«La parroquia de San Millán y San Cayetano tiene muchos factores que la hacen que sea uno de los templos barrocos más bonitos de Madrid», ha afirmado el párroco Santos Urías. Los trabajos de restauración avanzan a buen ritmo. De planta de cruz griega, el templo es uno de los grandes activos del patrimonio religioso y cultural de Madrid. Construida en planta de cruz griega, está coronada por una gran cúpula sobre tambor y pechinas y rematada por una linterna que permite la entrada de luz.
«A lo largo de la historia ha sufrido distintas etapas, sobre todo después de la Guerra Civil, ya que, si no llega a ser por uno de sus párrocos, Clemente García, quien facilitó la recuperación del templo, el templo se habría declarado en ruinas». En estos momentos, los trabajos se han centrado en la fachada norte, situada entre la iglesia y los bloques de vivienda de la calle Abadaes. Entre otros, se incluye en este punto la única linterna que se salvó del incendio sufrido por la iglesia en la guerra civil.
Durante el mes de julio se ha llevado a cabo un estudio en el interior del edificio con georradar para estudiar y diseñar las futuras acciones a llevar a cabo.
Además, el párroco ha señalado que «es un acierto, que patrimonio de la Comunidad de Madrid y del Arzobispado de Madrid hayan considerado que es una de las parroquias que merece la pena contribuir a su restauración, ya que es una obra de arte que está al alcance de muchas personas, para que la puedan disfrutar como espacio espiritual y artístico. Es una auténtica maravilla».
También ha explicado que, «aunque quedan bastantes flecos, invito a la gente a que la visite. Deseamos que se pueda recuperar plenamente y de esta manera sea un regalo para Madrid». No olvidemos que «en esta parroquia se encuentra san Cayetano, uno de los santos más venerados en la ciudad junto con la Virgen de la Paloma».
Iglesia del siglo XVII
La construcción de la Iglesia de San Millán y San Cayetano, antiguo convento de Nuestra Señora del Favor, comenzó en 1669 bajo las directrices del arquitecto Marcos López, al que siguieron José de Churriguera y Pedro de Ribera, y finalizó hacia 1761 con Francisco de Moradillo. Desde 1822 y hasta que Fernando VII lo cedió a los frailes de San Gil, permaneció vacío. Los decretos desamortizadores transformaron en viviendas las estancias del convento salvo la Iglesia de San Cayetano, que permaneció abierta al culto, a la que en 1869 se trasladó también la parroquia de San Millán.
Durante la Guerra Civil el edificio fue incendiado causando la destrucción del interior y se reinauguró en 1962 gracias a la constitución de una comisión integrada por eclesiásticos y laicos, de la que formó parte la Duquesa de Alba.