Desterrando la idea de que el sinhogarismo no implica necesariamente la falta de un techo bajo el que vivir, y sí la falta de un hogar donde uno se sienta seguro física y emocionalmente, Cáritas Diocesana de Madrid y el resto de entidades integradas en la Red FACIAM (Federación de Asociaciones y Centros de Ayuda a personas marginadas) han presentado en la mañana de este jueves, 23 de octubre, la Campaña de las Personas Sin Hogar 2025. «Quienes acompañamos a las personas sin hogar constatamos que vivimos en una pesadilla —indica Susana Hernández, presidenta de FACIAM—, la del continuo crecimiento de la precariedad, de las personas que no pueden llegar a fin de mes, pagar los suministros, conservar un alquiler…».
Desde FACIAM se subraya que la mayoría de las personas consideradas sin hogar no vive en la calle ni tiene problemas de adicciones. El sinhogarismo, defienden, va mucho más allá de no tener un techo. Se trata de perder derechos, el derecho a empadronarse, el derecho a tener asistencia sanitaria, a acceder a vivienda pública o a tener un trabajo decente. Los datos que manejan apuntan a 2,3 millones de personas en España en situación de sinhogarimo III y IV, esto es, vivienda inadecuada y vivienda precaria; y 40.000 personas en situación de calle. Además, en los dos últimos años ha aumentado en un 55 % el número de personas sin hogar acompañadas por las entidades sociales.
La Campaña de las Personas sin Hogar de este año lleva por lema Sin hogar, pero con sueños, y desde FACIAM prefieren hablar de aquellos que se pueden alcanzar todos juntos. Como ha explicado Hernández, «los sueños colectivos son los mejores, porque juntando sueños, deseos y esperanzas de cada uno, se convierten en realidad».
Pérdidas de redes de apoyo
Así, las causas del sinhogarismo pueden ser múltiples y variadas. Tal es el caso de Edgar, de 37 años, peruano que tuvo que huir de su país porque su vida estaba en peligro. Un tiempo viviendo en la T4, en aquellos momentos de masificación, le llevaron a pedir, pero con cierta «vergüenza» porque, quizá, había quien lo necesitara más. Le costó la búsqueda del trabajo, él que llevaba en su país una vida laboral normalizada, como funcionario, con 16 años de trayectoria. Recalca que estando ya en Madrid «muchos me quisieron abrir la puerta, pero la parte administrativa me limita». Se refiere a las trabas legales para trabajar sin papeles.
Actualmente, Edgar reside en CEDIA, un recurso de Cáritas Diocesana de Madrid. «No queremos estar aquí para ser una carga», afirma, «venimos por amenazas, por extorsiones», pero la realidad es que «la oferta laboral es escasa». «Uno de mis sueños fue ser jefe de recursos humanos, y lo logré allí». Así que «empezar de cero te baja la autoestima; es como rendirte, pero no tienes otro camino, porque si sigues ahí [en su país], te matan». E invita a mirar más allá de los cartones que cubren a los que están en la calle o de las camas en un recurso para personas sin hogar: «Muchos de los que estamos aquí tenemos muchas historias».
Fue un descanso para él salir del aeropuerto para ir a una residencia de la entidad Luz Casanova. «Me dieron —y lo dice por este orden— dónde ducharme, dónde planchar mi ropa, mi comida…». Y ahora, en Cáritas, ha seguido encontrando «personas que te dan ese soporte emocional que muchas veces nos falta». Concluye Edgar: «¿Mi sueño? Seguir viviendo».
Sentirse persona
Como él, Pilar, española (imagen superior, con el micrófono), con su casa en San Sebastián de los Reyes que, al quedarse sin trabajo, todo se le empezó a complicar hasta que se quedó sin vivienda. «Comía las comidas caducadas que los supermercados tiraban a la basura». ¿Qué le ayuda a Pilar a seguir adelante? «Que te vuelvan a ver como una persona y no como un deshecho de la calle; esto te da fuerza para avanzar».
Un punto de esperanza en todo este proceso lo pone Brigitte, peruana como Edgar, que llegó a España con 22 años. Tenía ahorros para una habitación, pero cuando se le acabaron se vio en la calle —«esas semanas fueron horribles»—, de donde la rescató el Samur Social para enviarla a CEDIA, y de ahí a Nazaria baja a la Calle, un proyecto también de Cáritas para chicas jóvenes en situación de vulnerabilidad.
Allí pudo formarse en hostelería, consiguió un trabajo y ahora vive en un piso junto a su hermano. Ha logrado su sueño de tener un hogar. «Yo he pasado muchas cosas, pero cuando llamaba a mis padres tienes que guardártelo no te vean en esa situación y no estén preocupados». Ahora ha cumplido «un sueño importante, estar tranquila, pero no me quiero estancar, quiero seguir formándome para poder tener un mejor trabajo, un salario, una vivienda propia».
La presentación de la campaña ha incluido la proyección del vídeo elaborado como material a difundir y ha concluido con la lectura de un manifiesto, seguida de una marcha desde Callao hasta Príncipe Pío.