Una mirada a la historia

Jueves, 11 octubre 2018 09:45

Los primeros años de construcción de la catedral

Los primeros años de construcción de la catedral

1880

Entre el 29 y el 30 de julio de 1880, la Junta del Ayuntamiento aceptó la modificación del proyecto para ampliar el templo y alinear el mismo con el eje longitudinal del Palacio Real. Y un día después, la Comisión de Obras dio el visto bueno a la modificación y el plano de la situación de la nueva parroquia.

Tras la aceptación por parte del Ayuntamiento de Madrid del proyecto, el Rey lo ratificó mediante Real Orden del 29 de agosto de 1880, aceptando el proyecto «por sus condiciones artísticas constituye el acabado embellecimiento de tan importante zona de la capital».

Dos meses después, el 29 de octubre, se comunicó al cardenal-arzobispo de Toledo la cesión por parte del Rey de los terrenos pertenecientes al Real Patrimonio para la construcción de la iglesia para la Virgen de la Almudena. El cardenal Moreno contestó a la anterior carta agradeciendo y pidiendo las cantidades ofrecidas para comenzar la construcción.

El 5 de noviembre de 1880 la Real Academia de San Fernando contestó a la solicitud que le había realizado el párroco de Santa María sobre el estudio de las memorias y planos del proyecto de don Francisco de Cubas, considerando el mismo «digno de aprobación» en lo estético, ya que también se expone que no se habían realizado todavía los planos de estructura, e instaban al arquitecto a que «realice los estudios dispensables para la ejecución de todas aquellas edificaciones que reclame el complicado problema de la estática de sus bóvedas y que contribuya a mejorar las condiciones de solidez».  Dicho informe se lo remitió el párroco al cardenal-arzobispo de Toledo el 29 de marzo de 1881.

1881

En el verano de 1881 comenzaron los trabajos de cimentación. El 14 de junio, el párroco don Manuel Calderón Sánchez pagó la cantidad de 235.000 pesetas en concepto de «licencia para construir de nueva planta un templo en la Plaza de la Armería y colocar valla en la misma». Y el 12 de julio, el alcalde don José Abascal dio el visto bueno a la licencia de las obras y marcó los límites por donde tenía que ir la valla o cerca que se debería colocar alrededor de las mismas, quedando definidos la alineación de la calle Bailen hasta calle Quintana y la prolongación de la calle Mayor hasta la Cuesta de la Vega.

Tras los trabajos de cálculo de la compleja cimentación sobre la que se debía asentar la iglesia, comenzaron los mismos bajo la dirección entusiasta de don Francisco de Cubas, que comenzó aquí su proyecto más ambicioso e ilusionante para un hijo de Madrid: darle a la Villa el templo deseado y añorado.

En una carta escrita el 19 de noviembre de 1886 a un amigo suyo, el marqués le expresaba sus miedos y dudas ante tamaño cometido: «Mucho rato dudé si aceptaría o no el encargo; recordé mi soñada catedral, recordé que era hijo de Madrid; a pesar de no ocultárseme los disgustos, enemistades y gastos que se me ocasionarían, me puse en camino de la Corte el mismo día en que recibí el nombramiento…» Y un poco más delante escribió: «Mucho he luchado por vencer la indiferencia de unos, la encubierta o también ostensible oposición de otros, la incredulidad de los más, y las bajas pasiones de gran número de personas (….) He tenido momentos de desánimo, pero jamás de debilidad. Siempre he recordado que mi diccionario no contiene la palabra imposible».

Sin duda, el marqués de Cubas puso todo su corazón e ímpetu para llevar a cabo esta iniciativa.

En un principio, la nueva iglesia parroquial de la Almudena fue pensada con dos intenciones: por un lado, ofrecer un lugar distinguido para la Virgen de la Almudena, acorde a su título de patrona de Madrid, y por otro lado, albergar en un gran mausoleo el cuerpo de la reina María de las Mercedes, gran devota de la Virgen, y cuyo deseo de construir la nueva iglesia expresó en muchas ocasiones.  

Pocos años después se añadiría una tercera función: servir de catedral para la recientemente creada diócesis de Madrid-Alcalá (1885), lo que obligó a un replanteamiento de todo el proyecto, donde ya no se incluiría el panteón de la reina Mercedes.

Como apunta el historiador Óscar da Rocha en su libro Francisco de Cubas y González-Montes, I marqués de Cubas. El hombre y el arquitecto en el Madrid del siglo XIX, hubo por tanto dos proyectos distintos, uno para la iglesia y otro reformado y ampliado para la catedral, aunque la fecha exacta de cada uno de ellos es objeto de discusión. Casi unánimemente se admite que el anteproyecto para la iglesia, sobre el que se iniciaron las obras, data de finales de 1878 o comienzos de 1879, y que el cambio definitivo se debió  al establecimiento de la nueva sede episcopal en 1885.

El pensamiento inicial del marqués fue construir un monumental templo de estilo gótico, recordando a las catedrales medievales francesas y españolas. Diseñó una planta de cruz latina, con cuatro torres a los pies, tres naves con capillas entre contrafuertes, un gran crucero con una sola nave y una cabecera con girola y cinco ábsides. Y en el lado derecho del crucero se situaba el Monumento funerario para la reina Mercedes. Solo se conserva un dibujo, en el Museo de la Catedral de la Almudena, de este malogrado arquetipo. Así es descrito por el historiador Pedro Navascués: «…quien con sensibilidad romántica, un poco al modo de Villamil, ideó un templete gótico exento, de dos plantas, con el sepulcro en el cuerpo bajo y una escultura en actitud orante en el alto. El conjunto recuerda de alguna manera al monumento a Walter Scott de Edimburgo, obra de G.M. Kemp».

Crítico también es Navascués respecto al alzado de la fachada del anteproyecto por «la falta de unidad entre el gran paño que corresponde a la nave central, y las dos torres que quedan excesivamente separadas» y «el gran volumen del cimborrio resulta exagerado en relación con el resto del edificio…».

Finalmente, como sugiere da Rocha, el gran desarrollo horizontal del alzado, las desmesuradas proporciones del cimborrio y la excesiva separación de las torres laterales respecto al cuerpo central, responderían a un motivo concreto: y es evitar que su obra quedara empequeñecida por las dimensiones y la disposición del cercano Palacio Real.

Puede consultar la serie completa de Una mirada a la historia en la web del Año Jubilar Mariano.

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