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Viernes, 11 noviembre 2022 12:20

Recorremos la Ruta de San Isidro: «De lo sencillo se saca lo más bonito»

Recorremos la Ruta de San Isidro: «De lo sencillo se saca lo más bonito»

«San Isidro Labrador,
quita el agua y pon el sol,
que el domingo voy a Misa
y te rezo una oración».

Mientras camina de regreso de la colegiata de San Isidro, donde acaba de asistir a la Misa del peregrino en este Año Santo, Tili (Otilia) recita esta oración que su madre le enseño de pequeña, para cuando llovía. «Hasta hoy, era lo único que sabía de san Isidro. Que era labrador». Tili es una de las integrantes del grupo de la ultreya Virgen del Camino, de Cursillos de Cristiandad, que ha hecho la Ruta de San Isidro el primer sábado de noviembre. La iniciativa fue puesta en marcha por la archidiócesis con motivo del jubileo. Una manera de acercarse al santo en este año en que se celebra el 400 aniversario de la canonización del patrón de Madrid.

A Tili, la intensa mañana se le ha hecho corta; de hecho, afirma que «nos quedamos con sabor a poco» después de haberle despertado la curiosidad por el patrón. Cada sábado, cuatro guías voluntarios acompañan a los grupos; máximo, 100 personas por día. Hasta la fecha, han participado 34 grupos entre parroquias —algunas de ellas de fuera de Madrid, como Toledo o Málaga—, movimientos y asociaciones y colegios, además de grupos de familias y personas individuales. Han sido cerca de 1.800 peregrinos, y ya tienen reservas hasta mayo de 2023.

La jornada comienza en la calle del Águila, 4, donde nació el santo madrileño. Una capilla en la planta baja de un edificio típico del Madrid de los Austrias que en la época de Isidro serían arrabales. Allí, el grupo se sumerge en el Mayrit de entonces, ciudad mozárabe de 12.500 habitantes, de los que tan solo 2.500 eran cristianos.

Se cree que al pequeño Isidro (1082-1172) le pusieron ese nombre en honor a san Isidoro de Sevilla, cuyos restos habían pasado por Madrid en 1063, en su traslado de la capital hispalense a León. Levantó este viaje un gran revuelo y fervor, y muchos padres decidieron llamar así a sus bebés.

En la capilla del nacimiento se conserva una escultura del labrador, que recibe el nombre de «primorosa» por sus ropajes de gala, y otra de santa Lucía. Consuelo, una de los tres guías que acompañan al grupo, afirma que está ahí porque muchos de los milagros del patrón están relacionados con la vista. Dos lucidos tapices de la Real Fábrica de Tapices cubren las paredes laterales de un espacio minuciosamente restaurado en 1896 y que se ha reabierto al público recientemente tras permanecer muchos años cerrado.

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Una ruta espiritual

Allí se lanza la primera pregunta para la reflexión, porque la ruta recorre la vida de san Isidro, sus circunstancias históricas y sus lugares, pero también se aproxima a su relación con Dios y en qué modo un santo de hace mil años interpela al cristiano de hoy. «¿Por qué nació san Isidro y para qué?», pregunta Rodolfo, otro de los guías. «Ninguno ha nacido por casualidad, ninguno está aquí porque sí. Todos tenemos una misión; es el momento de ver a qué nos llama Dios». La ruta es por eso un camino espiritual, una peregrinación hasta la tumba del santo. Isabel, la primera de las guías, así lo ha manifestado al comenzar su charla: «Se trata de ver qué nos dice este santo» que, como todos los santos, «son personas normales y corrientes, como tú y como yo».

Así lo está viviendo Joaquín, otro de los integrantes del grupo. Reconoce que «no era muy consciente de a qué venía», pero las palabras de Isabel y la invitación a «hacernos la pregunta de para qué hemos nacido me han impactado». En ese momento, ha entrado en «modo peregrinación», también durante los desplazamientos andando de un lugar a otro, en ese camino que él ha empezado a hacer «también para el Señor».

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La sencillez de un santo enterrado en la tierra

Había ya en aquel Madrid del siglo XI diez iglesias; una, la cercana de San Andrés, donde el pequeño Isidro fue bautizado, a la que acudía a rezar con muchísima frecuencia, y lugar en el que recibió sepultura al morir. Directamente en la tierra, en la zona destinada a los pobres del cementerio que había adosado a la pequeña ermita de estilo mudéjar que era entonces. «Qué humildad la de alguien que, siendo santo, es enterrado de esta manera», expresa Joaquín. Aún se conserva en san Andrés, en la capilla que actualmente alberga los titulares de la hermandad de las Tres Caídas —en concreto, bajo los pies de la Esperanza—, una lápida en memoria de este primer enterramiento.

