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Lunes, 25 marzo 2024 07:42

Pedro Luis López, párroco de San Ildefonso: «En estos días santos, intentemos ir al Misterio»

Pedro Luis López, párroco de San Ildefonso: «En estos días santos, intentemos ir al Misterio»

Pedro Luis López, párroco de San Ildefonso y Santos Justo y Pastor, nos habla en este Lunes Santo de la religiosidad popular que se respira en estos días de la Semana Santa.

Y lo hace aludiendo a la celebración que tuvo lugar este Domingo de Ramos: «En comunión con toda la Iglesia - dice el sacerdote -, comenzamos con toda solemnidad la semana grande del año cristiano: la Semana Santa. Y lo hacíamos conmemorando la entrada triunfal del Señor en la ciudad santa de Jerusalén. Aquí, en Madrid, desde el año 2016, tenemos la suerte y la dicha de comenzar en la iglesia madre, que es en la iglesia catedral. Ese día, desde ahí, se abren las puertas para que el Rey, humilde, manso, montado en un burro, salga y entre, no solo en nuestra ciudad de Madrid, sino también en nuestros corazones».

«En estos días - confiesa - llama la atención la cantidad de gente, de miles y miles de personas, que salen a la calle a contemplar, no solo este paso del Señor en la Borriquita, sino también los que procesionan a continuación. En el Domingo de Ramos, por ejemplo, la procesión del Silencio o la de los Estudiantes. Pero, luego, todos los desfiles procesionales que habrá a lo largo de la semana».

Y es que, asegura, «el pueblo santo de Dios vive así eso que llamamos la religiosidad popular, que no es otra cosa que el pueblo sencillo, la gente que siente en su corazón el amor de Dios, pues necesita manifestarlo. Y necesitan expresarlo haciendo esto que yo llamo ‘la fiesta de la fe’».

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Fiesta de la fe

«Algo que yo inculco continuamente, tanto a la Hermandad de la Borriquita, con sede canónica en mi parroquia, como a las otras hermandades que nos visitan continuamente, es que pensemos que las procesiones no son desfiles», advierte. «No salimos a lucirnos. A ver quién lleva el paso más hermoso, la saya o el manto ni el cortejo más grandioso… Porque no vale para nada. Eso es muy mundano. Salimos para hacer fiesta. La fiesta de la fe», insiste.

«Salimos para mostrar a todo el mundo el tesoro de nuestra fe. Tenemos la fe más hermosa que se puede celebrar. Un Dios locamente enamorado de los hombres… Él nos ha creado. Nos ha hecho para sí. Y, por eso mismo, no puede vivir sin nosotros. Y nos ha entregado lo mejor de sí mismo: a su propio Hijo. Lo ha hecho hombre. E incluso ha hecho que muera por nosotros. Ese es el Misterio santo que celebramos durante estos días, y lo vamos expresando en estos pasos tan impresionantes».

«Todo esto - afirma - lo hacemos movidos por el amor de Dios y por el amor a los hermanos, para mostrar el amor que Dios nos tiene». Aunque, señala, «a veces nos podemos quedar solo en lo superficial. En lo vistoso. Como los turistas, que contemplan nuestras procesiones, y les llaman la atención, porque hay luz, color, sonido y es todo muy vistoso».

«Por eso -prosigue- hago también un llamamiento a los miembros de las hermandades y cofradías y a los creyentes, a los profundamente creyentes, para que no se quede solo en eso. Que intentemos ir al Misterio. Porque eso es el dedo que muestra el amor de Dios. Ese amor grande que Dios nos tiene. Y, para lo cual, necesitamos estar en continuo ejercicio de conversión, evitar las envidias, las rivalidades… Mostrar que somos hermandades, cofradías…. Que nos queremos, que nos amamos, que queremos ayudarnos, que queremos ayudar a los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. Y que queremos mostrar al mundo, repito, esto, que es lo más hermoso: el tesoro de nuestra fe. Jesucristo muerto y resucitado».

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Celebrar la liturgia

Aprovecha para hacer un llamamiento: «Que, en esta Semana Santa, no nos quedemos solo en lo externo. Que es importante, claro que sí. Pero no nos centremos solo en las procesiones y en los ejercicios piadosos que se hacen durante estos días. Sino que luego también celebremos la liturgia, porque ahí está la verdad de lo que cada Paso procesional representa. La Misa de la Cena del Señor, la Eucaristía, la presencia del Señor, que derrama su sangre, o que se hace pan para que todos los hombres… Contemplar la cruz como lo que es: el abrazo de Dios. Y, es que, tanto amó Dios al mundo que ha dejado a su hijo con los brazos abiertos en la cruz, para acogerlo, para amarlo…».

Unas celebraciones litúrgicas, añade, «que culminan en el gran día de la Vigilia Pascual y en el Domingo de Resurrección. Y que a veces, por desgracia, pasan sin pena ni gloria. Y es una lástima. Porque es el momento más importante de todo el año litúrgico, el que no deberíamos perdernos por nada del mundo. Porque, como el mismo Señor nos acaba de decir en el Evangelio del V domingo de Cuaresma, el grano de trigo tiene que caer en la tierra y morir para dar vida. Y es lo que Él ha hecho: ha muerto. Pero ha muerto para vencer a la muerte. Él se ha entregado, se ha roto, para recomponernos, para restaurarnos y, sobre todo, para darnos vida, la vida eterna. Para que se abran las puertas del reino de los cielos». En este sentido, indica que «es muy significativo ese velo del templo que se rasga: para mí es el gran signo de la gloria del Señor que nos añora. Y que, por eso, nosotros vivimos la muerte, no como un fin dramático, sino como todo lo contrario: como la siembra de vida. Jesucristo ha muerto, pero ha resucitado y nos ha abierto las puertas de la vida eterna. A él la gloria y el poder, por los siglos de los siglos, amén», concluye.

san ildefonso

 

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