Días antes la comunidad había recibido la visita del cónsul de España en Argel con ánimo de que se refugiaran en la sede diplomática, pero las religiosas prefirieron permanecer en su casa. Meses antes se habían despedido de sus familias siendo conscientes del peligro que corrían: ‘Si nos pasa algo, seguimos estando en las manos de Dios… No nos pueden quitar la vida porque ya la hemos dado’, dijeron, ‘por fidelidad al Evangelio y por amor al pueblo argelino que nos ha acogido siempre’.
La noticia del asesinato causó una conmoción general. El funeral de la H. Esther, multitudinario, se celebró en la catedral de León presidido mi predecesor monseñor Antonio Vilaplana (q. e. p. d.) el día 26 de octubre. El Papa san Juan Pablo II, días después, se refirió a las mártires con estas palabras: ‘Ante esta nueva tragedia deseo expresar mi profundo agradecimiento por el trabajo desarrollado por obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, que, aunque conscientes de los riesgos que conlleva la situación actual, han decidido permanecer en Argelia para seguir dando su testimonio de fe y de amor’. En efecto, el decreto de reconocimiento del martirio de estas religiosas menciona también a Mons. Pedro Claverie, obispo de Orán, a los siete monjes trapenses del monasterio de Tibhirine inmortalizados en la película ‘De dioses y hombres’, a cuatro padres blancos y a otras dos religiosas.
Aunque en este momento en la comunidad de las HH. Agustinas Misioneras del Colegio ‘San José’ y en el Obispado de León desconocemos cuándo y dónde se celebrará la ceremonia de la beatificación ni de qué manera nos uniremos a la misma, me ha parecido oportuno dar a conocer cuanto antes esta importante noticia que viene a aumentar el Santoral de nuestra Diócesis precisamente en este Año pastoral diocesano vocacional. A la vez quiero expresar a los familiares de la nueva beata, al pueblo y parroquia de Izagre y a la Congregación de las HH. Agustinas Misioneras la paz, la alegría y la esperanza que nos ha producido esta noticia».