Tras seis intensos días de viaje, los jóvenes de la diócesis de Madrid han llegado por fin a Roma. El miércoles 30 de julio comenzó temprano, con una Eucaristía en Perugia a las 8:00 horas, antes de cargar los autobuses que los llevarían al destino más esperado. Poco después del mediodía, llegaban a Ostia, donde se alojarán durante su estancia jubilar.
Nada más instalarse, muchos salieron rumbo a la Ciudad Eterna. Algunas parroquias se organizaron para cruzar sin demora la Puerta Santa de San Pedro, mientras que otros decidieron saborear el primer helado o refrescarse junto al mar. Cada uno, a su ritmo, comenzó a vivir Roma como un territorio espiritual y humano.
Encontrarse con Dios en Roma
Entre los más de 2.900 peregrinos, las expectativas son tan variadas como personales, pero hay un hilo común: el deseo de encontrarse con Dios en una ciudad que late con historia, fe y universalidad.
Javier, de 20 años, llegó desde la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves de Mirasierra. Caminaba por las calles del Trastevere con los ojos bien abiertos y el corazón aún más. «Vengo buscando algo más profundo que ver monumentos. Quiero encontrarme con Cristo… y, sobre todo, ver cómo otros lo hacen. Eso es lo que más me mueve».
Jorge, seminarista de 22 años, lo expresa con una mezcla de entusiasmo y recogimiento. «Veo a muchos jóvenes aquí que probablemente están viviendo su primer gran encuentro con la Iglesia universal. Solo por eso, este viaje ya merece la pena. Yo también espero que el Señor me regale algo personal, algo que me afiance más en este camino».
Carlota, que vino con el grupo del Colegio Cardenal Espínola, resume su ilusión en una imagen sencilla pero elocuente: «Caminar por Roma sabiendo que estamos aquí como Iglesia joven me hace sentir parte de algo mucho más grande. Quiero disfrutarlo, claro, pero también dejarme tocar por Dios en medio de esta fiesta de fe».
El encuentro con Aquel que hace nuevas todas las cosas
Patri, de 19 años y mirada luminosa, encuentra en la peregrinación una respuesta a una necesidad interior: «Lo que más me emociona es saber que hay tantos jóvenes que creen lo mismo que yo. Espero descubrir a Jesús en medio de todo esto, y también al Espíritu Santo en los encuentros inesperados».
Magdalena, que llegó con su grupo desde la parroquia Santa María Madre de Dios, lo tiene claro: «Estoy aquí para conocer más el Reino de Dios. Y creo que Roma tiene un modo especial de mostrarlo». A su lado, Guillermo —de la misma parroquia— asiente: «He venido para crecer en la fe, sí. Pero también para dejarme enseñar por los demás. Aquí hay mucha vida que aprender”.
Después de tantos kilómetros, por fin pisan tierra firme. Pero no es un descanso: comienza la etapa más intensa, la más profunda. Roma les espera. Y, sobre todo, el encuentro con Aquel que hace nuevas todas las cosas.