María ya no dice que tiene cuatro hijos. Dice que tiene siete. Lo verbaliza, porque lo que ocurrió el pasado sábado 1 de febrero, cuando presentó a sus tres bebés que no llegaron a nacer en la parroquia de San Alberto Magno y fueron inscritos en un libro de Bautismo de Deseo, ha supuesto «traerlos de vuelta a casa». Y mira que tiene las ecografías en la mesilla de noche, pero es algo «que lo dejas en el fondo, algo que pasó y lo tapas». Quizá también porque hay cierto sentimiento de culpa, «qué hice mal, ¿más ejercicio de la cuenta?, ¿algún medicamento?...».
Heridas que también hay que sanar, aunque no hayan sido abortos provocados.Y aunque en casa los otros hermanos, un chico y tres chicas ya veinteañeros, sabían de la existencia de estos tres «porque los abortos fueron intercalados», el del sábado fue el gran día de la memoria. Día de fiesta: las chicas se pusieron guapas para la celebración. A todos los efectos, para los padres es un camino de reconocimiento, de ponerle nombre a su bebé y ser acogidos por la Iglesia, madre, en el día, además, en que se celebra la Presentación del Niño Jesús en el templo. «Llegamos con nuestros hijos muertos y nos los devuelven glorificados», decía una de las integrantes de la pastoral 8 Estaciones de Luz, que se creó a raíz de la preparación para este día en 2024.
A la culpa se le añade la tristeza. El no poder hacer el duelo. «No te lo dejan vivir». Después de cada legrado, hay que volver rápido a la vida normal. Como si nada. Como si fuera fácil… Se le añade el no saber «dónde estará mi bebé», porque tampoco María lo tenía nada claro. Pero el sábado ya supo que «tengo a mis hijos en el cielo» y que, como les dijo el sacerdote en la homilía, «Jesús venía en la Eucaristía a recibirnos a todos con nuestros bebés». María tiene ahora las tres velas —una por cada bebé— en el salón de casa. «Cuidad al resto de vuestros hermanos, cuidad a vuestros papás», les reza a sus niños.
«El padre tiene que estar fuerte, pero es el gran olvidado»
En la celebración estaban también Carmen y Pablo. Siete hijos; la sexta, Carmencita, nació a término, pero muerta. «Para los hermanos fue un momento bastante duro; esperaban que llegáramos del hospital con otra hermana, y volvimos con las manos vacías y el corazón roto». Esto fue hace más de diez años. Lo cuenta Pablo, el padre, la figura que, cuando hay un aborto, se queda oculta. «El padre tiene que estar fuerte, pero es el gran olvidado; nadie te dice “y tú, ¿qué tal estás?”».
Por eso, lloraba a escondidas, en el coche, cuando iba a trabajar. Se enfadó con Dios, mucho. «No entendía que nos hiciera pasar por esto, que “nos castigara” de esta manera». No ayudaban tampoco las frases que nunca ayudan: «No pasa nada», «ya tendrás más»... Pero sí pasa. «Lo que pasa es que esa hija no está contigo».
Con el tiempo «te das cuenta de que todo es para bien» y de que las pruebas «nos ponen en el camino del cielo». También se dio cuenta de que el dolor «hay que superarlo de formar conjunta y hay que pedir ayuda». Carmen y Pablo acudieron a algunas asociaciones de duelo perinatal, «pero sin ninguna orientación religiosa». Pero ellos la necesitaban. Por eso, cuando en su parroquia —viven al lado de San Alberto Magno— hablaron de la presentación de bebés no nacidos, no lo dudaron.
La celebración del sábado fue la forma de constatar algo que ya sabían, que Carmencita está en el cielo por el Bautismo de deseo de sus padres, y de «oficializar la vida de nuestros hijos». «Mientras no nos olvidemos de ellos, siguen vivos con nosotros».
Además de en San Alberto Magno, parroquia en la que se presentaron una quincena de bebés, la celebración de la presentación de los niños y su inscripción en el libro, no sacramental, del Bautismo de deseo se celebró en la parroquia Nuestra Señora del Bueno Suceso (imagen superior), aquí por segundo año consecutivo. Un total de 37 hijos fueron presentados al Señor.
Como les dijo en la homilía el párroco, Enrique González, «nos mueve a hacerlo la certeza de que ellos, en la misericordia de Dios, gozan de su amor eterno, y ese Bautismo que no pudieron recibir sacramentalmente porque no llegaron a nacer o porque no dio tiempo» produce los mismos frutos por «el deseo, la fe de la Iglesia, la comunión de los santos». Y añadió: «Confiamos a la misericordia de Dios que gozan ya en el cielo de la presencia de Cristo y están en comunión con nosotros».
«Cada vez que un niño es concebido en el seno materno, es un sí de Dios». Por eso «no podemos permanecer en la tristeza», animó a los padres. «Vamos a dejar que el Señor hoy consuele nuestro corazón, papás y mamás que lo habéis pasado tan mal», concluyó.