A los 40 años de su muerte, explica Consuelo, unas fuertes lluvias provocan un corrimiento de tierras en el cementerio y dejan al descubierto el cuerpo de Isidro. Estaba incorrupto. Esto, unido a su fama de santidad, lleva a los fieles a trasladarlo al interior de la parroquia. El rey Alfonso VIII, a su paso por Madrid tras ganar la batalla de las Navas de Tolosa, manda construir en su honor un arca funeraria, la que actualmente se conserva en la catedral.

La parroquia de San Andrés, ahora en obras, nada tiene que ver con aquella ermita mudéjar. Pero en ella se sigue viviendo ese ambiente de oración de la que tanto gustaba el santo madrileño. «Horas y horas de contemplación», comparte Consuelo, que era así como al santo le gustaba tratar con Dios. «Como el cura de Ars, cuando aquel pobre le preguntó cómo rezaba y él le dijo: “Yo le miro, Él me mira, y nada más”». A Tili, por ejemplo, es lo que más le ha llamado la atención, «esa relación tan bonita que tenía con Dios, tan sencilla; pero de lo sencillo se saca lo más bonito».

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El pozo del milagro

Si en la capilla del nacimiento la palabra para la reflexión era la vocación y en San Andrés, la oración, en el Museo de San Isidro es la familia. Colindante con la parroquia, el museo está construido sobre lo que en su día fue la casa de Iván de Vargas, para quien san Isidro trabajó como labrador y pocero en sus campos. En la finca, en la zona de empleados, vivió Isidro junto a su esposa, María —santa María de la Cabeza— y su hijo Illán. Habitaron una pequeña casa de dos estancias, que a día de hoy está convertida en capilla.

A escasos metros se encuentra el famoso pozo del milagro. Una excavación de 27 metros de profundidad a la que cayó un día el pequeño Illán. Las insistentes oraciones de sus padres obraron el milagro: el agua comenzó a subir de nivel hasta devolver al pequeño sano y salvo. «De cuántos pozos nos ha sacado Dios», anima a hacer memoria agradecida Isabel, la guía. «Y si estamos ahora en uno, le pedimos que nos saque por mediación de san Isidro».

La beata Ana Catalina Emmerick fue testigo de excepción en una de sus visiones de esta vida de familia del santo madrileño. «Vi a este santo labrador en muchas escenas de su vida doméstica. […] Era alto y esbelto. […] Vi también a su mujer, que era alta, hermosa y muy santa. […] En la casa había mucho orden y limpieza. […] Vile y vi también a su mujer unir a todas las obras que hacían la oración, y especialmente bendecir los manjares siempre que comían». Un santo del día a día, cuya vida, según lo que cuenta, estaba impregnada de Dios. Y eso le llevaba a la caridad: «Vi que todo se lo daban a los pobres y que muchas veces no tenían casi nada en la casa, pero confiados en Dios buscaban y hallaban abundantes provisiones».

La visita continúa en la colegiata de San isidro para asistir a la Misa del peregrino —todos los días, a las 12:00 horas—, subir a la tumba del santo y ganar el jubileo. Un día que acoge a los heraldos del Evangelio y su reparación del Inmaculado Corazón de María de los primeros sábados de mes, y a una peregrinación del arciprestazgo de la Encarnación (Vicaría II). Ante los numerosos fieles que abarrotan el templo, el sacerdote que preside la celebración recuerda la Palabra del día: «El Evangelio nos convida a ser fieles en lo poco, lo que significa en la cotidianidad, poner a Dios en el centro de nuestra vida. Y esto, como hizo san Isidro, es hacerlo todo teniendo como meta el cielo». Él fue, abunda, «un hombre extraordinario en lo ordinario». «Pidamos que nos enseñe a no buscar otra cosa sino el cielo, [y así] construiremos cosas muy bellas en esta tierra».

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«No es lo mismo verlo que caminarlo»

A modo de conclusión, Joaquín reconoce que había visto la Ruta de San Isidro en Telemadrid, en un programa que hicieron con motivo de la apertura del Año Santo, pero «no es lo mismo verlo que caminarlo». Él, que no es «de pedir intercesión a los santos», sin embargo «ahora ya estoy pensando qué le puedo pedir para mi vida».

La ruta finaliza en la ermita de San Isidro, donde se encuentra la fuente que brotó milagrosamente por intercesión del santo, y la ermita de Santa María la Antigua, en los campos que labraba, y donde acudía también a rezar con frecuencia. Los grupos que así lo desean, pueden solicitar la comida a Carifood, empresa de inserción socio laboral de Cáritas Diocesana de Madrid, y tener un momento también de encuentro entre ellos.

En la página web de la Delegación Episcopal de Laicos, Familia y Vida se encuentra el formulario para inscribirse en la Ruta de San Isidro. También se ha editado un folleto generalotro especial para los niños, que irán sellando en cada punto de la ruta.

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