Cada año, el Seminario Conciliar de Madrid instala su belén en la entrada, y los encargados de montarlo siempre son los seminaristas de cuarto curso. Por eso, nunca es igual. Basta con ver, por ejemplo, el diseño del año pasado, a modo de jaima «para entrar dentro a rezar», y este, «el belén de toda la vida», para darse cuenta de que cada Navidad es única.
Mauricio y Omar han sido los responsables de organizar el montaje. Cuentan que su idea inicial era hacer un belén tradicional con todas las escenas importantes: la Anunciación a María, el sueño de José, buscando posada, el Nacimiento, la anunciación a los pastores, los Reyes Magos, el castillo de Herodes y la huida a Egipto. Para ello, empezaron a buscar en cada rincón del Seminario con la intención de reutilizar lo que hubiera.
Un taller en el Seminario
La tarea se complicó porque estaba todo muy deteriorado. Así que un sábado por la mañana, hace tres semanas, un feligrés de la parroquia de Jorge Morales, el formador, se acercó al seminario y les dio un curso acelerado de belenismo, haciendo la casa de la posada como modelo. A partir de ese momento, la sala de comunidad de cuarto pasó a ser un taller en el que se cortaba, lijaba, pintaba, moldeaba con porexpan y espuma de poliuretano, y se arreglaban figuras. Como la de la Virgen del Nacimiento, a la que le faltaban dedos.
Menos el portal, que hubieron de restaurar, el resto de las edificaciones son todas de obra nueva. Cada seminarista hizo una, y ahí radica parte de la singularidad del belén, que no sigue un mismo estilo sino que cada seminarista le ha dado su toque personal. Nada que ver la casa de María, donde se ha insertado la escena de la Anunciación, hecha por uno de los jóvenes que es ordenado, organizado y concienzudo, con las pirámides de Egipto que ha hecho Mauricio, por ejemplo, él que es «más de letras», ríe.
Trabajo manual y de comunidad
No obstante, ambos coinciden en el papel destacado que ha jugado este trabajo manual. «Despeja mucho», asegura Mauricio. A Omar, por ejemplo, le ha encantado pintar con acrílico las figuras de la huida a Egipto, con el Niño Jesús añadido porque la Virgen original no lo llevaba. Un trabajo que le llevó una semana, en los huecos libres que iba teniendo. «Me ayudaba a rezar», reconoce.
La colocación de estas figuras en el belén no es casual, explica. Están ante la entrada a una de las pirámides, flanqueada por una representación de Tutancamón a un lado y Anubis, el dios egipcio de la muerte, al otro. Frente al primero, cuyo «reinado pasó», está el Niño Dios, Rey eterno. Frente al segundo está la Virgen, dándole la espalda «porque lleva en brazos al Dios de la vida».
Otro aspecto a destacar ha sido el trabajo en grupo, la experiencia de comunidad. «Lo más bonito es que hemos estado juntos, compartiendo, ayudándonos entre todos», cuentan.
«El tiempo que hemos dedicado a preparar el belén —indica Omar— es tiempo dedicado a preparar el corazón al Señor». Así, espera que este montaje motive a todos los que acudan a verlo a «preparar el corazón para el Señor». Mauricio, por su parte, desea que vean esa «pobreza y sencillez con la que vino el Señor» al mundo.
