«La verdad es que nunca proyecté mi vida así, quería ser ingeniero, casarme e irme de misión con mi familia». Así de claro tenía Marcos Paz su vida cuando era más joven, pero Dios hace nuevas todas las cosas y por eso este sábado será ordenado presbítero en la catedral de Santa María la Real de la Almudena. «Mi proyecto de vida era totalmente otro, sin embargo, el Señor me fue concediendo todo lo que mi corazón anhelaba», cuenta este joven de 28 años que viene de Venezuela, de una familia de nueve hermanos perteneciente al Camino Neocatecumenal.

Hace diez años llegó a Madrid, al Seminario Redemptoris Mater, tras una profunda crisis por la que, «a pesar de tener todo, me sentía totalmente vacío». «Estudiaba ingeniería, salía con una chica de mi comunidad, mi familia estaba bien y desde fuera se podía pensar que mi vida era ideal, pero no, mi corazón anhelaba un amor que nadie lo podía llenar». En ese momento es cuando sintió que el Señor le llamaba «y decidí darle una oportunidad». Y como Él siempre da el ciento por uno, «hoy puedo decir que ha superado totalmente mis expectativas».

En estos años de seminario, Marcos ha descubierto que «Dios me ama como soy y que es el único que no me exige ser de una manera determinada». Tampoco se ha sentido solo; durante este tiempo ha estado acompañado de su comunidad en la parroquia San José de la calle Alcalá, que para él «ha sido un soporte que me ha sostenido en las crisis, combates, dudas, que comparte mis alegrías y reza por mí».

El futuro sacerdote asegura que, a las puertas de su ordenación, está en paz «porque no estoy solo, porque he experimentado que el Señor todo lo que promete lo cumple, que sana mis heridas, que me sostiene y perdona siempre». Y expresa su deseo, que no es otro que Dios haga de él «un sacerdote santo, entregado, sin reservas y dispuesto a dar la vida por Aquel que la ha dado por mí».

Vocación joven de un «chico de parroquia»

También de padres venezolanos es César Vázquez, otro de los jóvenes que se ordenará el sábado. «Soy un chico de parroquia cien por cien», cuenta. De hecho, ya de bebé se pasaba horas en la iglesia parroquial de Los Molinos, localidad de la sierra madrileña donde sus padres se asentaron recién llegados de Venezuela. Allí empezaron a ser catequistas, estando su madre embarazada de él, y allí creció César, también su camino de fe.

Un camino en el que fue viendo cómo la comunidad parroquial se convertía en su familia, y la sensación de estar en casa cuando estaba en la parroquia se afianzó y proyectó en la JMJ de Madrid 2011. César tenía 13 años y allí, en la adoración de Cuatro Vientos, «mirando a la custodia tuve la certeza de que ese sentimiento de estar en casa en la parroquia lo tenía con todo el mundo; tuve una presencia muy fuerte de Dios a través de la Iglesia».

Un campamento con las Hermanas de Belén redondeó el proceso. Allí les hablaron de vocación, del seminario, y él se ponía nervioso, pero la frase de una de las religiosas fue definitiva: «Al final ponemos un montón de excusas para no hacer nada». Esto a César lo interpeló y espoleó, porque vio a «tantos que me han acompañado que no han puesto excusas, que han sido fieles en lo pequeño».

Reconoce que discernir una vocación joven es complicado, porque hay que ver «qué es de Dios y qué es puesto por uno», pero a la vez agradece que en la suya no haya «nada espectacular; esto es lo bonito». César Completó sus estudios en el Colegio Arzobispal – Seminario Menor de Madrid y, de ahí, al Seminario Conciliar. En todos estos años de formación, el joven, que ahora tiene 25 años, se ha sentido como en una herrería: «Hacen falta los golpes para que el metal, que no es duro sino flexible para poder ser moldeado, salga de calidad».

Lo más difícil para él ha sido «cuando me he creído con derecho a estar aquí; es cuando te das cuenta de que por tus propias fuerzas no haces nada». También «cuando desencarnas el seminario, te aíslas y te conviertes en rata de biblioteca y no te preocupas por el compañero». Todo cambia «cuando te sientes absolutamente indigno» en un lugar en el que «Dios te forja y duele», pero a la vez «agradeces todo lo que la Iglesia te ha dado» y se abre la mirada a la vocación del compañero y a ver la obra de Dios en cada uno.

El ideal de sacerdote para César es un fiel y «buen sacerdote», y para ello tiene dos modelos: a San José, el «perfecto ejemplo de esto», y a Pablo Domínguez. No lo llegó a conocer, pero por sus escritos y por lo que la gente habla de él, se atiene perfectamente a este ideal del futuro presbítero.

El reencuentro con «mi mejor amigo»

Junto a Marcos y César recibirán el ministerio otro once jóvenes, entre ellos Fernando Rubio, también del Seminario Conciliar de Madrid. Tiene 29 años y para él, que desde pequeño ha sido educado en la fe cristiana, «Jesús ha sido mi mejor amigo», ha contado en el programa El Espejo de Madrid de COPE. «En la vorágine del colegio y de la adolescencia, mi relación con el Señor se fue disipando y quedándose en un recuerdo infantil y nostálgico».

Rubio recuerda que en 2014 «una buena amiga me invitó a participar en una Eucaristía, y en esa Misa tuve una experiencia increíble de la misericordia de Dios a raíz de una confesión y luego encontrarme con Cristo en el Santísimo Sacramento». «Ese amor —ha puntualizado— fue como recuperar a mi mejor amigo». Por ello, «no puedo hablar de conversión sino de reencuentro de aquel niño con su mejor amigo, que era Jesús. Él había estado conmigo siempre, aunque no había querido mirarle a los ojos. En esta clave nació mi vocación».

Y en este momento es cuando Fernando le preguntó a Dios qué quería de él. «En esa intensidad, el 25 de enero de 2014, en una adoración intuí de una manera clara y profunda que Dios quería que fuese su sacerdote; para seguirle, servirle y decirle al mundo que es real y que está vivo». El diácono ha señalado que, aunque han pasado casi 10 años de aquella experiencia, «cada año es mejor y siento que el Señor me ha creado para ser sacerdote», concluye.

Las ordenaciones presbiterales se celebrarán este sábado, 6 de mayo, a las 18:00 horas, en una solemne Eucaristía en la catedral presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro. La ceremonia se podrá seguir en director a través del canal de YouTube del Arzobispado.