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Sábado, 17 abril 2021 09:00

Un trágico suceso en la calle de la Almudena

Un trágico suceso en la calle de la Almudena

El 31 de marzo del año 1578, Lunes de Pascua, junto a la parroquia de Santa María de la Almudena, fue asesinado Juan de Escobedo. Así nos lo recuerda hoy en día, una placa en la esquina entre la actual calle de la Almudena y la calle Mayor, y en la que se lee: «En esta calle mataron al secretario de don Juan de Austria, Juan de Escobedo, el 31 de marzo de 1578, noche del Lunes de Pascua». Sin duda, el asesinato de Escobedo, fue un acontecimiento célebre en la Corte de Felipe II.

En 1574, Juan de Escobedo, había sido elegido por Antonio Pérez –todavía hombre de confianza de Felipe II– como secretario de don Juan de Austria, el hermanastro del rey, con el fin de que espiase a este y descubriese con suficiente antelación cualquier ocasión que pudiera poner en peligro al monarca.

Sin embargo, Juan de Escobedo eligió aliarse con don Juan de Austria, y sabedor de las relaciones amorosas entre Antonio Pérez y Ana de Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli, amenazó al conspirador Antonio Pérez con contárselo al rey, lo que pondría en peligro su puesto y su reputación.

Antonio Pérez ideó todo un complot alrededor de estas personas, logrando convencer a Felipe II de que su hermanastro estaba confabulando contra él con la ayuda de Escobedo, por lo que el monarca dio permiso a su secretario para que hiciese lo necesario para terminar con la supuesta conspiración.

Así, la noche del 31 de marzo de 1578, tras salir de la casa de doña Ana de Mendoza, Juan de Escobedo se dirigía a caballo hacia su casa, pero, en el callejón de la Almudena, fue asaltado por un grupo de malhechores y, tras un intenso forcejeo, recibió una estocada mortal que le atravesó todo el cuerpo, muriendo desangrado a los pocos minutos. Así se perpetró el asesinato a sangre fría de Juan de Escobedo.

Finalmente, Antonio Pérez fue arrestado por el crimen, mientras la princesa de Éboli, acusada de ser cómplice del delito, fue encerrada en la torre de Pinto. Si bien, en el juicio, no se pudo probar ni cuáles fueron los verdaderos motivos ni tan siquiera cuál fue la mano ejecutora de tan singular crimen.

De este modo, el callejón de la Almudena, se convirtió en escenario de uno de los acontecimientos más intrigantes y misteriosos del reinado de Felipe II, clara muestra de hasta donde pueden llegar las conspiraciones palaciegas.

Ángel de Saavedra, el conocido duque de Rivas, dedica uno de sus romances a este suceso (1841), «Una noche de Madrid en 1578. El cadáver. El fugitivo. El muerto»:

A la mañana siguiente,
cuando fue devoto pueblo
a oír la misa del alba
de Santa María al templo,

en aquella corta calle,
más bien callejón estrecho,
que por detrás de la iglesia
sale frente a los Consejos,

se halló tendido un cadáver,
de un lago de sangre en medio,
con dos heridas de daga
en el costado y el pecho.

Pronto fue reconocido
por el de Juan de Escobedo,
del insigne don Juan de Austria,
secretario y camarero.

Y como aún, rico, ostentaba
la cadena de oro al cuello,
y magníficos diamantes
en los puños y en los dedos,

que obra no fue de ladrones
se aseguró, desde luego,
el horrible asesinato
que a Madrid cubrió de duelo.

El dramático suceso también fue recogido en las secciones de historia y variedades de distintos diarios madrileños del siglo XIX. Por ejemplo, en La Violeta (22 de enero de 1865), se hace la siguiente referencia:

Antonio Pérez, autorizado por el rey, ya no pensó más que en el exterminio de su rival. Escobedo, acechado por el secretario de Felipe, burló dos tentativas de envenenamiento, pero no pudo librarse de la feroz acometida de cinco rufianes, que en una noche tenebrosa, le cruzaron a estocadas en el callejón de la Almudena, cayendo sin vida al pie de le reja, que aún hoy existe, bajo el camarín de la Virgen, a un costado de la iglesia de Santa María.

Entonces comenzó a desplegarse todo aquel tenebroso misterio que tanto asombra en el referido suceso. Antonio Pérez y la princesa se vieron acusados, y el rey, sin demostrar sensación, permitió, ya que tácticamente no ordenó la prisión de ambos.

Y en el periódico El Contemporáneo (31 de julio de 1863), en el capítulo dedicado al origen histórico y etimológico de las calles de Madrid, al hablar de la calle de la Almudena chica, escrito por Capmani y Montpalau, refiere con todo detalle como la sangre que brotó de las heridas del pobre Escobedo, llegó a salpicar hasta el muro del camarín de Nuestra Señora de la Almudena.

Este callejón de la Almudena también ha sido conocido como la calle de la Almudena chica o calle del Camarín de la Virgen o del Camarín de Santa María, porque aquí daba la capillita que contenía la imagen de la patrona, en la parroquia de Santa María.

En esta estrecha calle fue asesinado Juan de Escobedo, secretario de D. Juan de Austria, cuya muerte fue atribuida al secretario Antonio Pérez, de quien se dice que a la misma hora de la ocurrencia y a poco de haberse oído los lastimeros ayes del herido, se le vio entrar en la casa de la princesa de Éboli.

La sangre que brotó de sus heridas salpicó el muro del camarín de Nuestra Señora de la Almudena, cuyas manchas permanecieron allí por mucho tiempo. La mencionada princesa habló fuertemente al cardenal D. Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo, porque no mandaba que la fábrica de la parroquia de Santa María costease el revoque del camarín y se limpiase la sangre que había salpicado la pared, cuya mancha era espantosa, porque luchando con la muerte Escobedo se asió a los hierros de la reja de la bóveda que está debajo del camarín referido.

Pero el cardenal, que sospechaba de la princesa, la contestó aun con más energía que la señora le habló a él. «Cien años permanecerá ahí esa sangre inocente, que como la de Abel pide venganza al cielo». Y como la princesa insistiese con el prelado en que se debía borrar, algo alterado repuso el cardenal: «Princesa, ¿esa sangre pide algo contra vos?». Y al escuchar sus palabras se retiró la noble dama de la presencia del arzobispo.

Por último, el camarín se revocó; la sangre quedó borrada; Antonio Pérez, secretario de Felipe II, fue reducido a prisión, y la princesa encerrada en la torre de Pinto.

Quisiéramos despedirnos haciendo una última referencia a la página web de la red de bibliotecas de la Comunidad de Madrid, para todos aquellos interesados y curiosos por descubrir más historias como esta: cuentan con una sección muy interesante dedicada a Las calles de Madrid.

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