Aún resonando la última gran llegada de migrantes a costas españolas, en la madrugada del 30 de agosto —55 personas a Tenerife—, el Círculo de Silencio de Madrid se prepara para celebrar su encuentro mensual, este viernes, 2 de septiembre. Será de 20:30 a 21:30 en la plaza de Callao (en la imagen principal, la convocatoria de junio).
Beatriz Pertejo es, junto a la hermana Valerie, coordinadora del círculo en Madrid desde sus inicios, el año 2011. La iniciativa partió de los integrantes de una plataforma cultural que hacía, entre otras cosas, teatro social. Personas comprometidas, con inquietudes, que quisieron poner en marcha una acción social. Había de todo, «creyentes y no creyentes» —la propia Beatriz se incluye en este último grupo—, pero se fijaron en lo que los franciscanos de Toulouse, cuatro años antes, habían iniciado en solidaridad con los migrantes: era el Círculo de Silencio, y lo trajeron a Madrid.
De aquel grupo inicial ya quedan menos, pero el espíritu sigue vivo. Cada mes, entre Beatriz y Valerie gestionan los permisos con la Delegación del Gobierno, la convocatoria por email a todos sus contactos, la preparación de los materiales... Al círculo se fueron sumando personas particulares a las que les unía su preocupación por los migrantes. «Mi creencia —afirma la coordinadora— son los derechos humanos y la dignidad de las personas». Y esto es el nexo que une a unos y otros y el puente que se estableció con la Vicaría para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación de la arhidiócesis de Madrid.
El silencio es precisamente la nota distintiva de esta acción, que nació, paradójicamente, en la misma Puerta del Sol en la que había explotado, ese mismo año, el 15M. «Es una acción no violenta», puntualiza Pertejo, por respeto a los que sufren, en la que «estamos en silencio, pero el mensaje llega, a no ser que no quieras oírlo». «Para nosotros, el compromiso de vida es la permanencia en una presencia silenciosa», expresa la coordinadora. No es fácil estar así una hora, reconoce, aunque ese tiempo es único para, desde una acción que es «aconfesional», «rezar, meditar, pensar qué podemos hacer para revertir tanta violencia».
Crear espacios y compartir
El círculo es el otro distintivo de la convocatoria. Reunirse en círculo crea espacio, pone a unos en contacto con otros, es el gesto de compartir. En él se integran personas de entidades que trabajan con migrantes, otras que acogen en sus casas, viandantes, turistas… «Algunos reconocen la situación que viven en sus países» y lo agradecen, «hay gente que te da las gracias», y otros que preguntan cómo pueden ayudar. Es fácil orientar, porque en todos estos años, el círculo ha enlazado a entidades, particulares que acogen. «Es una red; hay gente que vuelve, al cabo de los años, y te dicen que les ha cambiado la vida».
También reciben impactos negativos, «que los metas en tu casa, que los españoles primero...», pero forma parte de la apuesta por la calle; actualmente, en la plaza de Callao, adonde se trasladaron desde la Puerta del Sol porque «estamos más recogidos y casi todo el mundo que pasa nos ve». A ellos les reparten octavillas en las que plasman su objetivo: decir un no rotundo a las leyes contra las personas migrantes, como «la de extranjería, la de sanidad con la pérdida de la universalidad, las devoluciones en caliente». Todas esas que, en palabras de la coordinadora, los llevan a una «vida muy precaria».
Además, apelan siempre a las causas, animando a los transeúntes a que se planteen el porqué: «¿Por qué las personas se ven obligadas a poner su vida en riesgo para buscar un futuro mejor? ¿Por qué nos creemos superiores por haber nacido en Europa?». Lo hacen ante los propios migrantes, ya que esta es otra particularidad del círculo de Madrid: «Vienen muchos, sobre todo africanos».
En España, además de en Madrid, los Círculos de Silencio se realizan en más de 40 pueblos y ciudades de la práctica totalidad de las comunidades autónomas. También Marruecos cuenta con esta iniciativa en las ciudades de Tánger, Nador y Tetuán.