de vida eterna. Su servicio es la prolongación de las manos y el corazón de Dios que sana, alimenta, fortalece, anima y ama al hombre, especialmente al más desfavorecido y abandonado”, afirma. “Por eso nuestra oración […] tiene un doble sentido. Por un lado, es una oración de acción de gracias al Señor por la vida consagrada de los que están en la misión. Por otro lado, nuestra oración es también de petición. Pedimos al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies”.
Concluye manifestando su deseo de “1ue la Virgen de la Almudena nos ayude a continuar con la tarea preciosa de dar a conocer a todos los hombres la salvación del Señor Jesús”.
