«Soy una persona normal y corriente que se ha encontrado con el Señor». Así se define Pedro Jara Vera, diácono permanente de la Archidiócesis de Madrid desde el 12 de noviembre de 2011. Casado con Lourdes Manzano y padre de Clara, Marcos y Teresa, Pedro compagina su vocación ministerial con su labor docente en el Real Colegio de las Escuelas Pías de San Fernando, en Pozuelo de Alarcón. Es autor de los libros Que me empape la lluvia, A la sombra de la Madre Teresa y El diácono, pobre y fiel en lo poco. Camina en comunidades neocatecumenales y ejerce su ministerio en la parroquia de la Resurrección del Señor.
Pedro Jara Vera atravesó una crisis personal que le llevó a replantearse su vida, descubriendo que aquello por lo que había luchado no le daba la felicidad. Fue entonces cuando comenzó a colaborar con enfermos de SIDA. Durante una de sus visitas, un joven con el que había entablado confianza le dijo: «Pedro, mañana vuelves, ¿verdad?». Él respondió: «Mañana volveré». Sin embargo, por una circunstancia imprevista, no pudo acudir ese día, y al regresar se enteró de que el joven había fallecido. «Aquello supuso un duro golpe», confiesa Pedro. Ese hecho marcó un punto de inflexión en su vida, llevándole a dedicar más tiempo a estas personas. Decidió dejar su carrera en ingeniería para buscar un trabajo más sencillo y humano, comenzando a trabajar en un colegio.
Meses después se marchó a la India. En las casas de las Misioneras de la Caridad, le destinaron a Kalighat, el hogar de los moribundos. En este lugar las personas son recogidas de la calle y como decía Madre Teresa, hay que lavarlas, cuidarlas, vestirlas y que mueran acompañadas. «Un diácono está llamado a servir a los pobres, a servir a Cristo a través de la caridad». En este sentido, Jara destaca que «todo se materializa en el servicio a los más necesitados, en la predicación, en el conocimiento de la Palabra de Dios y en la liturgia», afirma Jara.
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El ministerio de la Palabra
Este será el testimonio que Pedro Jara Vera compartirá en el próximo Congreso de Vocaciones ¿Para quién soy?, que se celebrará del 7 al 9 de febrero. En este marco, Pedro dirigirá el taller El ministerio de la Palabra. Los pobres son evangelizados (Jn 11, 5).
«Este es uno de los signos que Jesús considera importante transmitir a Juan el Bautista para indicar que Él es el Mesías y que el Reino de Dios ya está presente», explica Pedro. A lo largo de su ponencia, profundizará en los aspectos clave que configuran el ministerio de la Palabra, ilustrando con ejemplos concretos su experiencia, especialmente en el servicio entre los pobres. «Veremos cómo la irrupción de la Palabra de Dios encarnada entre los pobres es capaz de transformar sus vidas. Dios acontece, se manifiesta y transforma con su luz admirable».
Como recuerda el Papa Francisco en su carta apostólica Aperuit Illis: «La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce, es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura. Pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables». Y citando a San Jerónimo: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (In Is., Prólogo: PL 24,17).
En esta línea, Pedro subraya: «Es urgente que la Iglesia se entregue a la misión que le ha sido encomendada: Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado (Mt 28, 19-20a)». Por ello, concluye, «debemos estar abiertos a las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo que nos revelen, de forma creativa, los medios y modos de servir al anuncio del Evangelio en el mundo de hoy».
El ministerio de la Palabra implica dos aspectos fundamentales y complementarios. Por un lado, Pedro Jara destaca que «es un ministerio; somos simples servidores al servicio de algo mucho más grande que nosotros, que nuestras ideas, concepciones y presupuestos: la Palabra de Dios, que es Dios mismo». Para poder ejercer este servicio, afirma, «es necesario dejarnos transformar por la Palabra con humildad, antes de llevarla a los demás». Solo desde el testimonio personal y desde una actitud de sorpresa, admiración y oración constante es posible transmitir la vida que ella nos ofrece. En este sentido, asegura que «servir a la Palabra no consiste tanto en transmitir conocimientos, sino en discernir la vida a la luz de la Palabra de Dios».
Por otro lado, Pedro subraya que la Palabra de Dios se encarna en cada persona y en cada acontecimiento. Esto la hace viva y actual, capaz de transformar profundamente la vida humana. Como señala la Escritura: «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón» (Hb 4, 12).
Jesucristo, la palabra definitiva del Padre se hace presente para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 79)», concluye Pedro Jara.