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Martes, 29 septiembre 2015 12:19

Viajando para sonreír en el Hospital de Guadarrama

A las 11:00 de la mañana el Hospital Guadarrama se exhibe apacible mientras la calidez de abril se cuela entre los jardines y las flores del portal se atreven a desafiar el frío que llega desde la Sierra.

Es martes y, entre pasillos llenos de enfermeras, parece que el día discurre como cualquier otro, sin embargo basta con tomar un ascensor hasta la tercera planta para descubrir cómo en una pantalla transcurren fotos hermosas de paisajes y explanadas, montañas y monumentos bellísimos junto a una música de fondo que acompaña las imágenes.

Frente a la tela que exhibe bellezas de ciudades españolas, poco a poco se sitúan pacientes que llegan andando o en silla de ruedas mientras un hombre en bata blanca saluda enérgico a cada uno.

“¡Muy buenos días!” repite nuevamente, con una sonrisa. Su nombre es Dionisio quien junto a su esposa Ana viste con orgullo una bata que lleva el corazón de Cáritas Madrid de insignia y les identifica como miembros del grupo que semanalmente visita el centro.
Hoy la cita de los pacientes con Cáritas Madrid es en un salón del hospital dispuesto cual sala de cine donde Dionisio, Ana y el resto de los voluntarios visitan otras latitudes usando las fotografías para viajar.

“Intentamos sacarlos de la habitación que muchas veces es su cárcel” comenta Dionisio quien conduce la aventura mientras el número de viajeros aumenta en la sala y las sonrisas aparecen según avanzan en el viaje.

“A nosotros que nos gusta viajar mucho tenemos muchas fotografías” explica Ana, “y le dije a mi marido, ‘¿por qué no traemos el ordenador y les mostramos las fotos?. Los pacientes quedan encantados porque vuelven a sus orígenes. Otros dicen: yo no he conocido España porque he trabajado durante toda mi vida y con esto ahora estoy conociendo”, detalla la voluntaria.

Como en familia

En Guadarrama, la labor de acompañamiento a quienes permanecen internos en el hospital ya tiene cinco años, desde que un convenio permitió la colaboración entre la Vicaría VII y el centro de salud.

Cada martes, las agujas del reloj están cerca de las 10:15 cuando Ana y Dionisio llegan al hospital, sin embargo no es hasta las 11:00 que comienzan el recorrido entre plantas. Ana lo sabe bien: antes de esa hora los pacientes se preparan junto al personal médico que les asea y les ayuda a tomar el desayuno junto a sus medicinas; mientras tanto la voluntaria va a misa en una capillita cercana para luego, cuando se hace la hora, sin dilación subir junto a sus compañeros que ya se disponen a trabajar.

“Busco las llaves del armario, vengo a la tercera planta, tenemos un armario donde guardamos nuestras batas y nos vamos a la planta que nos corresponde” explica Ana, “en la sala de enfermería tenemos nuestras planillas verificamos con la enfermera de turno si los que están en la planilla siguen o se fueron de alta y ya empezamos con cada habitación”.

Son cuatro plantas de pacientes y apenas seis voluntarios de Cáritas Madrid, por lo tanto siempre hay trabajo que hacer. Aunque vienen una vez a la semana, cada visita y cada martes que se reúnen como en familia: “nos contamos cosas, y les pregunto para que me digan qué han hecho y qué no han hecho”, explica.

Sonrisas que curan

Dentro de las habitaciones del hospital, la compañía es la mayor necesidad y, ante procesos largos de rehabilitación, enfermedad o cuidados paliativos, la vocación de servicio se manifiesta en la calidez que brindan los voluntarios de Cáritas Madrid con cada visita.

“Hay veces con que simplemente agarrarles la mano basta” sugiere Margarita, que se encarga de la planta dedicada a terapia y rehabilitación. Para ella, “una sonrisa tiene mucha fuerza” y ayuda a contrarrestar los temores que genera la enfermedad porque, como asegura otra voluntaria, “la muerte le da miedo a todo el mundo”.

Es por esto que el voluntariado no se enfoca solo en el enfermo sino que también actúa como soporte a familiares y cuidadores que pueden mostrar signos de estrés debido a la enfermedad de sus seres queridos. “Los cuidadores tienen una carga emocional muy fuerte”, explican Pilar y María, dedicadas a cuidados paliativos, aún así “las personas que vemos aquí tienen mucha entereza y nos dan verdaderos ejemplos de serenidad, de fortaleza y de fe”.

Dosis de gratitud

Píldoras de solidaridad y empatía amenizan la labor de los voluntarios de Cáritas Madrid quienes dan gracias por la oportunidad de regresar todas las semanas. “Hay gente que tiene la emoción de verte cada martes, se alegran de que vuelvas”, comenta Pilar al tiempo que apunta que “hay que agradecer al hospital que nos dejen entrar”.

Con cada visita, semana a semana, los voluntarios también se hacen objeto del agradecimiento de pacientes, familiares y personal médico.

Para Ana, Dionisio, Margarita y sus compañeros, este es el mejor regalo puesto que “a una persona con Alzheimer, tú la levantas de la cama, la sacas a caminar, que se levante de su silla y que al final te de un abrazo, un beso y te diga ‘gracias’ eso es lo mejor” describe Ana “quiere decir que esta persona ha estado contenta y le ha llegado mi atención” asegurando, sin dudar que, “la experiencia es hermosa, gratificante al extremo” porque al ser testimonio de caridad y servicio al menos favorecido, desde Cáritas Madrid, también se puede viajar.

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